China muestra un inusual dinamismo en el contexto de la guerra a gran escala en Europa, particularmente desde febrero. Primero el presidente chino, Xi Jinping, se tomó foto en Moscú con el mandatario ruso, Vladimir Putin, al mes siguiente recibió en casa al Jefe del Estado francés, Emmanuel Macron, y a la titular de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. En mayo, movilizó a su enviado especial y lo mandó a entrevistarse en Ucrania, Rusia, Alemania, Francia y Polonia.

A simple vista pareciera que el gigante asiático está comprometido con la crisis bélica en Europa y se dispone a ejercer su peso para intervenir como mediador. Sin embargo, si algo distingue a la visible movilización diplomática emprendida en torno a la guerra en Ucrania es la ausencia de un genuino interés por encontrar una solución al conflicto armado iniciado por Rusia.

No hay plan de paz ni hoja de ruta, sólo una campaña de autoría propia dirigida a moldear la imagen del gobierno de Xi Jinping ante la audiencia internacional, señalan expertos consultados por EL UNIVERSAL.

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“No veo un genuino compromiso por parte de los chinos. Esto no quiere decir que sea en el interés de China que continúe la guerra, pero no hay esfuerzo alguno [por desempeñar un auténtico papel de mediador]”, asegura en entrevista Tim Rühlig, investigador del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores (DGAP, por sus siglas en alemán).

“Hasta la fecha no hemos visto propuesta alguna. Al presidente Xi Jinping le llevó 14 meses tomar el teléfono para llamarle al presidente [Volodimir] Zelensky, ¿puede considerarse un esfuerzo sincero?”.

El estudioso afirma que el documento divulgado en febrero no fue un plan de paz, sino un papel en el que simplemente el gobierno fijó su posición. Los 12 puntos ahí presentados, continúa, sólo reflejan en dónde están parados los chinos ante la crisis.

“La movilización vista no puede considerarse un desarrollo relevante. Sólo tratan de aparentar que forman parte del proceso sin aportar nada. Sólo le están sacando lustre a la imagen de China como un actor responsable que da pasos intentando cambiar algo, pero, ¿dónde está la sustancia? No la veo.

“Todo esto es para mostrarle al mundo que China es una potencia responsable, pero en el fondo no están haciendo nada”, dice.

No significa que la potencia asiática esté imposibilitada para actuar, precisa. Sostiene que si China tuviera sólidos intereses para acabar con la guerra podría hacerlo con una “simple llamada” telefónica de Xi Jinping a Putin, pero no lo hace porque en estos momentos sus intereses están comprometidos, debido a la dinámica favorable a las fuerzas ucranianas, que según los cálculos iniciales de Moscú no suponían un desafío para su ejército.

China y Rusia comparten una frontera de 4 mil kilómetros y hay temor de que el eventual colapso de Putin conduzca a la desintegración del país, a la aparición de movimientos separatistas y terrorismo, un escenario que comprometería la propia seguridad de los países vecinos.

“Es en el interés de China la estabilidad de Rusia, lo que implica que Putin permanezca en el Kremlin y de acabar con la guerra en este momento, no hay garantía de que así sea, por lo que China no está interesada en proponer algo que conduzca a la paz. En el futuro puede que cambie de postura, dependerá de la evolución del conflicto”, indica Rühlig.

Michal Bogusz, investigador del Departamento sobre China del Centre for Eastern Studies de Varsovia, tampoco le compra a Xi Jinping el “teatro montado”.

Dice que le dio luz verde a la guerra de Putin pensando que dividiría a la Unión Europea, rompería la unidad transatlántica y generaría un ambiente permanente de presión militar rusa en Europa.

Fracasado el plan A, ahora ejecuta otro siguiendo varias vías: creando la impresión de una diplomacia activa que resuelve un problema global, recurriendo al peace-washing como excusa para mantener los negocios con los países occidentales insatisfechos por la “neutralidad fingida de China”, explorando maneras de apoyo táctico a Rusia frente a la contraofensiva ucraniana, asegurando un asiento en la futura mesa de negociación de paz y tratando de impedir la coordinación transatlántica explotando el sentimiento antiestadounidense en países como Alemania y Francia. Para el experto en política exterior china, el socio permanente del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas no puede desempeñar el papel de mediador debido a que es aliado ruso de facto.

Las pláticas no tendrían éxito porque no hay una “auténtica neutralidad” y porque el punto central de la política china no es la paz en Europa, sino la fragmentación transatlántica y la inestabilidad en la región.

Tampoco es el interés de la Casa Blanca: “Lo último que Washing- ton quiere es que Beijing juegue el papel de salvador. Desde la perspectiva de Estados Unidos, es un juego sutil para enredar a China en un pseudo proceso de paz [que el propio Beijing inventó] y con ello frenar la ayuda china a Rusia”, asegura Bogusz.

Igualmente, China enfrenta limitantes en la propia dinámica de su relación con Rusia, que es aliado, rival y competidor. El conflicto con Ucrania ha sido en detrimento de los intereses rusos debido a que acentuó la asimetría económica.

Una de las consecuencias de las sanciones impuestas por Occidente en 2020 fue el aumento de los intercambios con China; crecieron 36% las compras y 20% las ventas. El vecino asiático es hoy la principal fuente de componentes electrónicos, fundamental en materia de defensa.

Si bien este canal le ha permitido a Putin sobreponerse a las sanciones y mantener las hostilidades, también ha tenido que hacer concesiones, al menos en papel; aceptó desarrollar la ruta marítima por las aguas del Ártico y realizar pagos en yuanes. Moscú tiene el control exclusivo de la zona ártica y China ambiciona internacionalizar su divisa.

“En todo este asunto, las relaciones chino-rusas ejercen su peso. La alianza, formal o informal, tiene sus propias dinámicas internas, que actualmente se inclinan a favor de Beijing.

“China quiere mantener en Rusia a gobiernos autoritarios amigos, por lo que, por un lado, intenta posicionarse como ‘hermano mayor’, pero por otro lado, hace lo posible para mantener en el poder a Putin o la configuración política detrás de él”.

El problema que esto está generando para Vladimir Putin, indica, es que esta relación, con todas las diferencias obvias, comienza a semejarse a la relación China-Corea del Norte, donde a veces “el rabo mueve al perro”.

“Por ello Putin aprovecha cada oportunidad para manifestar la autonomía estratégica de Rusia, como el despliegue de armas nucleares en Bielorrusia, a pesar de la previa oposición de Beijing. Aunque ese tipo de empujones son normales y no afectan la cohesión de la alianza, que está conectada por una sensación existencial de amenaza de Occidente”, dice.

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