Madrid.— Las menores subsaharianas afincadas en España viajan ocasionalmente a África acompañadas de sus padres para reencontrarse con sus lugares de origen y visitar a los familiares que dejaron atrás, pero en muchos casos las niñas corren el riesgo de sufrir mutilaciones genitales cuando se desplazan de continente, por lo que la labor de prevención resulta indispensable contra la práctica ancestral que sigue vigente en numerosos países, a pesar del clamor internacional.

Aisse Cisse fue víctima de mutilación genital en su tierra natal, Mali, antes de que a los 17 años emigrara a Toledo, España, como parte del proceso de reagrupación familiar. Tiempo después de arribar al país ibérico, se convirtió en madre. “Mi hija supuso una motivación extra para luchar contra la mutilación. Si algo tenía claro en ese momento es que la iba a proteger, que no iba a permitir que ella pasara por una experiencia tan horrible”, relata Aisse a EL UNIVERSAL

Se propuso salvaguardar en la medida de lo posible a las demás niñas: empezó a trabajar por su cuenta para concienciar a las familias africanas asentadas en el centro de España de la necesidad de acabar con esta agresión que marca a las pequeñas de por vida, humillándolas y menoscabando su integridad sexual: “En mi caso, la mutilación no me ha afectado para realizar mi trabajo, aunque obviamente lo siento como una injusticia, algo que me impusieron, que no decidí. Pero no puedo compararme con otras mujeres que día a día sufren las consecuencias, a nivel físico y mental”.

A sus 35 años, la mujer subsahariana ejerce desde 2018 como mediadora del programa de Médicos del Mundo para la prevención de esta práctica en la región de Castilla-La Mancha: “Desde los 13 años empecé a ver cosas en mi cultura que no me encajaban. No conocía otras realidades, pero sabía que eso no tenía que ser así, lo que me hizo posicionarme en contra de la mutilación. Cuando llegué a España me dediqué a ello de forma mucho más activa, buscando el acercamiento entre comunidades diferentes, pero que comparten elementos comunes”. Aisse desarrolla su trabajo en colegios de Albacete y Recas, en Toledo, donde muchas de las alumnas proceden de países africanos en los que la amputación genital femenina sigue siendo un fenómeno habitual. Más de 20 niñas se han librado de la mutilación gracias a la mediación.

“Recuerdo un caso (...) en el que todo estaba preparado para la mutilación de la niña aprovechando un viaje a África. Cuando citamos a la madre para activar el protocolo de prevención, nos contó que ella realmente no quería hacerlo. Al explicarle, estuvo de acuerdo en que no quería mutilar a la niña (...) el problema es que el marido sí (...) Nos coordinamos a fin de que el padre cambiara de idea. Y lo logramos”.

Cuando una niña planea viajar con sus padres a un país donde se practica la mutilación se activa un protocolo que consiste esencialmente en que la familia, tras comprobar que la niña no sufre ninguna lesión, se compromete por escrito a no realizar la ablación, tras conocer los riesgos físicos, mentales y legales que con- lleva. Cuando la familia regresa a España, los pediatras verifican el estado de salud de la pequeña para certificar que su integridad sigue intacta. Si los padres se niegan a firmar el protocolo, a la niña se le retira el pasaporte para que no pueda abandonar España, donde la mutilación es un delito de lesiones que se castiga con pena de prisión de 6 a 12 años y pérdida de la patria potestad.

“Muchas veces son las familias del país de origen las que mandan, las que suelen manejar el poder e incluso podrían llegar a mutilar a la menor sin el consentimiento de sus padres. No hemos tenido ningún caso así, pero si al regresar a España la niña presentara lesiones, se daría parte a las instituciones de protección al menor para que intervinieran legalmente”, advierte Aisse, tras aclarar que la aceptación de la mutilación por parte de algunas comunidades africanas es fruto de una mezcla religiosa y étnica, que se alimenta de los mitos.

Existe una fuerte presión social para que los padres mantengan la costumbre, por lo que también se busca que las familias afectadas sean agentes de cambio. En ciertas zonas de España la migración africana cuenta con una presencia muy significativa. “El trabajo que hago como mediadora abarca desde el entendimiento del idioma hasta el acercamiento entre culturas, tratando de limar esos pequeños choques que puede haber a la hora de interpretar sobre todo ciertas actitudes interpersonales, que significan cosas muy distintas según sea tu país de origen”. Informar y sensibilizar constituyen los pilares de su tarea, a fin de que los implicados adquieran conciencia de que la ablación atenta contra los derechos fundamentales de las mujeres y las niñas. También divulgar el protocolo y tratar de que las comunidades que practican la mutilación estén al corriente de la situación. “Organizamos talleres una o dos veces al mes con las comunidades practicantes, mujeres, hombres y adolescentes, para trabajar la sexualidad y la sensibilización. Con los profesionales también hacemos formación para que conozcan las culturas africanas (...) hago apoyo individual para resolver problemas o derivar a las personas afectadas a las entidades competentes.

“La causa de que (...) se siga practicando la mutilación es el patriarcado, porque los hombres no quieren que eso cambie. En muchos de esos países donde se sigue practicando, un hombre se puede casar hasta con cuatro mujeres. Tener controlada la sexualidad de una mujer es la finalidad absoluta de la mutilación”.

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