Phoenix, Arizona

María Aguirre, de 20 años y de padres oaxaqueños, ya le perdió el miedo al presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Recuerda que en 2016, cuando el magnate resultó ganador en las presidenciales, a su familia le “inyectaron temor” para no inscribirla en el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), creado por la administración del expresidente Barack Obama como paliativo para los dreamers (migrantes que llegaron de niños al país) a falta de una profunda reforma migratoria.

“Era candidata, pero le dijeron a mi mamá que mejor no, que si me inscribía la migra tendría todos nuestros datos y nos expulsaría a México, dejando atrás a mis dos hermanos menores que nacieron aquí”, narra a EL UNIVERSAL.

Cuando reflexionaron que era mejor asumir el riesgo que continuar en la clandestinidad, era muy tarde: Trump había aniquilado el instrumento que permitía conseguir trabajo legal, sacar licencia y abrir cuenta bancaria.

“Trump nos dejó con las manos vacías y me quitó la oportunidad de que pudiera ayudarle a mis padres con los gastos de la casa”, continúa.

“Pero llegó el momento de la revancha”, afirma entusiasta y convencida la estudiante de la carrera de Sicología.

María, quien llegó a suelo estadounidense a los tres años, pasó de lamentarse a la acción a principios de octubre pasado, cuando se enroló en la campaña de la organización Viviendo Unidos por Cambio en Arizona (LUCHA, por sus siglas en inglés) para promover el registro y el ejercicio del voto.

La hora de la revancha: "dreamers" piden el voto
La hora de la revancha: "dreamers" piden el voto

“No es fácil, cuando estás en terreno privado te pueden dar un tiro o soltar los perros. Por fortuna no me ha pasado nada. Cuando siento que no soy bienvenida, simplemente me doy la vuelta y me retiro”, expone.

Son muchos los factores que impulsan a la joven a asumir esos riesgos, desde el racismo por el que ha pasado su familia por el hecho de hablar español hasta la decisión de Donald Trump de abandonar el Acuerdo climático de París.

“Yo no puedo votar, pero sí puedo ayudar a que otros voten. Quizá sea sólo un granito de arena, pero si vamos sumando entre todos, podemos cambiar las cosas”, asevera.

Determinación 

Son las 15:00 y la cita es en el parque Falcon, un complejo rodeado de colonias multiculturales y de clase trabajadora. El equipo está formado por seis estudiantes de licenciatura, quienes esperan la llegada del titular del pelotón.

A su llegada, Dee abre la cajuela de su vehículo y muestra el arsenal. Agua, barras de chocolates, paletas de hielo y equipo de protección contra el Covid-19.

Antes de asignar a cada uno su misión, les inyecta un último tanque de entusiasmo: “Sé que [el demócrata Joe] Biden no es el mejor candidato, pero todo es mejor que Trump”, dice.

“Llegó el momento, no del movimiento ni de la organización, sino nuestro momento, el de nuestra gente. Pensemos en nuestros padres y hermanos pequeños, en lo que se juega el resto del mundo. Sé que no es fácil, las miradas pesan, pero no podemos darnos por vencidos. Nos quedan sólo unas horas, toquemos puertas, saquemos el voto, echemos a Trump de la Casa Blanca”, continúa elevando el tono.

Equipada con cubrebocas, careta anticovid, guantes y gel antibacterial, así como con folletos con información sobre los candidatos demócratas a la presidencia y el Senado: Joe Biden y Mark Kelly, María emprende camino por las silenciosas calles del barrio North Willow Square.

Le han asignado 30 domicilios, los últimos que faltan por visitar en ese punto de la ciudad. Todos están registrados como votantes independientes o demócratas, para reducir el riesgo de una posible agresión. Es guiada por una aplicación telefónica diseñada para la operación.

Lleva 10 domicilios y no ha podido hablar con nadie: no están o han cambiado de domicilio, reporta en la app.

Al final de la jornada informa a la “base” lo siguiente: “Desafortunadamente no pude hablar con mucha gente, pero con aquellos que sí pude platicar fueron muy amables. Un muchacho me dijo que personalmente habló con Mark Kelly y que espera llegue al Senado”.

Stephanie Maldonado, directora de campañas de LUCHA, describe el periodo en el que Trump ha estado en la presidencia como el de mayor presión para los movimientos de lucha social en Arizona, desde la época del exalguacil Joe Arpaio y la introducción de medidas discriminatorias como la SB1070, mejor conocida como la “ley del odio”. “Han sido cuatro largos y dolorosos años”, asegura, aunque cree que esta elección cambiará el rumbo de Arizona, y por tanto, del resto del país.

Confía en que la hegemonía republicana llegará a su fin con la participación histórica de la juventud y las comunidades de color.

“Arizona está lista para el cambio, porque hoy somos más personas de color, somos más latinos y somos más jóvenes, y eso está causando miedo en las filas republicanas, porque saben que nosotros definiremos esta elección”, dice en entrevista. Espera que la victoria de Biden ponga fin al limbo en el que están las personas sin papeles como María. Después de todo, DACA nació durante la presidencia de Obama, de quien Biden fue vicepresidente.

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