Edmonton, Canadá.— El papa Francisco ofició ayer una misa al aire libre ante decenas de miles de personas en un estadio en el oeste de Canadá, un día después de ofrecer una disculpa histórica por los abusos cometidos contra niños indígenas en escuelas católicas del país.

Unas 50 mil personas, según las autoridades, acudieron al Commonwealth Stadium de Edmonton, Alberta, donde el Pontífice pronunció la homilía de la primera misa pública desde que llegó el domingo a Canadá para una visita de seis días.

Al son de los tambores y de las canciones tradicionales aborígenes, el Papa, de 85 años, llegó saludando desde su papamóvil. Entre la multitud había muchos nativos canadienses, algunos con trajes tradicionales.

Las emociones aún estaban vivas un día después de que el jerarca católico visitara una antigua escuela residencial en Maskwacis para disculparse por el “mal cometido por tantos cristianos contra los pueblos indígenas”.

El Pontífice no se detuvo en la disculpa ni en la tensa historia de la iglesia durante la misa, que coincidió con la fiesta de Santa Ana, la abuela de Jesús y una figura de veneración para los católicos canadienses y los católicos indígenas en particular. Debido a problemas en la rodilla, celebró la Misa sentado detrás del altar.

En su homilía, Francisco instó a los jóvenes a apreciar la sabiduría y la experiencia de sus abuelos como parte fundamental de su propio ser, y a atesorar esas lecciones para construir un futuro mejor. “Gracias a nuestros abuelos recibimos una caricia de la historia que nos precedió: Aprendimos que la bondad, el amor tierno y la sabiduría son las raíces sólidas de la humanidad”, dijo. “Somos hijos porque somos nietos”.

Durante su homilía en español, Francisco volvió a pedir por “un futuro en el que la historia de violencia y marginación que sufren nuestros hermanos indígenas no se repita para nadie”.

El propio Francisco llevaba una prenda que, según las autoridades, se había inspirado en el arte indígena. La música tradicional llenó el aire donde los indígenas eran reconocibles por sus camisetas naranjas, que pretendían simbolizar la fallida política de asimilación forzada que sufrieron en los internados del país.

Durante su primer discurso el lunes, pidió perdón por las décadas de abusos cometidos en escuelas residenciales para niños indígenas gestionadas por la Iglesia católica en Canadá.

El líder espiritual de los cerca de mil 300 millones de católicos del mundo viajará luego al lago Saint Anne, ubicado unos 80 kilómetros al oeste de Edmonton, uno de los principales lugares de peregrinación de América del Norte.

El 26 de julio es la fiesta de Santa Ana, madre de la Virgen María y abuela de Jesús en la tradición católica, una figura importante para muchas comunidades aborígenes canadienses. El miércoles visitará la ciudad de Quebec antes de la última etapa del viaje, el viernes en Iqaluit (Nunavut), ciudad del norte canadiense en el archipiélago ártico.

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