San José. – Atornillada o clavada al poder y decidida a blindar o soldar toda fuga, portillo, válvula o filtro de riesgo de perderlo, la revolución socialista venezolana arribó este sábado a sus 25 años con el futuro democrático de Venezuela en el centro de gigantescos signos de interrogación.

La revolución comenzó a instalarse en 1999 y, con sus referentes históricos y geográficos en el socialismo americano y mundial, después de 50 años de la china, 40 de la cubana, 30 de la libia y 20 de la nicaragüense, pero a solo 10 de la caída del Muro de Berlín y del inicio del colapso o del desplome de la Unión Soviética y del campo comunista de Europa del Este.

A diferencia de China en 1949, Cuba en 1959, Libia en 1969 y Nicaragua en 1979, que alcanzar el poder al triunfar en la ruta de la guerra o en la del golpe de Estado, el régimen que el teniente coronel Hugo Chávez (1954—2015) inició en Venezuela llegó al mando tras vencer en diciembre de 1998 en la vía electoral.

A 25 años de que empezó su progresivo asentamiento, el régimen de Caracas comprendió que someterse, cinco lustros después, a la prueba de unos comicios—libres, justos, democráticos, transparentes y verificables como los que Chávez ganó en 1998—podría llevarla a la… pérdida del poder: elecciones sí, pero bajo los rangos impuestos por la propia revolución.

Si acudir a las urnas con reglas iguales para unos y otros le sirvió en 1998 al “chavismo” para ascender al trono del Palacio de Miraflores, sede de la Presidencia en Caracas, los “chavistas” dejaron esa opción en 2024 fuera de sus concesiones políticas: de manera irónica, el puente de elecciones libres que disfrutaron en 1999 para entrar a Miraflores… ya se lo clausuraron en 2024 a sus rivales.

El cuestionado presidente de Venezuela, el izquierdista Nicolás Maduro, heredó el timón a la muerte de Chávez en marzo de 2013, ganó la presidencia en abril de ese año en unos comicios tildados por la oposición como fraudulentos y gobernó un primer sexenio para reelegirse, en otras dudosas elecciones en mayo de 2018, para segundo mandato de 2019 a 2025.

La revolución “cumple 25 años de aguante, resistencia activa y en victoria”, proclamó el político izquierdista y militar retirado venezolano Diosdado Cabello, primer vicepresidente del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y segundo principal jerarca de esa nación.

En un mensaje al país, rememoró que Chávez “llegó (…) para cambiar la historia de la Patria. Nosotros tenemos Patria gracias a Chávez y eso no lo perdona el imperialismo (de Estados Unidos), pero el que se meta con uno se va a tener que meter con todos” y anticipó que “venceremos”.

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¿Y el poder?

Maduro ya se empoderó como candidato del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) a las presidenciales previstas para el segundo semestre de 2024, pero a sabiendas de que todo podría estar en riesgo en esa consulta popular… menos el poder.

Por eso y otros motivos, Maduro impidió a la opositora derechista venezolana, María Corina Machado, candidata presidencial de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), competir con el actual mandatario en la carrera electoral de este año hacia Miraflores.

El Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela (TSJ), dominado por Maduro, anunció el 26 de enero pasado que ratificó que Machado quedó inhabilitada hasta 2036 para aspirar a cargos de elección popular, con lo que le prohibió participar en la contienda presidencial de este año. Machado fue escogida en comicios primarios en octubre de 2023 como candidata presidencial de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), principal bloque opositor venezolano.

Machado fue castigada por favorecer el asedio económico de EU a Venezuela, entre otros cargos. Por sacar a Machado de la contienda, EU comenzó esta semana a reactivar las sanciones económicas que impuso contra Venezuela de 2014 a 2017 al aducir que Maduro violó los derechos humanos y rompió el orden democrático en Venezuela.

Con su dominio de los poderes Legislativo, Judicial, Ejecutivo, Electoral y el andamiaje institucional, Maduro llevó al TSJ a ratificar un fallo de 2023 sobre la inhabilitación que se impuso en 2015 a Machado en un inicio de 12 meses y que llegará a 2036. El régimen alegó que es cosa juzgada sin nada más que debatir.

Pero arrinconar a Machado provocó un choque internacional. El gobierno y la PUD firmaron el 17 de octubre de 2023 en Barbados un acuerdo para realizar elecciones libres y transparentes en 2024.

Al día siguiente, EU flexibilizó las sanciones, por lo que el juego oficialismo—oposición podría paralizarse y tender pronósticos pesimistas sobre el futuro democrático de Venezuela. EU condicionó repetidamente en los últimos seis años que, para levantar las represalias, Maduro debía aceptar medidas para reconstruir la democracia, como el proceso electoral.

“En Venezuela existe una política de represión contra cualquiera que el gobierno de Maduro considere una amenaza o una crítica, sea real o ficticia”, dijo la abogada española Clara del Campo, encargada de campañas para Suramérica de Amnistía Internacional (AI), organización mundial no estatal de derechos humanos con sede en Londres.

