San José. – Un refrán mexicano —“no me defiendas, compadre”— explicaría en sus 34 meses como presidente de Chile, al exhibir la influencia que La Habana desplegó en el país sudamericano y alentó a las más poderosas fuerzas políticas y militares de la derecha chilena para perpetrar el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.

La permanente presencia cubana en asuntos chilenos a partir de que, el 3 de noviembre de 1970, Allende asumió la presidencia por triunfo electoral y no por las armas, ¿fue solidaridad revolucionaria de Cuba con Chile? ¿O fue un exceso calculado de Castro para exacerbar el temor de la derecha chilena y de Estados Unidos —presidido por Richard Nixon (1913-1994), un halcón republicano— de que en Chile se estaba instalando una segunda Cuba?

¿Qué prefirió Castro: un Allende mártir (se suicidó el día del golpe)? ¿O un Allende que completara su mandato constitucional de seis años, escalara como nuevo líder de la izquierda en América Latina y el Caribe y le hiciera sombra al defender otra ruta —votos en vez de balas— de buscar el poder?

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Con su accionar, ¿alentó Castro la caída del gobernante socialista para alimentar un incendio político regional con regímenes derechistas dictatoriales, desprestigiados y socios de Washington, y ganar adeptos a la causa revolucionaria —armada y no electoral— defendida por Cuba... con guerrillas comunistas en América Latina y el Caribe?

Al llegar ayer al 50 aniversario del golpe de Estado con el que el general ultraderechista chileno Augusto Pinochet (1915-2006) derrocó a Allende (1908-1973) e implantó una dictadura militar que gobernó hasta marzo de 1990 con 17 años de represión, un dato mostró la fuerte infiltración de Castro (1926-2016) sobre el entonces gobernante chileno.

Aunque la costumbre diplomática sugiere que las visitas de un presidente foráneo a otro país y al gobernante anfitrión sean de dos o tres días, Castro hizo una a Chile en 1971 convidado por 10… pero se quedó del 10 de noviembre al 4 de diciembre: 24 noches y 23 días.

“Se aparece este señor (Castro) vestido de verde olivo, invitado por unos días… y se queda 23, recorriendo Chile entero”, recordó el exguerrillero argentino Jorge Masetti, periodista, cineasta, analista político, exagente del régimen comunista de Cuba en operativos en América, Europa y África y exiliado en París con su esposa, la cubana Ileana de la Guardia.

“Por esa presencia de Castro en Chile casi se puede asegurar que la burguesía chilena fue a tocar a la puerta de los cuarteles para que se diera el golpe de Estado. Con esto no justifico el golpe y menos la represión que hubo después”, dijo Masetti a EL UNIVERSAL.

Masetti fue hijo del fallecido periodista y guerrillero argentino Jorge Masetti (1929-1964), desaparecido en la guerrilla en Argentina, fundador en 1959 de Prensa Latina, la agencia de noticias del gobierno de Cuba, y amigo de Castro y del asesinado guerrillero argentino-cubano Ernesto “Che” Guevara (1928-1967).

Masetti hijo rompió en 1989 con La Habana cuando su suegro, el coronel cubano Antonio de la Guardia, fue fusilado ese año por narcotráfico con otros emblemáticos oficiales de Castro. Como agente, Masetti hijo conoció detalles de las aventuras mundiales de Castro.

“Fidel hizo todo para que se diera el golpe de Estado en Chile. Claro que no se le puede responsabilizar a él solo. Tampoco creo que Fidel haya tenido la incapacidad política de no darse cuenta de que su presencia en Chile fomentaba el golpe de Estado”, explicó.

“Castro recorrió Chile con un discurso de radicalizar la revolución: para construir el socialismo, el verdadero poder se conquista con armas y no con elecciones. Eso alertó a los militares chilenos y a la burguesía”, afirmó.

“La izquierda latinoamericana debatía si tomar el poder por elecciones, como decían comunistas y socialistas, o por la lucha armada, como pensábamos los ‘guevaristas’ por no decir abiertamente ‘fidelistas’. Fidel no podía aceptar otra teoría”, subrayó.

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Al señalar que “su teoría siempre fue: a partir del foco guerrillero se logrará el poder”, mencionó que “apareció Allende, democrático, honesto, con medidas progresistas que, quizás, no iban al socialismo real como en la Unión Soviética (URSS) y Cuba: para Fidel eso era inaceptable”.

Castro alcanzó el poder por las armas en 1959, siempre fomentó lo que fueron fracasadas guerrillas latinoamericanas y caribeñas—Bolivia, Argentina y Venezuela—y un único triunfo en 1979 en Nicaragua. Allende lo ganó con votos, ruta que el cubano jamás apoyó.

Tras el golpe, Castro convirtió a Allende en símbolo socialista y bautizó una calle habanera en su honor. Cuba siempre negó las repetidas acusaciones que surgieron en Chile de que Castro intervino en los asuntos internos chilenos.

“Siempre se sataniza a Cuba. Fidel… gran amigo del pueblo chileno”, aseveró la diputada chilena Lorena Pizarro, del Partido Comunista de Chile (PCCh) y expresidenta de la (no estatal) Agrupación de Familiares de Detenidas y Detenidos Desaparecidos (AFDD), de ese país.

“La presencia de Fidel y de Cuba (en el gobierno de Allende) fue en un contexto de una América Latina y el Caribe muy convulsionada por la demanda (popular) de mayor justicia social y una agresión brutal del imperio (de EU). Fidel ofrecía ayuda, experiencia y solidaridad”, adujo Pizarro a este diario.

Castro y su alud comenzaron a aterrizar en 1970 en Chile unos tres años después de la caída (octubre de 1967) de Guevara y su insurgencia en Bolivia y en hoguera de Guerra Fría: choque de EU con Cuba por organizar guerrillas en América y otros sitios y de Washington y Moscú en la pugna este-oeste o capitalismo versus comunismo.

Con Allende atrapado en una sacudida social interna, la Casa Blanca giró su tradicional política intervencionista y dio un virtual cheque en blanco a Pinochet para romper el orden constitucional.

“Castro nunca creyó en la vía chilena al socialismo en democracia, pluralismo y libertad” de Allende, aseguró el abogado chileno Ignacio Walker, del opositor Partido Demócrata Cristiano de Chile y excanciller, exsenador y exdiputado, en alusión indirecta a que en Cuba se carece de pluralismo, se cuestiona su sistema democrático y se pide libertad.

“(Allende) admiraba a Fidel Castro y a Cuba, pero decía que en Chile las cosas se iban a hacer de otra manera”, planteó Walker a este diario.

La URSS, que se desintegró en 1991, “nunca creyó en la ´segunda vía’ al socialismo” distinta al socialismo real soviético o en Europa del Este y Cuba, “los ojos estaban (sobre) Chile y su revolución socialista con ‘sabor a empanadas y vino tinto’, como la definió Allende”, agregó.

Al argumentar que “la tragedia” de Allende fue más allá de que Cuba y la URSS “no creyeran” en la “segunda vía”, narró que “la tragedia es que tampoco en Chile la vía ‘allendista’ encontró eco” en Unidad Popular, coalición izquierda con la que fue candidato en 1970 y logró la Presidencia.

“Allende era el único que creía en la vía chilena al socialismo en democracia, pluralismo y libertad. Eso fue siempre su trayectoria” desde 1937 como diputado, ministro, senador y cuatro veces candidato presidencial, adujo.

De inmediato, sentenció: “La cruda verdad es que Allende quedó solo”.

… y sin compadres.

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