Puerto Príncipe.— Cada mañana, cuando el sol sale sobre las polvorientas ruinas de la icónica catedral de la capital haitiana, Paul Christandro, quien vivió en sus cercanías casi toda su vida, piensa en el día en que ésta cayó, hace 10 años, y asesinó a sus amigos.

El 12 de enero de 2010, la nación isleña sumida en la pobreza, fue azotada por un devastador terremoto que mató a decenas de miles y dejó a muchos más sin techo. Duró sólo 35 segundos, pero tras de sí dejó una miseria cristalizada en las calles de los vecindarios de esta nación.

Organizaciones internacionales prometieron miles de millones de dólares en ayuda, según iba mostrándose la escala del desastre, pero como Christandro y muchos otros, que aún viven en albergues temporales, su uso está bajo escrutinio.

“Todos los días, cuando me levanto, pienso en eso”, dijo Christandro, de 23 años, bajo el calcinante sol caribeño en la capital Puerto Príncipe.

Los gritos de pánico de las personas enterradas bajo los escombros están arraigados en su memoria, y las silenciosas expresiones de los rostros de los muertos, contó.

“Pienso en mis amigos y me pregunto qué debería hacer con mi vida”, comentó el electricista que, como tantos en la nación más pobre del Caribe, intenta llegar a fin de mes con trabajos ocasionales o buscando entre la basura.

Las estimaciones del número de fallecidos varían mucho, desde menos de 100 mil hasta los 316 mil, de acuerdo con el gobierno, que ayer conmemoró a las víctimas del terremoto de 2010. Aún hoy hay una zozobra latente en los sobrevivientes y una amargura tal por los fallidos esfuerzos de reconstrucción y la continua inestabilidad política del país.

La conmemoración se vivió en las iglesias del país, adonde acudieron miles de haitianos para recordar la memoria de los fallecidos.

El presidente de Haití, Jovenel Moise, acompañado de miembros de su gobierno y con presencia de diplomáticos extranjeros, participó en una entrega floral a las afueras de Puerto Príncipe, donde están enterradas las víctimas del sismo.

“Comimos juntos, dormimos juntos, lloramos juntos y rezamos juntos” después del terremoto, rememoró Moise. Pero ahora, añadió, “el odio y la discordia ha llenado nuestros corazones (...) Hoy necesitamos esa solidaridad, esa unidad”. Cuando Moise apareció, un grupo de manifestantes se acercó para protestar, una muestra del resentimiento entre la sociedad por los fracasos del gobierno y de los grupos de ayuda internacional. “Abajo, abajo, Jovenel Moise”, “abajo el Estado, abajo los falsos líderes”, fueron algunas de las consignas lanzadas al Ejecutivo.

Más tarde, el mandatario de la isla caribeña escribió en su cuenta de Twitter: “Diez años después, las heridas siguen abiertas. El tiempo puede calmarnos, pero nada nos permite olvidar”.

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