En el imaginario occidental, el continente africano —y en particular la región subsahariana conformada por más de 40 Estados independientes— gestado con el paso de los siglos, persiste una imagen acrítica y ahistórica de dicho continente, como si fueran sociedades que se han mantenido “estáticas” y, por lo tanto, como si estuviera al margen de la dinámica del mundo globalizado, lo que indudablemente es erróneo. A pesar de que hay muchos aspectos que nos pueden identificar con los pueblos africanos, ese imaginario suele ser asumido en forma pasiva por la gran mayoría de la población en México, incluso en círculos académicos.

Esta falsa percepción se ha gestado, históricamente, en el gran desconocimiento de ese continente, aunado a los prejuicios racistas. Por lo general, los países africanos están ausentes en los medios masivos de información internacional y sólo son “noticia” cuando se refiere a fenómenos negativos “llamativos”, como los ataques terroristas, pero incluso la crisis humanitaria de 2017 —precipitada por la sequía y agravada por conflictos armados, que amenaza la vida de unas 20 millones de personas— ha recibido poca atención. Los acontecimientos positivos, que demuestran la vitalidad de las sociedades africanas, son simplemente ignorados.

Ese continente nunca ha sido un tema prioritario en la agenda de política exterior de México, sobre todo ante el peso y complejidad de las relaciones con Estados Unidos y por la inexistencia de comunidades de mexicanos en África, pero esto no equivale a que sea irrelevante, por el contrario. Cuando se hace referencia a la importancia de África, tanto en México como a nivel internacional, se tiende a subrayar su gran riqueza natural, sobre todo minera, petrolera y de gas natural, pero esto implica no tomar en cuenta su principal potencial: los seres humanos. Si se mantiene estable la tasa de crecimiento poblacional, se estima que para el año 2050 una de cada cuatro personas en el mundo habitará en dicho continente.

Por lo menos desde hace dos sexenios y en el discurso oficial, la política exterior de México está basada en la participación responsable y activa en la escena internacional. México ocupó un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de la Organizaciones de Naciones Unidas (ONU) y a partir de 2018 formará parte del Consejo Económico y Social (ECOSOC) de dicha organización mundial. En esos órganos los temas africanos son relevantes. Como parte de las estrategias diplomáticas, el gobierno busca el apoyo a sus propuestas en foros internacionales en el Sur: con 54 países, África ocupa el primer lugar en número de miembros de la ONU.

África no es un continente monolítico. Con una gran complejidad y pluralidad no sólo hay algunos países que sufren inestabilidad, en otros Estados importantes en la dinámica regional e internacional se han logrado avances en lucha contra la pobreza, a favor de la educación y de derechos humanos. En algunos Estados —como Ghana, Kenia, Tanzania, Senegal y Botsuana y las potencias emergentes: Sudáfrica, Nigeria, Egipto, Argelia— hay intereses coincidentes con los defendidos por México en foros multilaterales: paz, estabilidad y seguridad; construcción democrática, derechos humanos, cambio climático y conservación de parques nacionales. En el terreno económico, en ese continente hay un gran potencial en bosques y agricultura y reservas mineras, entre otros.

Si fuesen “irrelevantes”, ¿cómo se explicaría el atractivo que ejercen en potencias emergentes como China, India y Brasil? ¿Y la presencia de países occidentales, en especial de Francia? El conocimiento de las distintas realidades en ese continente es fundamental para identificar los intereses estratégicos y las coincidencias que nos pueden unir. Esto implica cuestionar el imaginario occidental y combatir los prejuicios raciales.

Los africanos —como los mexicanos— son seres humanos, con cualidades y aspectos negativos, con una extraordinaria riqueza histórica y cultural que define su participación en la escena internacional y en el último siglo los cambios impresionantes que han registrado demuestran su dinamismo. Es incomprensible que para un Estado que se defina como un actor responsable y activo en la arquitectura del orden mundial exista un gran vacío en su agenda de política exterior: el continente africano.

Profesora-Investigadora de tiempo completo en el Centro de Estudios de Asia y África,
El Colegio de México

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