San José.— Todo pareció la repetición de una vieja fábula sobre la existencia de dos noticias, una buena y una mala.
Con la buena, América Latina y el Caribe pudieron proclamar una victoria sanitaria global en 2019 luego de que estudios e investigaciones de organismos multilaterales mundiales confirmaron que bajó la transmisión “vertical” del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) de la madre al feto o al bebé en el embarazo, el parto o la lactancia.
Con la mala, se reveló que los recién nacidos con VIH, que provoca el desarrollo de la enfermedad del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida), tienen menos acceso a un Tratamiento Antirretroviral (TAR) y que la mitad de los bebés que no se logró evitar que naciera con el virus morirá antes de cumplir dos años.
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La transmisión vertical se deterioró a cifras previas a 2019, según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida, ONUSIDA. En un informe de julio de 2022, ONUSIDA reveló que “la cobertura infantil sigue muy por debajo de la cobertura para adultos y ha mejorado menos con el tiempo (...); la cobertura de la transmisión vertical del VIH en 2020-2021 cayó por debajo de los niveles alcanzados en 2019”.
El porcentaje de embarazadas positivas de VIH con tratamiento en la zona subió de forma progresiva de 42.2 en 2010 a 53.4 en 2013; 60.7 en 2016; 67.0 en 2017; 70.4 en 2018 y 73.0 en 2019, pero cayó a 62.0 en 2020 y 62.9 en 2021, en una regresión a escenario de hace siete años, puntualizó.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés) mostró que a 2020, 62 mil niñas, niños y adolescentes de 0 a 19 años viven con VIH en América Latina y el Caribe, con mínimo de 42 mil y máximo de 92 mil. El total planetario en ese rango de edad sumó 2 millones 780 mil, con mínimo de un millón 890 mil y máximo de 3 millones 590 mil.
ONUSIDA informó en 2022 que 42% de niñas y niños con VIH en América Latina y el Caribe están “sin acceso a tratamiento”. Con la combinación de cifras de ONUSIDA y UNICEF, el desamparo afectaría a más de 26 mil, con mínimo de más de 17 mil 600 y máximo superior a 38 mil 600.
“Las formas entrecruzadas de estigma y discriminación en América Latina impiden el acceso a los servicios de VIH y aumentan la vulnerabilidad”, alertó ONUSIDA, al confirmar que la zona registró “la mayor cantidad de crímenes de odio contra lesbianas, homosexuales, bisexuales, transgénero e intersexuales [LGBTI] en el mundo”, con 311 mujeres transgénero asesinadas en 15 países latinoamericanos de octubre de 2020 a septiembre de 2021.
Con la violencia de por medio como añeja fórmula hemisférica para dilucidar problemas, otro panorama parecería urgente.
“La medicación es esencial, pero el amor, el cariño y el apoyo de la familia son las principales recetas para ayudar a una niña o a un niño con VIH”, afirmó la sicóloga clínica panameña Neyma Paniagua, especialista en la sección de Panamá de la (no estatal) organización internacional Aids for Aids. “Lo peor es la discriminación social. Lo ideal es que, a partir de los seis años, se le empiece a dar al niño o a la niña la información precisa para que sepa su situación con el VIH y comprenda que debe medicarse para toda la vida”, dijo Paniagua a EL UNIVERSAL.
A nombre de Aids for Aids, creada en 1996 con sede en Nueva York, Paniagua labora en un hospital público de la capital panameña para dar atención sicológica e integral a población infantil y adolescente con VIH y a sus padres, madres, abuelas o cuidadores. Al relatar que “la madre, si es que está viva y sobrevivió al VIH, el padre, si es que hay, la abuela o la persona a cargo de la niña o del niño a veces reaccionan con miedo y prefieren ocultar la verdad”, adujo que el temor surge porque, si en la escuela o en la comunidad se enteran de que su pariente tiene VIH, “los pueden discriminar y eso es muy grave”.
Indicó que “algunas personas esconden la verdad al resto de la familia. Pero luego una hermana o un hermano del niño o de la niña preguntan por qué él o ella toma medicina y todo eso se vuelve difícil dentro de la convivencia. El niño o la niña también cuestionan y preguntan por qué.
“Lo más importante es la medicación. Muchos adolescentes quieren abandonarla, pero deben entender que si no la toman, el virus se les va a descontrolar. La alimentación y el autocuidado son muy importantes”, señaló. Al insistir en que cuidadores “deben comprender eso”, dijo que “el problema es que muchas son familias disfuncionales, ya que la madre o el padre o los dos tienen VIH y quizás ya no viven juntos (...) Si es la abuela o el abuelo o un tío o alguien más el encargado, quizás se le hace todo más difícil para lograr que la niña o el niño obedezca para mantenerlo medicado”.