Basada en la Corte Penal Internacional, la Organización de Naciones Unidas (ONU) y AI, Del Campo dijo a ELUNIVERSAL que “hemos concluido que existen suficientes motivos para sostener que las autoridades bajo el mando de Maduro han cometido crímenes de lesa humanidad”.

“Millones de personas en Venezuela requieren ayuda humanitaria para cubrir sus necesidades básicas, mientras que el 25% de la población nacional ha huido del país (más de 7 millones 100 mil personas desde 2014). La situación de derechos civiles y políticos en particular, y de derechos humanos en general, es evidentemente crítica”, recalcó.

“Lo que desde Amnistía llamamos política de represión incluye violaciones de derechos humanos y crímenes de derecho internacional que buscan silenciar y controlar la disidencia, y se aplica de forma más frecuente y masiva en torno a periodos electorales como el que inicia este 2024”, insistió.

Tras describir que “las autoridades venezolanas hacen un uso abusivo de la fuerza”, explicó que “cometen ejecuciones extrajudiciales, ejercen tortura y malos tratos, hostigan a la sociedad civil, y realizan detenciones arbitrarias para ese fin”.

“Cientos de personas permanecen actualmente detenidas injustamente, sometidas a condiciones de reclusión inhumanas y exigimos su libertad inmediata e incondicional”, demandó.

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La hostilidad

El régimen de Maduro rechazó reiteradamente esas y otras acusaciones y las atribuyó a la hostilidad de Estados Unidos en contra de la revolución.

De acuerdo con el régimen, la profunda crisis socioeconómica—hiperinflación, megadevaluación, escasez y encarecimiento de medicinas, alimentos y artículos básicos—que se agudizó en Venezuela en especial a partir de 2014 fue provocada por las represalias financieras o “guerra económica” de EU contra la revolución.

Maduro calculó en enero de 2023 que el impacto directo de las represalias de Washington llegó a 232 mil millones de dólares y el daño patrimonial a 642 mil millones de dólares. Al detallar que, desde 2015, las pérdidas por el acoso de EU fueron por 411 millones de dólares al día, acusó que “ha sido una estrategia de guerra criminal. Crímenes imperialistas de lesa humanidad”.

En su cuenta de X (antes Twitter), el canciller venezolano, Yván Gil, escribió este viernes que “la constante hostilidad de Washington hacia Venezuela no es casualidad; nuestra revolución representa una luz de esperanza para los pueblos del mundo, y es percibida como una amenaza por quienes buscan mantener su hegemonía”.

La revolución “continúa vigente, gracias a la resistencia y determinación del pueblo”, alegó.

El “chavismo” se apegó a un famoso y lapidario consejo del fallecido comandante guerrillero comunista nicaragüense Tomás Borge (1930—2012), uno de los fundadores en 1961 del gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que en 1979 derrocó por las armas a la dinastía dictatorial derechista de la familia Somoza que gobernó desde 1934.

Borge recomendó a los comunistas y revolucionarios estar dispuestos a perder todo… menos el poder, para construir la “dictadura de la democracia”. “Lo único que no podemos perder es el poder”, sentenció.

Al arribar este sábado a sus primeros cinco lustros, surgió una duda: ¿Llegará la revolución de Venezuela a los 75 años, como los que cumplirá la de China en octubre próximo, o a los 65, como los que cumplió la de Cuba en enero pasado?

“25 años de odio”, afirmó el comunicólogo y académico venezolano Humberto Jaimes en un artículo en el periódico El Nacional, el principal de Venezuela y que solo circula en versión digital, ya que en 2018 suspendió su edición impresa por el asedio del régimen, la falta de papel y la aguda crisis política, institucional y socioeconómica de ese país.

“En el germen de la revolución (…) siempre estuvo presente el rencor”, agregó.

Al recordar que tras ganar en 1998 en una contienda electoral en la que lanzó “encendidas palabras contra empresarios, partidos políticos y sectores sociales” que se le opusieron, mencionó que Chávez ofreció “palabras de reconciliación” y garantizó que “en mi corazón no hay sentimientos de venganza ni una pizca de odio”.

“Todos pensaban que las aguas se calmarían con este cierre de la polémica contienda electoral. Pero no fue así. El líder asumió el poder en febrero de 1999, y desde entonces nunca abandonó la descalificación del oponente basada en razones de clase social, ideología política, entre otras”, aseguró Jaimes.

El aniversario político encontró a la revolución venezolana con el empeño de consolidar las más estrechas alianzas en el mundo socialista o comunista o anti--Washington, primero con Cuba—su principal aliado—y enseguida con Colombia, Brasil, Nicaragua, China, Rusia, Irán, Bielorrusia, Turquía o Bolivia.

Decidida a robustecer su imagen de luchador incansable contra Washington, la revolución venezolana apagará este sábado las velas del pastel de su 25 cumpleaños con la seguridad de que está atornillada o clavada al poder y blindada contra cualquier riesgo.

¿Y el futuro de la democracia en Venezuela? Cercado por signos… de duda.

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