Desde la Dirección Federal de Seguridad (DFS) —el brazo espía de la Secretaría de Gobernación en México—, el capitán Fernando Gutiérrez Barrios pronosticó que Chile sufriría una insurrección castrense. “Los militares chilenos son apolíticos por tradición, últimamente están inquietos y empezaron a agitarse”, redactó a máquina en un reporte fechado en 1970.

Uno de esos militares inconformes era Arturo Marshall. De él se sabe poco, pues la mayoría de sus datos fueron tachados en negro por la DFS, pero el comandante Jorge Laurencio Bustos Chavarría dejó algunos registros en su expediente: Marshall era un excelente francotirador, fue campeón sudamericano de tiro, obtuvo el rango de boina negra en el ejército chileno y para 1972 había logrado ascender a oficial mayor. Vestía con ropa oscura, no usaba barba ni bigote, se presumía que se pintaba el pelo de negro y generalmente estaba acompañado por dos o tres personas.

Pero lo más relevante de Mar-shall era que su nombre aparecía en un intercambio de información entre la DFS y el servicio de inteligencia militar chileno —revisado por EL UNIVERSAL en el Archivo General de la Nación— como el sospechoso de planear un atentado contra Allende en la que sería su última visita a México a finales de 1972, durante la administración de Luis Echeverría.

En un informe de ese año a sus superiores, el capitán Bustos Chavarría (acusado posteriormente de la desaparición de seis guerrilleros mexicanos) escribió que Marshall estaba afiliado al grupo Patria y Libertad, “una organización de tendencia neofascista”.

El documento continúa diciendo: “Ha jurado atentar contra el presidente Allende. Ha estado preso por estar complicado (sic) en atentados contra funcionarios chilenos. Salió libre bajo fianza. Hace un año fue detectado en Bolivia. Se tuvo información de que hace 6 meses visitó México”.

Visita de Estado del presidente Salvador Allende con un protocolo de seguridad en la zona.

Arturo Marshall llevaba un tiempo participando en conspiraciones militares que intentaban capitalizar el descontento de las tropas por las condiciones económicas que enfrentaba el ejército. En 1969, uno de sus complots fue descubierto y terminó arrestado.

La Biblioteca del Congreso chileno tiene registros de que Arturo Marshall participó en otros dos intentos de golpes de Estado, uno en 1971 y otro al año siguiente.

Allende arribó al aeropuerto de la capital mexicana el 30 de noviembre de 1972 y el 2 de diciembre acudió a la Universidad de Guadalajara para pronunciar lo que él mismo calificó como el mejor discurso de su vida. Nada podía salirse de control: las fojas que reposan en el Archivo General de la Nación relatan que dos días antes de la llegada del mandatario los espías de la DFS husmearon en organizaciones de taxistas y confederaciones campesinas para saber cómo actuarían en la bienvenida. El día de su arribo, detectaron células de estudiantes inconformes con propaganda que decía: “Viva Allende, muera L.E.A.” (Luis Echeverría Álvarez).

En el Instituto Politécnico Nacional (IPN) también estaban calientes los ánimos. Agentes de la DFS reportaron que estudiantes de la Escuela Superior de Ingeniería Química e Industrias Extractivas, encabezados por el dirigente del comité de lucha, pegaron una serie de carteles en la Unidad Profesional Zacatenco, que decían: “El mejor homenaje que se le puede hacer al pueblo chileno es implantar el socialismo en México. No asistas a la recepción de Salvador Allende”.

El diario El Informador relató en sus ediciones de esos días que el mandatario llegó a México sin contratiempos y que la recepción en la embajada chilena fue descrita por él como “apoteósica”.

Cuando Allende llegó a Guadalajara, el profesor Miguel Ángel Tabares Luna era alumno de la escuela de monjas Martín de Coruña. “El ánimo se veía álgido, era un jolgorio.

El presidente Luis Echeverría aplaude de pie a Salvador Allende, luego de dar un discurso durante la visita a México

Había cartelones, banderitas chilenas que se repartían en serie”, contó en entrevista con EL UNIVERSAL.

“En 1972 ya era una ciudad insegura, no tanto como hoy en día, pero las disputas entre la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) con la Federación de Estudiantes Revolucionarios, y a veces también alguna banda de narcos, los grupos paramilitares, seguían provocando muertos.

