Ansiosa de construir un futuro en libertad, la familia formada por los cubanos Niurka González, de 30 años, y Yosdani Ajete, de 28, y su hijo Justin, de tres, salió el 24 de noviembre de 2018 de Cuba hacia Estados Unidos, en una arriesgada travesía por aire, tierra y mar: por Guyana, Brasil, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México.

Con un desencanto porque, tras 24 meses, siguen sin ingresar al país norteamericano, Niurka, ahora de 32, Yosdani, ya con 30, y Justin, con cinco, continúan en México. “Estamos bien frustrados”, describe la mujer ante su situación.

Los tres quedaron atrapados —de junio de 2019 a septiembre de 2020— en una ciudad fronteriza de México desde la que, a diario, divisaron el suelo estadounidense con tristeza y anhelo, que es Reynosa, Tamaulipas.

Amenazados de muerte por matones mexicanos, huyeron de Reynosa y ahora, ocultos en algún sitio del lado de México en un paso limítrofe con Estados Unidos su futuro es incierto.

Estados Unidos les negó tres veces la entrada y en otra, tras penetrar ilegalmente a esa nación, una patrulla les detectó y devolvió a México. Niurka y Yosdani dijeron que salieron de Cuba por razones políticas, para huir de “la dictadura comunista” que gobierna a esa nación desde 1959, y para escapar de la aguda crisis socioeconómica de la isla.

“Esto es muy triste. Parece mucho tiempo, pero para nosotros es muy lento”, afirmó Niurka en una entrevista por WhatsApp ayer con EL UNIVERSAL y, por miedo, sin revelar la ubicación del núcleo familiar.

“Han sido dos años muy duros”, refirió Yosdani por la misma vía.

Calvario

Los tres emprendieron la odisea al viajar en avión como turistas de Cuba a Guyana, que limita al este con Venezuela y exoneró de visa a los cubanos. Como migrantes irregulares, prosiguieron a pie, avionetas, lanchas y autobuses a Brasil, Perú, Ecuador, Colombia, y por último a México.

El trayecto estuvo plagado de sobornos, agresiones y hostilidad de policías, militares, oficiales migratorios y bandas criminales… y todavía EU parece lejos. EL UNIVERSAL tuvo un primer enlace con esta familia en marzo de 2019 en su paso de Colombia a Panamá por una selva.

Riesgos

Pese a las dificultades de subsistencia en México, ella nunca aceptó entrar a las redes de prostitución de cubanas en ese país y él jamás aceptó inmiscuirse con grupos criminales mexicanos.

“Él sigue trabajando de barbero y yo poniendo uñas. Hay muchas cubanas en la prostitución en México. No puedo hacer eso ni loca y mi esposo tampoco me lo va a permitir. Me desespera ver que mi hijo ni escuela tiene: está grande y necesita estudiar”, dijo.

Niurka y Yosdani temen represalias contra su familia en Cuba. “A mis parientes los amenazan en Cuba por lo que hemos denunciado de los atropellos de la policía cubana. Tenemos miedo creíble de que, si nos deportan, nos hagan la vida imposible en Cuba”, contó él.

Pese al cierre de puertas, la pareja creó en 2019 un canal en YouTube que, con tono irónico y ajustado al típico humor negro de los cubanos, se llama “Pies secos-pies mojados”.

El 12 de enero de 2017, para frenar la migración irregular desde Cuba, Washington derogó la política de Pies secos-pies mojados, establecida en 1995 y que favoreció a los cubanos al ingresar a Estados Unidos.

“Pies secos-pies mojados” reinterpretó la Ley de Ajuste Cubano, emitida por Estados Unidos en 1966 y aún vigente, y dio ventajas laborales y migratorias a los cubanos que llegaron a territorio firme estadounidense, sin importar si usaron vías ilegales, y a los hallados en el mar se les deportó a Cuba.

“Me bloquearon”

En su soledad, ambos ironizaron sobre sus parientes en EU. Tras salir de Cuba y hasta llegar a Perú, “yo supuestamente tenía familia”. Pero cuando sus familiares se enteraron de su arribo a México en 2019, “todos, pensando que les iba a pedir dinero, me bloquearon” de cualquier contacto.

“Sólo un amigo y un primo de mi esposo nos esperan. Toda la familia se olvidó: el cubano es muy mal agradecido”, lamentó Niurka. Yosdani mencionó que uno de sus tíos maternos vive hace 29 años en ese país “y no ha sido capaz de ayudarme”.

Pese al suplicio, tampoco se despojan de sus ansias de construir un futuro en libertad. Por eso, prefieren aferrarse a un sueño: que el cambio en la presidencia de EU sepulte la política de Donald Trump contra la migración y que, con la llegada de Joe Biden a ese cargo, surja una flexibilidad migratoria.

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