Si pensamos en Colombia es muy probable que lo primero que venga a nuestra mente sea una bandeja paisa grande y abundante o un delicioso ajiaco. ¿Y en Venezuela? Arepas con decenas de rellenos distintos es la respuesta inmediata. ¿Perú? Ceviche. ¿México? Tacos. ¿Argentina? Asado. ¿El Salvador? Pupusas. Y, así, podríamos pasar horas enumerando platos variopintos.

Son platillos que han estado en nuestro paladar por generaciones. Pero, ¿y si dejaran de estarlo? La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advierte que “los sistemas agroalimentarios siguen siendo muy vulnerables a las crisis y perturbaciones derivadas de los conflictos, la variabilidad del clima y los fenómenos climáticos extremos y la contracción económica”.

Las proyecciones de cambios en los patrones de lluvia, el posible aumento de la temperatura de al menos 2.5° y la intensificación de eventos climáticos podrían incidir en las siembras y cosechas, traer nuevas plagas, influir en los conflictos por la tierra e impactar en la productividad de nuestros campos y en el precio y consumo de los alimentos.

El cambio climático podría afectar nuestra seguridad alimentaria, provocar hambre; y en el camino afectar nuestro patrimonio culinario.

Colombia: ¿la bandeja paisa y el sancocho en peligro?

Los cambios de temperatura y patrones de lluvia irregulares amenazan con reducir la disponibilidad de ingredientes provenientes de las montañas para el tradicional sancocho.

Lo mismo con la bandeja paisa compuesta por arroz blanco, frijoles, plátano, arepa de maíz y proteína animal, generalmente cerdo.

El platillo depende cada vez más de importaciones debido a los cambios climáticos y al abandono histórico del campo, factores que amenazan las recetas más tradicionales de esta nación megadiversa.

En 2018, por ejemplo, se estimó que las pérdidas del sector agrícola por variabilidad climática y eventos extremos llegaban a 41 millones de dólares al cambio actual.

El fenómeno de El Niño significó para Colombia pérdidas de alrededor de 2 mil 64 millones de dólares entre 1997 y 2016. Para el segundo semestre de 2023 la situación podría empeorar pues está prevista su llegada nuevamente.

Otro de los alimentos favoritos en peligro es el frijol. En Colombia se comercializan más de 15 variedades de esta leguminosa, todas vulnerables a climas extremos. Sin embargo, el exceso de lluvia y sequía afecta su producción. “Que la comida no la produzcamos nosotros, sino que nos la ofrezca un tercero es una dependencia muy grave y una vulnerabilidad de la seguridad alimentaria muy riesgosa”, dice Henry Vanegas Angarita, gerente de la entidad. “Que dependamos de la importación es como si el vecino nos hiciera el mercado”, añade.

El maíz y el plátano también corren peligro. ¿La razón? las lluvias ponen en peligro ambos cultivos, elevando el número de importaciones, así como los precios.

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¿Un desayuno sin arepas? ¿Un pabellón —un platillo que contiene arroz, carne, caraotas o frijol negro, y tajadas fritas de plátano— incompleto? Las proyecciones mundiales sobre el aumento de temperaturas y cambio de patrones de las precipitaciones no son favorables para el trópico, del que hace parte Venezuela.

Estudios locales estiman que en los próximos años caerá la producción de arroz y maíz, entre otros cultivos; paralelamente, un coral invasor aleja a las especies marinas de la costa y disminuye considerablemente la pesca. Ante un escenario donde el Estado no toma medidas de forma oportuna, las consecuencias podrían modificar las dinámicas alimentarias, sociales y económicas en un futuro no tan lejano.

“Los principales factores climáticos que afectan a la agricultura son los cambios en la temperatura y la precipitación. Los comportamientos extremos en ambos factores son cada vez más constantes y sus efectos, detrimentales; tal es el caso de las sequías, las inundaciones y las olas de calor extremas, para las cuales es difícil disponer de medidas de adaptación”, explica Aníbal Rosales, ingeniero agrónomo de la organización Grupo Orinoco y parte de los 60 especialistas de diversas áreas que trabajan en el Segundo Reporte Académico de Cambio Climático en Venezuela (Dracc) de la Acfiman.

El pescado fruto es otro plato indispensable. Pero las especies invasoras, como el Unomia stolonifera, un coral octocoral que crece de forma incontenida, afectando el fondo marino, al matar a los corales locales y las especies que se reproducen en esos espacios. ¿El resultado? Una abrupta caída de la pesca.

Bolivia y Panamá: ¿arroz en peligro?

En Panamá, como en Bolivia, el arroz es un componente esencial. Pero la variabilidad del clima amenaza uno de los principales cultivos de América Latina y con ello la seguridad alimentaria y el patrimonio culinario de la región más productiva de alimentos del mundo.

El arroz es un vínculo con la tradición, la cultura y la pasión que se comparte en casi toda América Latina y el Caribe. Según los datos proporcionados por la Fondo Regional de Tecnología Agropecuaria (FONTAGRO) es el cuarto alimento más consumido en la región y contribuye en promedio con 11 % de la ingesta calórica per cápita de los países latinoamericanos. Panamá y Bolivia son dignos representantes de esta abundancia que, a pesar de su indispensable rol protágonico en muchos de sus recetas, podría encarar diversos riesgos en un futuro no muy lejano.

El informe El estado del clima en América Latina y el Caribe 2021, emitido por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha puesto de manifiesto un panorama alarmante por las consecuencias que la variabilidad del clima puede tener en los ecosistemas, la seguridad alimentaria y la disponibilidad de agua, pasando por la salud de las poblaciones y la lucha contra la pobreza.

Un ejemplo emblemático de Bolivia sucede con el arroz base del Majadito, un plato ancestral arraigado en las tradiciones culinarias que hoy en día enfrenta los efectos del aumento de las temperaturas en la región de Santa Cruz de donde es originario. En tan solo cuatro décadas, mientras que la temperatura global ha aumentado en 0.6° C, en Santa Cruz ha pasado de 24.7° C a 25.8° C. Además, la región enfrenta eventos climáticos extremos, desde inundaciones causadas por lluvias intensas en pocos días hasta sequías prolongadas debido a la falta de precipitación.

Una de las consecuencias más evidentes e inmediatas es el llamado desplazamiento intrarregional que tiene que ver con la reconversión productiva de la tierra. Allí, en el Departamento de Santa Cruz, sucede en las provincias de Ichilo-Yapacaní y Sara donde existe un desplazamiento de la producción de arroz hacia el norte del departamento.

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El informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) destaca las repercusiones de este fenómeno en América Latina y el Caribe, desde la alteración de ecosistemas hasta la amenaza a la seguridad alimentaria y hídrica, la salud de las personas y la lucha contra la pobreza.

Se trata de un escenario que presenta una paradoja preocupante, ya que, si bien países como Panamá y Bolivia contribuyen solo modestamente a las emisiones globales de gases de efecto invernadero, son excepcionalmente vulnerables a los impactos de la variación del clima y el aumento de las temperaturas.

La pérdida de ingredientes clave para los platillos regionales no es solo una cuestión gastronómica; es un síntoma de un problema mayor que afecta a la economía, la seguridad alimentaria y la estabilidad social en la región La necesidad de una determinación política más firme, tanto a nivel nacional como local, se vuelve imperativa. Como afirma la periodista ambiental y gastronómica, Raquel Villanueva, “la preservación de la diversidad culinaria y la protección de las comunidades vulnerables son desafíos que requieren un compromiso global y una acción decidida en todos los niveles de la sociedad”.

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