an José. – De Capurganá, en Colombia, a Paso Canoas, en Costa Rica, o de Las Trojes, en Honduras, a Tecún-Umán, en Guatemala, la decisión que México y Estados Unidos adoptaron el miércoles anterior de levantar un muro migratorio en su frontera común y bloquear el generó una onda expansiva de zozobra que golpea con fuerza a los países de tránsito temporal del éxodo que huyó al exterior desde Venezuela a partir de 2014. 

En el extremo noroccidental de Colombia y sobre el mar Caribe, Capurganá es una de las puertas predilectas de los venezolanos en ruta a Panamá y a Paso Canoas, posta migratoria del sur de Costa Rica para seguir al norte. La estación de Las Trojes, zona surcentral de Honduras limítrofe con Nicaragua, ardió la semana anterior con un hervidero de venezolanos ansiosos por proseguir a Tecún-Umán, suroccidente de Guatemala y fronterizo con México. 

En cada escala, una pregunta casi sin respuesta — ¿para qué? — atormentó a los miles de venezolanos que, a pie y en autobús, con sus familias, solos o con amistades, sin dinero y sin deseos de mirar hacia atrás, migraron de Venezuela para avanzar por Colombia y Centroamérica a México con la única meta de entrar a EU. 

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“Es triste, decepcionante. ¿Pero qué hacemos?”, narró la venezolana Jennifer Viloria, de 28 años y de Caracas, sobre la resolución dictada por México y EU. 

Jennifer y su núcleo familiar —su hija, de 15, su compañero sentimental y el hijo de su pareja, de 9— se sumaron hace más de 30 días al éxodo. Cifras de las organizaciones de Naciones Unidas (ONU) y de Estados Americanos (OEA) aseguraron que, ya con más de ocho años, el fenómeno llegó este mes a un acumulado de 7.1 millones de venezolanos, aumentó sin cesar y provocó la más grave crisis migratoria del hemisferio occidental en el siglo XXI. 

Por ahora, los cuatro están en un albergue de atención humanitaria que la jerarquía católica de Costa Rica habilitó en la ciudad de Cartago, a unos 23 kilómetros al este de esta capital. 

Consultada por EL UNIVERSAL en ese sitio, Jennifer admitió ser consciente del fuerte impacto que la medida que aprobaron México y EU tendrá en la multitudinaria migración irregular de venezolanos por Colombia y Centroamérica hacia lo que, al emprender la travesía, sus protagonistas identificaron como su única finalidad: entrar a territorio estadounidense. 

“En eso estamos y con niños todo es más difícil. Tenemos la esperanza de que nos van a dejar pasar (de México a EU). Nos tocará ver cómo lo hacemos. La meta es llegar a EU”, respondió, al planteársele que el arreglo suscrito por autoridades mexicanas y estadounidenses es contundente e inflexible. 

“Hemos escuchado sobre ese acuerdo. Una posibilidad es quedarse en Costa Rica, pero nuestra meta no era llegar a Costa Rica. ¿Mirar para atrás? No. Jamás y menos por la selva (del Tapón del Darién). Por ahí no vuelvo a pasar. Por eso quizás nos toca trabajar en Costa Rica, esperar”, relató.

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