“En los cordones de seguridad integraron a estudiantes de la FEG, ellos ya tenían años armados, yo tengo la imagen muy clara de que en ese mismo año del 72 yo vi a gente de la FEG que debajo de sus zarapes llegaban con armamento de alto calibre, hasta nos dejaban ver sus armas cuando nos visitaban a la secundaria”, recuerda Tabares Luna, actualmente profesor de Filosofía en la UNAM.

El atentado contra Allende no se llevó finalmente a cabo y no hay documentos que den cuenta de qué fue lo que pasó; el 11 de diciembre la DFS ordenó archivar los documentos del militar chileno y no hay más registros de él en los pasillos del Palacio de Lecumberri. Sin embargo, la vigilancia de Gobernación a Allende y a su familia fue mucho más extensa.

En el ojo de Gobernación

El primer reporte sobre Salvador Allende que hay en las cajas de la DFS data del 30 de junio de 1961, cuando llegó a México en el vuelo 464 de Cubana de Aviación a las 10:45 a.m. en una visita como senador: “Dicho legislador provocó un incidente sin importancia al disgustarse porque un fotógrafo de la PGR imprimió una placa de su persona”.

La revisión documental hecha por EL UNIVERSAL revela que los reportes sobre el líder socialista se acumularon durante los siguientes años: un vuelo a La Habana en compañía del diputado mexicano Manuel Stephens, del Partido Popular Socialista (PPS), en enero del 52; un memorándum del hotel donde se hospedó su colaborador Salomón Corbalán en el 63; un telegrama de Allende a Lázaro Cárdenas emitido en el 65, en el que le pide coordinar a dirigentes latinoamericanos para reunirse en República Dominicana tras la intervención estadounidense; un viaje con su hija Beatriz Allende Bussy.

Eran los años de la Guerra Fría y en el país confluían los intereses de diversas agencias de espionaje. En septiembre de 1965, la dirección del PPS redactó una amplia denuncia sobre el tema que se encuentra en el Fondo Histórico Lombardo Toledano de la Universidad Obrera de México. EL UNIVERSAL tuvo acceso a este documento, en el que se describe cómo un ingeniero mexicano ofreció dinero a Lázaro Rubio Félix, dirigente del partido, a cambio de información sobre los cuadros del PPS y luego lo presentó con un estadounidense que —para su sorpresa— sabía todo acerca de su familia.

“El segundo espía ofreció una suma de dinero considerable a nuestro compañero Rubio Félix para que fuera a Cuba y se conectara con agentes que la policía norteamericana tenía en la isla”, agrega el documento. “Recientemente se le presentó a un italiano mostrando su credencial de la CIA. Llegó concretamente a pedirle copia de la correspondencia de la Dirección Nacional del PPS”. La DFS mantenía el ojo sobre los movimientos de izquierda en México y sus relaciones con el allendismo. Entre 1971 y 1972, los espías escribieron dos informes sobre el embajador chileno Hugo Begoreña: uno sobre una reunión en la Universidad Obrera de México en la que anunció intentos de desestabilización del gobierno de Allende y otro sobre la conferencia que ofreció en el Centro Nacional de Comunicación Social A. C. (Cencos) acompañado de José Álvarez Icaza.

El reporte más extenso sobre Allende está fechado el 5 de septiembre de 1970, dos meses antes de que asumiera el poder en Chile. El capitán Fernando Gutiérrez Barrios, titular de la DFS, anotó: “En agosto de 1966 sostuvo entrevistas con David Alfaro Siqueiros. Cada vez que ha visitado México, se ha puesto en contacto con el Embajador de la Representación Diplomática de Cuba”.

La inteligencia mexicana supo leer los signos de desestabilización en Chile provocada por los militares desde antes de la llegada de Allende a la presidencia. Gutiérrez Barrios agregó: “Algunos oficiales de las fuerzas armadas ya retirados estuvieron creando problemas en el gobierno de (Eduardo) Frei. Por formación, la mayoría de los militares no serían marxistas y tendría que romperse la tradición apolítica para que intervinieran a favor de esa filosofía”.

Los pronósticos de Gutiérrez Barrios se cumplieron el 11 de septiembre de 1973, cuando los intentos de sublevación militar tuvieron su desenlace con el golpe de Estado que terminó con la vida del presidente. A 47 años de este suceso, las piezas del papel que jugó México en la vida de Salvador Allende aún no están completas.

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