.— Para ir a estudiar, y en un rito cotidiano que pasó del siglo XX al XXI, miles de infantes en América Latina y el Caribe debieron arriesgar sus vidas y sortear numerosos peligros. En Colombia, por la falta de puentes y en trampas mortales a la intemperie, padres y madres se colgaron a diario con sus hijas e hijos en delgados cables aéreos para cruzar caudalosos ríos y llevarlos a sus escuelas… también carentes de insumos esenciales educativos.

Similares estampas de sacrificio, voluntad de estudio y ansias de salir de una eterna marginación socioeconómica aparecieron en otros países de una zona en la que la brecha digital impactó a millones de personas, alejó la posibilidad de poseer o, al menos, acceder a equipos de cómputo y mostró una realidad: la hiperdigitalización se convirtió en otro factor de desigualdad en América Latina y el Caribe.

“La tecnología digital puede facilitar a niños, niñas y adolescentes el ejercicio de su derecho de expresar opiniones, promover su participación ciudadana y proveer un canal para su libertad de expresión y de información”, describió la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en el informe Infancia y adolescencia en la era digital, que emitió en 2020.

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“También puede apoyar el desarrollo de las habilidades sociales y comunicativas, promoviendo la creatividad y la interacción”, agregó el estudio de la Cepal, que integra el sistema de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

“No obstante, al mismo tiempo, el uso de internet durante la infancia tiene riesgos asociados que no deben ser ignorados como, por ejemplo, el acceso a contenido inadecuado o sensible (…)”, advirtió.

Tras subrayar que “por todo esto, es clave aprender y desarrollar habilidades para navegar en el mundo digital durante esta etapa de la vida”, planteó que “estas habilidades van más allá de la formación de habilidades operacionales y aluden a capacidades cognitivas y éticas que les permitirán construir y participar plenamente en la sociedad de la cual son parte”.

La investigación desafió con dos elementos claves:

“Las modalidades de acceso y uso de soportes digitales se constituyen como una oportunidad para desarrollar competencias que van más allá de la educación formal”, precisó.

“La cultura digital, su dinamismo y permeabilidad producto de la convergencia de soportes y auge de la movilidad digital, obliga a repensar las políticas públicas para el acompañamiento a niños, niñas y adolescentes para hacer frente a estos nuevos y, ciertamente, cambiantes contextos”, insistió.

Números de alerta

Ante la necesidad de acompañamiento por los contenidos inadecuados, “hay una cifra espeluznante”, advirtió la trabajadora social colombiana Lyda Guarín, asesora superior de Protección de la Infancia para América Latina y el Caribe de Save the Children, institución global no estatal de defensa de derechos de los infantes.

“Hubo un aumento mundial de 15 mil por ciento en los materiales de abuso sexual infantil en línea de 2005 a 2020”, recordó Guarín a EL UNIVERSAL, basada en datos del (no estatal) el Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados (NCMEC, por sus siglas en inglés), que opera globalmente desde Estados Unidos.

“15 mil por ciento es… montones a lo que están expuestos. Los niños y las niñas representan un tercio de los usuarios de internet en todo el mundo. Y casi dos tercios de esos infantes en edad escolar carecen de internet en sus casas. Y cada vez están pasando más en línea y unos tienen más acceso que otros”, narró.

Pero la situación se mostró inquietante frente al escenario de comunidades remotas latinoamericanas y caribeñas en las que la grieta tecnológica se agudizó desde la infancia.

En 2020 y 2021, durante las fases más severas de la pandemia del coronavirus, las familias debieron acoplarse a sus penurias y limitaciones y compartir un mismo teléfono celular para el trabajo a distancia del padre o de la madre y las tareas escolares, colegiales y hasta universitarias de sus hijas e hijos.

Aparte de los múltiples obstáculos para llegar a los centros escolares, sin transporte ni infraestructuras— como un puente —y otras vías adecuadas, una gran cantidad de escuelas y colegios siguió sin acceso a servicios públicos básicos, como electricidad y agua potable.

Ante la falta de agua, también se careció de baños, inodoros, cocinas y comedores en mínimas condiciones higiénicas. Sin electricidad, las barreras tecnológicas se acrecentaron.

