es una joven transgénero que actualmente tiene 22 años de edad. En mayo próximo concluirá su carrera en la Facultad de Economía de la UNAM. Ya dejó atrás el miedo y la ansiedad que le provocó el bullying que sufrió durante la primaria y la secundaria, cuando tenía que tragarse toda clase de insultos y calificativos, como “mariposón”, “puto” y “joto”, entre muchos otros.

La joven ahora busca convertirse en un ejemplo para mujeres y hombres que no están a gusto consigo mismos y que se sienten atrapados en un cuerpo que no es el suyo, algo que a Ana Sofía le tomó varios años comprender.

Desde pequeña vive con su padre y dos hermanos más jóvenes que ella. Cuenta que desde el kínder empezó a sentir atracción por los niños, pero no lo comprendía. Sólo sentía que dentro de ella ocurría algo diferente, extraño.

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Ana Sofía creció en el municipio Tlazala de Fabela, en el Estado de México, donde comenta que no había personas trans. Cuenta que en un principio creyó que era gay, pero con el transcurrir del tiempo, comprendió que no pertenecía a esa comunidad.

Hace dos años decidió deshacerse de toda clase de atavismos, de miedos y prejuicios para convertirse en una mujer trans.

Y es que al entrar al CCH Naucalpan, su panorama de vida cambió porque se percató de que existe una diversidad de preferencias y estilos, y descubrió que es una mujer transgénero.

“Lo que hice fue comenzar a investigar sobre esos temas y conocí a una chica que era trans. Eso me ayudó a que a los 16 años comenzara con mi transición yo solita, porque seguía viviendo en este pueblo y era como tener una doble vida”, señala.

Ana Sofía viste minifalda de mezclilla, blazer blanco, medias negras y botines del mismo color. Es alta, de tez morena y cabello rizado, pintado de castaño claro. Habla con fluidez y soltura, porque agrega que este es un tema que ya no le causa ningún conflicto interno.

Entre sorbos de café que bebe lentamente, la joven, cuyo sueño es trabajar en el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), pues asegura que le gustan los números, platica que en su etapa de preparatoria decidió vivir una doble vida: sería un hombre ante sus compañeros de plantel, y una mujer en sus redes sociales y frente a sus amigos más cercanos.

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Empezó a comprarse ropa femenina y a dejarse crecer el cabello. En la escuela siempre estaba vestida con pantalones, y usaba vestidos y maquillaje para reunirse con sus amigos y amigas. Pero todavía sentía miedo porque su padre de vez en cuando lanzaba al aire comentarios homofóbicos y transfóbicos.

“Sentía mucho temor porque pensaba que si se llegaba a enterar iba a ‘arder Troya’. Yo ya sabía de historias de personas a las que habían corrido de sus casas por atreverse a hablar. Y yo pensaba: ‘¿Qué voy a hacer si mi papá se entera?’”, narra la joven.

Ana Sofía se niega a revelar su nombre de nacimiento, pues asegura que ya es otra persona. “Mi antiguo nombre jamás me gustó, para mis maestros y mis amigos era Pastrana, y algunos me llamaban Ana. Por eso decidí conservar este nombre”.

Recuerda que en una ocasión algunos familiares le revelaron su doble personalidad a su padre, ya que habían visto y hurgado en su perfil de Facebook. Ella escuchaba todo detrás de una puerta y más tarde le explicó a su papá que a veces le gustaba caracterizarse como drag queen y, por miedo, detuvo su transición.

“Todo esto me hizo una persona amargada, grosera, antipática, malhumorada, y siempre estaba a la defensiva. Estaba enojada conmigo misma por no haberme atrevido a decir lo que era en realidad”, relata.

Cuando cursaba el sexto semestre de la carrera, e impulsada por el inicio de la pandemia de Covid-19, Ana Sofía se atrevió a dar el salto. Decidió que ya no quería ser quien no era.

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“Mis hermanos siempre supieron lo que era. Un día le llamé llorando a mi mamá para contarle todo. Mi mamá me respondió que ya sabía y que sólo esperaba el momento para que se lo dijera. Mi papá terminó aceptándolo cuando vio que mi transición iba en serio. Él tenía sus ideas machistas, pero soy su hija al final de cuentas. Cambió todo y cambió mi vida”, comenta.

Ana Sofía explica que cambió todos sus documentos oficiales sin problema. Incluso, la documentación de la Facultad de Economía, institución a la que desde hace un tiempo ya no tiene que enviar correos electrónicos a sus maestros para que se dirijan a ella por su nombre actual.