Antes de Donald Trump, Pat Buchanan ya había prometido construir un muro en la frontera entre y México contra los migrantes. También intentó apoderarse del Partido Republicano, con una furiosa retórica polarizante que culpó al libre comercio y la globalización por el declive de la sociedad estadounidense.

Hoy, mientras el magnate neoyorquino se encamina hacia su segunda campaña por la Casa Blanca con su habitual discurso incendiario, no se le puede entender sin las batallas que libró Patrick Joseph Buchanan, exasesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan que, diferencias aparte, a los 85 años debe estar satisfecho de que Trump sea el abanderado del “nuevo nacionalismo” que impulsó, en el que “los estadounidenses empiezan a poner primero sus necesidades”.

Depositario de la tradición ultraderechista —“libertaria”, le llamarán algunos— que engendró a políticos como Huey Long, Joseph McCarthy, George Wallace, Jesse Helms, Barry Goldwater y Ron Paul, el católico Buchanan, Caballero de Colón, nació en Wa- shington en 1938, pero sus raíces familiares se remontan al del esclavismo, por el que uno de sus bisabuelos peleó en la guerra civil. Tras estudiar en la Universidad de Columbia, arrancó una exitosa carrera como polemista en el diario St. Louis Globe-Democrat, favorable al recién impuesto embargo a Cuba y la intervención militar en Vietnam, al tiempo que rechazaba el liberalismo de los Kennedy.

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Donald Trump, exmandatario y virtual candidato presidencial republicano, en Eagle Pass, Texas. Foto: de Eric Gay. AP
Donald Trump, exmandatario y virtual candidato presidencial republicano, en Eagle Pass, Texas. Foto: de Eric Gay. AP

Richard Nixon, de cuna pobre y cuáquera en California, se identificó con las “minorías pasadas de moda” que Buchanan defendía en sus columnas, frente a las “minorías mediáticas” de la costa atlántica, y no vaciló en sumarlo a la campaña que lo llevaría al poder en 1969, después de que trabajó en su despacho de abogados.

Como autor de los discursos del mandatario y consejero, Buchanan fue clave para la reelección de Nixon en 1972. Considerado por su jefe “el único extremista que conozco con sentido del humor”, sabía cómo hablarle a la “mayoría silenciosa” blanca que desplazaron los pacifistas, el multiculturalismo y el movimiento antisegregacionista. Y supo cómo mantener su carrera cuando estalló el escándalo Watergate, pese a que fue él quien sugirió a Nixon “quemar las grabaciones”.

En la primera línea de los comentaristas de radio y de televisión por cable, lo que le garantizó presencia nacional, Mr. Inside se sumó a Ronald Reagan como director de Comunicaciones de la Casa Blanca en 1985, pero su radicalismo y ambición crecieron. Fue su hermana Bay, poco antes la tesorera más joven en la historia de EU, quien destapó sus aspiraciones presidenciales que se cristalizaron en 1992 desafiando en los comicios primarios republicanos a George H.W. Bush, en busca de la reelección.

Opuesto a la guerra contra Sa-ddam Hussein en 1991 por Kuwait, al expresar que los dos únicos grupos que la apoyaban eran “el Ministerio de Defensa israelí y su esquina del amén en EU”, Buchanan no ganó ninguna votación, aunque se las arregló para extender su influencia en la naciente era Clinton; creó la fundación La Causa Estadounidense para promover el federalismo, los “valores tradicionales” y, no menos importante, el antiintervencionismo en el exterior que tiende a ser tachado de aislacionismo.

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Bob Dole, un veterano de la Segunda Guerra Mundial como Bush y antítesis de Bill Clinton, pero miembro de la élite proclive al nuevo Tratado de Libre Comercio de América del Norte con México y Canadá, lo derrotó en las primarias republicanas de 1996, pese a la creciente relevancia del tema migratorio y la promesa de Buchanan de construir un muro en la frontera con nuestro país.

Era evidente que el mundo se movía cada vez más lejos de los ideales del “insurgente” Buchanan, quien confirmó su teoría de que los republicanos se habían rendido sin luchar desde Vietnam, plasmada en su libro The Great Betrayal (Little, Brown). Abandonó al “Gran Viejo Partido” en 1999, en pos de una tercera oportunidad, justo cuando su trayectoria política chocó con la de Trump.