Si fallaron todos esos factores primordiales, en los centros educativos— y en los hogares— también faltaron equipos de cómputo y de laboratorio para diversas disciplinas. El contraste resaltó con las situaciones que persistieron en la enseñanza con vastos recursos financieros.

“Hay que cerrar esa brecha”, recalcó Guarín, al puntualizar en que “hay una disparidad en el aprendizaje, en el acceso a equipos y en disponer de señal”.

“Reconocer esa disparidad debe ir acompañado de reconocer que hay una hiperconexión involuntaria de niñas y niños, en especial de los más pequeños”, aseguró.

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“Chupete” electrónico

A consulta de este periódico, la sicóloga argentina Andrea Urbas, especialista en ciudadanía digital e infancia y directora de Asociación Chicos.net, una organización no estatal de Argentina sobre derechos de niñez, adolescencia y juventud en entornos digitales, los escenarios oscilan entre situaciones extremas: o falta de tecnología… o “chupete electrónico”.

El equipo de Chicos.net incursionó en la mezcla de la educación y las tecnologías y descubrió un contexto marcado por una serie de elementos cruciales.

Al respecto, Urbas puntualizó:

—La desigualdad que tenemos en América Latina y el Caribe, a nivel socio económico, educativo, de acceso a la salud y en otros aspectos que afectan a niños, niñas y adolescentes de la región, también se ve reproducida en el acceso a internet, a dispositivos y a la alfabetización digital.

—La brecha digital está compuesta por la brecha vinculada al acceso a internet y a dispositivos, y la segunda brecha, que es la de uso.

—La segunda brecha tiene que ver con las posibilidades educativas y de acompañamiento que requieren los infantes para apropiarse de las tecnologías, de modo que puedan aprovechar tanto las oportunidades vinculadas al acceso al conocimiento, a información, a contenidos culturales y de ocio creativo, como el aprendizaje para manejarse de manera segura y responsable cuando utilizan estos medios.

—La hiperdigitalización infantil tampoco es sinónimo de tener los conocimientos para moverse en el mundo digital sin riesgos.

—Las vulnerabilidades se maximizan por los siguientes factores: falta de acompañamiento y de diálogo en la familia sobre lo que realizan los niños y las niñas con las tecnologías; uso de dispositivos a edades tempranas como “chupetes electrónicos”; plataformas que cuentan con mecanismos adictivos y bajo control de la edad de los usuarios; y dificultad de las escuelas y demás centros de educación para contar con los recursos educativos que favorezcan el ejercicio de una mirada crítica y reflexiva sobre los consumos digitales.

—En cambio los programas y políticas públicas, educativas, de apoyo a las familias, que acompañen la construcción de ciudadanía digital, son posibilidades que reducen brechas.

—La ciudadanía digital es el conjunto de derechos y responsabilidades que tienen las personas en el entorno digital, entendiendo a internet como un espacio público, donde se encuentran oportunidades para el ejercicio pleno de derechos, pero también riesgos de posibles vulneraciones.

Reglas y amenazas

Como ingredientes inamovibles de sus normas, Chicos.net abogó por el “uso” responsable, seguro, crítico, reflexivo, activo, participativo y creativo de la tecnología, para promover y desarrollar habilidades que permitan identificar y prevenir los peligros y las violencias “propios” de los entornos digitales. En una de sus metas, prevaleció, entre otras, la necesidad de desarrollar y fomentar la capacidad de relaciones interhumanas sustentadas en la convivencia y el respeto entre las personas, con lineamientos de educación sexual integral.

Chicos.net precisó que sus programas buscan que docentes, familias, niños, niñas, adolescentes y jóvenes adquieren “herramientas” para prever y enfrentar las “violencias digitales” y, al contrario, aspirar a la “convivencia digital” mediante instrumentos como la alfabetización digital, el pensamiento computacional y el “activismo digital”. Como un mecanismo “reflexivo” relevante, resaltó la opción de poder detectar “casos de desinformación”, lo que “implica” entregar datos personales y la urgencia de un asunto fundamental: la protección de la privacidad.

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