Tras aclarar que, al menos en Panamá, la medicación es gratuita, recordó que los trabajos en torno al VIH se rigen bajo una concepción tripartita 95-95-95. Con la primera, identificar a 95% de la población con VIH con pruebas rutinarias de laboratorio. Con la segunda, someter a 95% ya detectado al tratamiento en un centro de salud. Y con la tercera, lograr que 95% tome la medicación. “La medicación por un mínimo consecutivo de tres meses hará que el virus sea indetectable, esté controlado y no sea transmisible, sin ignorar que tampoco eso significará que el cuerpo esté libre de VIH. La medicación deberá ser de por vida, sin interrupción”, dijo Paniagua. “No implica que no hay virus, sino que ya es tan pequeño que no se transmite o que la marca viral es baja. Pero si la medicación se abandona, el virus volverá: seguir el tratamiento con rigurosidad y disciplina conseguirá que el virus sea indetectable”, añadió.
Sobrellevar las cargas diferentes que impone el VIH “afecta la convivencia social”, admitió.
“Unas madres adoptan el secretismo porque, quizás, se quedaron sin apoyo de su familia que, al darse cuenta de que de la niña o el niño tiene VIH, simplemente discriminan por miedo. Muchos menores de ambos sexos son rechazados por su familia. Esto ocurre por falta de información correcta”, dijo. Con la información precisa “a veces se corrige ese comportamiento discriminatorio”.
Sin posibilidad de que sea por contacto casual y con características diferentes a otros virus, como el del coronavirus, el VIH sólo se transmite por relaciones sexuales sin protección con persona con VIH, de la madre con VIH al bebé en embarazo, el parto o la lactancia y a través de jeringas, agujas u otros instrumentos punzantes contaminados y de transfusiones con sangre contaminada por VIH.
“Con la información correcta bajan los niveles de ansiedad de una familia, se responden las dudas y se aprende a convivir y a dar amor. Cuando se desconoce algo, se genera miedo”, acotó Paniagua. “El miedo se acaba con información. Una persona siga con rigor su medicación conseguirá que el virus sea indetectable y llevará una vida normal. Podrá casarse y tener un matrimonio como muchos otros, en vida plena. Sus hijos no nacerán con el virus y tampoco lo transmitirá a su pareja”.
Hay “una regla individual: ‘Si me cuido, cuido a los demás’. Hay muchas personas desprotegidas porque desconocen que, si se les detecta VIH, pueden asistir a tratamiento adecuado médico y sicológico”, remarcó.
El estudio de ONUSIDA desnudó realidad regional. Entre otros:
América Latina “ha avanzado poco” en reducir nuevas infecciones por VIH desde 2000, con aumento de 5% de 2010 a 2021.
En 2021, 2 millones 200 mil personas en área, con mínimo de un millón 500 mil y máximo de 2 millones 800 mil, vivían con VIH. De ellos, 31% está aún sin acceso a tratamiento.
Del total, 82% conocía su estado serológico; 69% tenía acceso a tratamiento (85% de personas que conocían su estado serológico) y 63% estaban suprimidos viralmente o con virus indetectable (91% de los que estaban en tratamiento).
La cobertura del diagnóstico y el tratamiento sigue siendo menor para ellos que para ellas, aunque la brecha se reduce.
Aunque la región obtuvo “avances importantes” en ampliar el acceso al tratamiento contra el virus, “los esfuerzos para garantizar el diagnóstico oportuno y la inscripción en la atención siguen siendo insuficientes, la adherencia al tratamiento sigue siendo un desafío y los desabastecimientos de medicamentos antirretrovirales empeoran los resultados del tratamiento contra el VIH”.
El 31% de quienes vivían con VIH en América Latina en 2021 aún no recibían terapia antirretroviral y el porcentaje de los recién diagnosticados con infección avanzada por VIH varió de 10% en Uruguay a 44% en Paraguay.
Sólo 10 países incluyeron la profilaxis oral previa a la exposición diaria, medidas preventivas para evitar la propagación, en sus directrices nacionales a finales de 2021 y muchos sólo aplican la política en distritos seleccionados.
La política de autodiagnóstico del VIH rige sólo en cuatro países y sólo Brasil pone a disposición paquetes de autopruebas mediante servicios públicos y privados de salud. Las desigualdades sociales proliferaron en países latinoamericanos y caribeños, con 230 millones de sus 661 millones de habitantes, según la Organización de Naciones Unidas (ONU), atrapados en pobreza moderada y extrema, y socavaron los esfuerzos para acabar con el Sida en 2030.
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