Choque en el Partido Reforma

Para Buchanan era ahora o nunca y el Partido Reforma lucía como el vehículo adecuado para llevarlo a la Casa Blanca. Fundado por el millonario texano Ross Perot, quien como independiente en 1992 obtuvo casi 19% del voto popular —lo que habría impedido la reelección de Bush— y que en 1996, ya con el partido, se acercó a 9%, atraía lo mismo a los hastiados con el bipartidismo que a extremistas conservadores. A fin de desmentir las acusaciones de racismo en su contra, Buchanan se hizo acompañar por la profesora afroamericana Ezola Foster como aspirante a la vicepresidencia.

Para Trump, en cambio, el Partido Reforma sólo fue el medio para adentrarse en la política formal y seguir reinventando su “marca” tras la bancarrota de sus casinos. Eso sí, pronto descubrió cuál era el ambiente en el que tendría que desenvolverse si quería ganarle la nominación a Buchanan y acabó por calificarlo como “amante de Hitler” y “antisemita”, que defendió a criminales de guerra nazis como John Demjanjuk de la deportación de EU.

“Es simplemente increíble que alguien pueda respaldar a este tipo. Y tal vez obtenga 4% o 5% de los votos y será un voto realmente incondicional y derechista. Ni siquiera estoy seguro de si es correcto. Es simplemente un voto loco”, afirmó Trump.

Al abandonar su breve incursión por la candidatura, remató a Buchanan en The New York Times: “Le dejo el Partido Reforma a David Duke [líder del Ku Klux Klan simpatizante de su rival], Pat Buchanan y Lenora Fulani [quien en 1988 fue la primera mujer y afroamericana candidata presidencial en todo el país por el Partido Nueva Alianza]. Esa no es la compañía que me gustaría tener”.

Buchanan no se acercó a 1% de los sufragios en 2000. Escritor prolífico, sin embargo, publicó un libro que ha estado presente en el credo de la derecha y por supuesto, del propio Trump, quien no ha vacilado en recurrir a su alarmismo y manipulaciones para controlar al Partido Republicano: The Death of the West (St. Martin’s Press, 2002). Pronostica que para 2050 Asia, África y Latinoamérica aumentarán su población de 3 mil a 4 mil millones de personas —“¡de 30 a 40 nuevos Méxicos!”— mientras Europa perderá el equivalente a la población de Alemania, Suecia, Polonia, Dinamarca, Noruega y Finlandia.

El libro dedica un capítulo completo a México, intitulado La reconquista, para señalar que el país exporta a sus pobres y desempleados a costa de los contribuyentes de EU. Culpa a los republicanos por el “suicidio” de apoyar las “fronteras abiertas” que benefician a los demócratas y arremete contra la educación bilingüe en California.

La ira de Buchanan también se enfoca en el texano mexicano Juan Hernández, quien era entonces jefe de la Oficina Presidencial [de Vicente Fox] para los Mexicanos en el Exterior, por repartir cajas con carne seca, tabletas antidiarreicas y condones a los migrantes en la frontera.

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Dadas las similitudes entre Buchanan y Trump, sobre todo en migración y proteccionismo, podría pensarse que el primero no alcanzó la nominación presidencial sólo porque no existían las “benditas redes sociales” y el establishment resistió su embestida en un entorno socioeconómico más positivo. No obstante, ya en 2016, año de la victoria de Trump, Politico concluía que “Trump es Pat Buchanan con mejor momento” y en 2017, el NYT Book Review manifestaba que “estamos, por el momento, viviendo en el mundo de Pat Buchanan”.

Hace ocho años, Buchanan apoyó la candidatura de Trump y se declaró “sorprendido” por el parecido de sus discursos. “Los problemas que yo subrayé”, recordó, “comenzaron a madurar. Ahora hemos perdido 55 mil fábricas. Cuando esas consecuencias llegaron, de pronto nos encontramos ante un país enojado y nosotros lo estuvimos advirtiendo, advertimos lo que venía. Ahora, en comercio e intervención, EU ve qué es lo que viene”.

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