San José.— Una famosa y lapidaria frase del fallecido comandante guerrillero nicaragüense Tomás Borge recomendó a los comunistas y revolucionarios de estar dispuestos a perder todo… menos el poder. El objetivo es construir la “dictadura de la democracia”, planteó Borge, uno de los fundadores en 1961 del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), guerrilla comunista que en 1979 derrocó por las armas a la dinastía dictatorial derechista de la familia Somoza que gobernó desde 1934.

El consejo de Borge, nacido en 1930, símbolo de las guerrillas latinoamericanas en las décadas de 1960, 1970 y 1980, confeso represor en la revolución sandinista, de 1979 a 1990, y fallecido en 2012, fue seguido no solo por los comunistas de Nicaragua, sino por los de Venezuela, Bolivia y Cuba, pero también por los derechistas en otros países, como Brasil o El Salvador.

La ruta es llegar a la presidencia vía electoral, copar los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, ganarse la complicidad de las cúpulas militares y policiales y modificar la constitución para convertirla en instrumento dócil a los antojos políticos, manipular la estructura electoral y criminalizar la libertad de expresión y de prensa.

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La meta es clara: eternizarse en el poder… con dictadura de la democracia.

“Hay una operación extensa y amplia que busca desestabilizar las democracias de la región”, dijo la connota opositora venezolana María Corina Machado sobre la estrategia del Socialismo del Siglo XXI, que gobierna en varias naciones latinoamericanas y caribeñas.

“Lo que se ha establecido en Venezuela no es una dictadura convencional. Es un conglomerado criminal con fachada ideológica que tiene por detrás un soporte geopolítico de Rusia, China, Turquía, Irán y, por supuesto, Cuba. Venezuela es una amenaza a la seguridad hemisférica”, explicó Machado a EL UNIVERSAL.

El trayecto. Tras ganar la presidencia en los comicios de diciembre de 1998, Hugo Chávez (falleció en 2013) proclamó al asumir en febrero de 1999 que lo hacía sobre una constitución “moribunda”, por lo que en abril de ese mismo año llamó a elecciones para aprobar o rechazar elaborar otra Carta Magna.

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Aceptado su plan, en julio de 1999 los venezolanos eligieron una asamblea que redactó la nueva constitución, refrendada en las urnas en diciembre y vigente a partir de ese mes. Así logró reelegirse consecutivamente, acaparó el control del resto del cuerpo institucional y advirtió que la revolución bolivariana se transformó en víctima del intenso asedio del “imperio” de Estados Unidos.

Venezuela siguió el libreto con precisión, adoptado con variantes por Rafael Correa en Ecuador de 2007 a 2017, por Daniel Ortega en Nicaragua desde 2007 y por Evo Morales en Bolivia de 2006 a 2019.

“Ortega está intensificando su represión en contra de la sociedad civil, la prensa y la oposición”, tuiteó el chileno José Miguel Vivanco, director para América de Human Rights Watch, organización (no estatal) de Washington de defensa de los derechos humanos.

“Su objetivo está claro: impedir cualquier crítica y robarse las elecciones presidenciales de noviembre 2021”, denunció.

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La receta en Cuba fue distinta. Tras tomar el poder en 1959 por las armas, Fidel Castro (murió en 2016) mandó fusilar, encarcelar o al exilio a sus adversarios y construyó un régimen a su modo con el Partido Comunista de Cuba (PCC) como única fuerza partidista legal y mando total.

EU, que en 1962 impuso un embargo a Cuba, se instaló como el enemigo externo para culparlo de los problemas de la isla.

En este panorama, los presidentes de El Salvador, Nayib Bukele, y de Brasil, Jair Bolsonaro, surgieron desde la extrema derecha como imitadores del controversial modelo: el camino autócrata.

Dilema. Con una gestión que arrancó en 2019 y recibió el calificativo de los opositores de autoritaria y remembranza de la dictadura que gobernó a Brasil de 1964 a 1985, Bolsonaro ignoró los ataques y los rechazó, se posesionó como infalible y ahora está en el dilema de tratar de reelegirse para un segundo cuatrienio de 2023 a 2026.

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El derechista colombiano Álvaro Uribe ganó la presidencia de Colombia para gobernar de 2002 a 2006 y aunque consiguió una reforma constitucional para reelegirse en 2006, una resolución judicial le impidió volver a hacerlo en 2010.

El derechista hondureño Juan Orlando Hernández inició en 2014 un primer cuatrienio como presidente de Honduras, en un país con principios pétreos antirreeleccionistas, pero se reeligió para el segundo que comenzó en 2018. El Partido Nacional completará 12 años seguidos en el poder en 2022.

Bukele se instaló en la presidencia en junio de 2019 y su partido, Nuevas Ideas, alcanzó mayoría calificada en las elecciones legislativas de febrero pasado con 56 de los 84 escaños, pero que sube a 64 con partidos afines al mandatario. En febrero de 2020 y con apoyo de tropas militares y policiales, Bukele se tomó la Asamblea Legislativa para tratar de doblegar y obligar a los diputados de turno a aprobarle un plan de seguridad.

Al instalarse el primero de este mes la nueva Asamblea, Bukele dio el zarpazo y usó a los 64 para sustituir a los cinco magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, y al fiscal general por incondicionales a su gobierno, y se prevé que convocará a constituyente para diseñar una Carta Magna a su medida.

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Sin separación institucional, Bukele consolidó el dominio en los poderes Ejecutivo (con ejército y policía), Legislativo y Judicial, advirtió a Washington que El Salvador “no es” ni protectorado ni colonia de EU, y rechazó los cuestionamientos a su actuación al aducir que son asuntos internos que tampoco incumben al exterior.

Bukele, alertó Vivanco, “está buscando concentrar todo el poder en sus manos”.