El contacto es vía mensaje de celular —de esos que una vez que se leen, desaparecen y no dejan tomar capturas de pantalla—. La respuesta es: “Aquí por ”, dice un fixer, como se identifica, un facilitador que contacta a delincuentes para hacer cualquier tipo de “trabajos”, desde levantones, “meter sustos” o asesinar a alguien, siempre y cuando se llegue al precio adecuado y luego de “estudiar” a la víctima; de esto, refiere, depende el costo. “Como veas al sapo, es la pedrada”, comenta.

Pide ser identificado como Luis, quien fuera agente de la Policía de Investigación (PDI), de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJ) y ahora es “abogado”. Ronda los Ministerios Públicos en busca de clientes a quienes facilita y agiliza cualquier trámite. Conoce los recovecos de la justicia, tiene las “palancas” para revisar expedientes y saber qué agentes asignan a investigar tal o cual caso y por una propina más puede tener acceso a imágenes de las cámaras del C5.

Todo eso le da ventajas para cuando le solicitan un “servicio”, pues él coordina las rutas de escape, les dice qué arterias tomar, dónde los graban, dónde no y además les indica los pasos a seguir; luego de eso, se desentiende de su gente.

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“Hay dos tipos de gente que hacen eso, los experimentados y al malandro que contratas para un jalón y que sabes que lo pueden detener y termina todo, aquí sólo basta detener a uno para dar carpetazo a un expediente”, dice.

Hay sicarios porque hay impunidad

“A las autoridades no les interesa saber por qué, quién o cómo sucedieron los hechos. Atrapan a uno y ya, ahí muere todo. Siempre hay gente que quiere ese tipo de trabajos, muchos se animan porque hay impunidad y no atrapan a nadie. Dime tú de los casos relevantes a quiénes han detenido realmente por investigación, por un buen trabajo y no por meras casualidades u obviedades… ¿recuerdas?… Ni uno”, responde Luis, quien muestra conocimiento del sistema judicial de la Ciudad de México.

“Los precios, como te digo, dependen de quién sea el objetivo, pero hablamos de los 500 mil a los 5 mil, recuerda, no es lo mismo el vecino de la esquina a un empresario, uno que lee noticias o un famoso. Dependiendo de eso también se concreta el equipo, pero regularmente son de grupos de seis, divididos en dos de tres: un muro, el chofer y el que acciona; los otros están alertando y marcando por dónde salir.

“Si las cosas se hacen bien, todos se esconden en el Estado [de México] o en el sur, Tlalpan, Tláhuac, Milpa Alta, pasando el Azteca, las cámaras son muy malas y cualquiera se pierde. De ese punto, todo lo demás es estar pendiente de la investigación y avisar a tiempo para que se muevan, sólo un mes y luego ya es bronca de ellos. En todos los MP están full de chamba, entonces uno que no llame la atención o de bajo perfil, así se queda”, concluye.

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