Madrid.— El Delta del río Ebro es un claro ejemplo del deterioro ambiental que sufre España como consecuencia, sobre todo, del cambio climático y la mala gestión del agua, cada vez más escasa.

El río Ebro, que surca el noreste de la península ibérica, está sometido a la sobreexplotación a lo largo de su trayecto, por lo que llega exhausto a su desembocadura en el Mediterráneo, lo que degrada el ecosistema y perjudica a los arrozales de la zona.

La contaminación también amenaza el modo de vida de los pobladores de esta región que está herida de muerte, porque con excesiva frecuencia el mar se adentra en el río salinizando las aguas del delta.

Marcela Otamendi, propietaria de arrozales y de un restaurante en el Delta del Ebro, es una de las afectadas por la corrupción del entorno acuático que durante años ha procurado el sustento de buena parte de sus más de 60 mil residentes. “Si seguimos así, estamos condenados a desaparecer. Es una pena porque somos la tercera zona húmeda más importante de Europa y ésta es una región privilegiada”, dice a EL UNIVERSAL. Durante varios meses al año, el mar penetra en el Ebro y se estaciona el agua salada entre 12 y 40 kilómetros tierra adentro.

“Todo lo que eran dunas y una vegetación extraordinaria ahora es mar, porque por el río no bajan sedimentos debido a la construcción de presas. El cambio climático y la compactación que va hundiendo el suelo contribuyen también a la regresión, por la que perdemos terreno”, agrega.

Cuando hay temporal, el mar alcanza en ocasiones a las zonas de cultivo de arroz, lo que reduce la cosecha anual en 50%, además de que el grano baja de calidad por la salinización del agua.

En época de tormentas las olas llegan a golpear la fachada del restaurante de Marcela, debido a que en las últimas décadas ha desaparecido la barrera de arenales y dunas que se extendía varios centenares de metros separando el mar de los asentamientos del interior. Lamenta que la autoridad no tome cartas en el asunto.

El problema es estructural, debido a que el Delta está retrocediendo entre cuatro y 15 metros anuales, y se está hundiendo entre uno y 3 milímetros al año por la falta de sedimentos y la actividad humana, indica Manolo Tomás, portavoz de la Plataforma de Afectados del Delta del Ebro.

“Hay una mala gestión del río Ebro que se está haciendo sobre la base de un millón de hectáreas de regadío y 200 embalses, en un proceso de cambio climático que hace que no llegue a la desembocadura el agua y los sedimentos necesarios para mantener la salud del Delta”, relata. El humedal del Ebro no es un caso único. La situación en otras regiones es crítica por la mala gestión del agua, los trasvases fluviales, la construcción de presas, la sobreexplotación de los mantos acuíferos, la contaminación y el trastorno de los ecosistemas. Los expertos alertan que el cambio climático y la falta de agua afectan con intensidad a España.

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