La militarización, las y las políticas de contención de los migrantes no sólo no son la solución al fenómeno migratorio, sino que son estrategias fallidas, carentes de un análisis de todos los factores alrededor de la migración. Y frente a las acciones insuficientes o la omisión de gobiernos, sociedad civil, ONG y jóvenes deben alzar la voz, ejerciendo presión y ofreciendo propuestas de largo alcance.

Tal fue la conclusión del foro de EL UNIVERSAL: Migrantes atrapados, crisis deportada. ¿Hay solución?, en el que participaron Maureen Meyer, vicepresidenta para programas de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA); William Murillo, presidente Ejecutivo de la organización 1800 Migrante; Eunice Rendón, coordinadora de la Agenda Migrante en México, y Karla Rivas, coordinadora de la Red Jesuita con Migrantes de Centroamérica.

“Las políticas de contención no funcionan”, advirtió Meyer, al explicar que cuando la gente huye “por su vida”, ni los muros ni los militares los van a detener. Lo que se necesita, añadió, es “administrar bien las fronteras”.

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Tampoco funciona, alertó Murillo, una política “de fronteras abiertas” como la ecuatoriana que, dijo, “ha permitido la llegada de las mafias”. Aludió a las raíces de la migración como factor a considerar. Como ejemplo puso el caso de su país, Ecuador, donde la violencia del narco y la falta de oportunidades laborales han llevado a miles a abandonar el país: “Si los ecuatorianos tuvieran una buena vida, no habría migración”.

Rivas remarcó la situación de los migrantes con los que la organización trata a diario: “Les falta comida, techo, vemos niñas que son abusadas”. Soluciones como las que plantea México, de hacer deportaciones, sirven a este país, porque “alivian la presión migratoria, pero no a los migrantes”, que después de haber pasado por grandes riesgos, en muchos casos por violencia, robos y abusos, se enfrentan a la amarga realidad de tener que regresar al país del que salieron huyendo. “No sólo hay que discutir mecanismos de corto plazo, sino pensar en medidas de largo alcance”, planteó.

Soluciones a medias

En cuanto a los programas existentes, como CBP One, o el Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés), los expertos coinciden en que, en el mejor de los casos, son respuestas insuficientes.

Uno de los grandes problemas en Estados Unidos, dijo Meyer, es que los programas migratorios que hay han sido autorizados por órdenes ejecutivas, debido a que el Congreso no ha sido capaz de aprobar una reforma migratoria. Al ser órdenes ejecutivas, tienen una gran limitante: pueden ser frenadas por un juez, o la siguiente administración.

Meyer se mostró pesimista respecto a la posibilidad de una reforma migratoria. “No hay voluntad política”, expresó.

En el caso de CBP One, un programa lanzado en un intento por poner “cierto orden” a los flujos migratorios, remarcó que se trata de un sistema muy injusto, en tanto que impone diversos límites a quienes pueden entrar. Por ejemplo, si los migrantes no tienen acceso a tecnología, no podrían usarlo; si hablan solamente una lengua indígena, tampoco. Y la cantidad de personas que puede procesar es más que insuficiente (mil 450 diarias cuando un promedio de 9 mil a 11 mil personas cruzan diario la frontera). “La demanda no va acorde a la oferta”.

William habló de “falta de voluntad” de países expulsores de migrantes, como Venezuela, que sólo ven las remesas, pero no hacen nada por mejorar las condiciones de vida para que la gente no tenga que salir.

México, un muro y un “mal necesario”

Rendón habló de la condición actual de México como el “muro” de contención de migrantes de EU.

Reconoció que los gobiernos mexicanos han sufrido la presión de sus pares de Estados Unidos para recibir y frenar migrantes. El discurso político estadounidense que, declaró, pareciera ser un “concurso para ver quién es más racista”, no ayuda, y México se ha convertido además, debido a la presión migratoria, en un país expulsor, un papel muy lejano al que solía tener.

México, consideró Meyer, sí puede ser país de destino para ciertos migrantes, siempre y cuando dé garantías de protección.

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“México tiene ese potencial y debería ejercer el liderazgo en la política migratoria regional”, acotó Rivas.

Por ahora, no se le puede considerar un “destino seguro”, insistió Murillo, quien llamó a México un “mal necesario para llegar a Estados Unidos”, un país donde se cometen graves violaciones a los derechos humanos, desapariciones y asesinatos.

“En México hay decenas de casos de ecuatorianos desaparecidos, pero no existe interés de descubrir o averiguar qué pasó”.

Rendón señaló que la Comisión Mexicana de Ayuda para Refugiados (Comar) está “rebasada” y que 2023 se encamina a ser el año con más solicitudes de refugio”.

Burocracia frente a acción

Está claro que los gobiernos solos no pueden, y en muchos casos no quieren, enfrentar el problema. Se necesita, argumentaron los participantes en el foro, de la presión, el apoyo y la participación de la sociedad civil, de las ONG e incluso grupos religiosos.

“Los gobiernos regionales no quieren hablar del fracaso de sus políticas públicas. La solución no está en manos de los burócratas”, planteó Murillo, quien dijo que las ONG y la sociedad civil deben presionar para lograr soluciones migratorias humanas, y por tener “representación en los espacios de poder” para así ser “voz de los migrantes”.

Rendón abogó por soluciones que incluyan una transformación de las estaciones migratorias para que no “parezcan cárceles” y sean espacios seguros, pero también por involucrar al sector privado y empresarial, de modo que la migración se vea como lo que es: una oportunidad.

Con el nearshoring, se van a generar fuentes de trabajo”, dijo. Lo que se necesita es “hacer conexión más inteligente, humana” entre empresas y migrantes. Más que crisis migrante, explicó Rendón, lo que hay es una “respuesta pobre” al fenómeno migratorio.

Rivas puso en la mesa la necesidad de una “política fiscal adecuada que asegure que se rompan los procesos históricos de desigualdad” y un elemento adicional: pensar en los públicos con los que se puede avanzar, que más pueden apoyar y presionar: “Los jóvenes”.

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