“Cuando caí al suelo lo primero que vi fue cómo la llanta trasera del camión pasó sobre mi pierna derecha. Quise moverla, pero sólo podía levantar una pequeña parte, el resto estaba caído. La tenía destrozada”.

Así es como Mario Trejo recuerda el momento en el que un camión de la Ruta 1 lo atropelló el 6 de noviembre de 2020 en el Eje 2 Norte, mientras trabajaba como repartidor de comida.

Él no pertenece a ninguna aplicación, junto con un grupo de amigos buscaron armar una microempresa para que las apps no les descontaran dinero.

El joven de 26 años circulaba con su bici en el carril de contraflujo de esa vialidad, al llegar al desnivel que se encuentra antes de avenida Insurgentes, intentó acelerar su paso para que el camión no lo presionara, le tocara el claxón o le “echara” el vehículo y poder orillarse para que éste lo rebasara, pero la unidad concesionada se pasó el alto.

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“Estos camiones siempre van muy rápido. A la orilla de ese túnel hay muchas coladeras, supongo que por las inundaciones, por eso no podía ir pegado. Por más que lo intentes, no cabe la bici y un autobús en el mismo carril, por eso me apuré, pero casi al salir del desnivel, se pasó a fuerza y me atropelló”, cuenta Mario.

Al no tener seguro, su única opción fue ir a una unidad médica de la Secretaría de Salud capitalina. La ambulancia lo llevó al Hospital General La Villa.

Denuncia que la atención fue mala y hubo negligencia médica, no lo atendieron de urgencia y aunque después lo operaron para ponerle algunos tornillos, se tardaron en evaluar si podían salvarle la pierna, porque en dicho hospital no contaban con un angiólogo para valorarlo.

El proceso fue largo, aunque a los tres días del accidente, su familia logró ingresar a un médico particular después de tanto insistir al hospital. No pudo hacer nada y a los cinco días, el 11 de noviembre, a Mario le amputaron su pierna derecha.

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“Cuando me dieron la noticia fue muy difícil. Era triste ver cómo mi pierna se estaba muriendo. Es algo que nunca me esperé, jamás imaginé que me fuera a pasar. Para mí es importante todo y más las piernas porque me gusta el ciclismo, pero a la vez no quería morir de una infección”.

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El camión, aunque no el mismo conductor que atropelló a Mario Trejo, fue el mismo que le quitó la vida a la señora Patricia Sánchez en la esquina de Reforma y Eje 2 Norte el 18 de septiembre de 2019.

Ante la falta de acciones y atención al caso del joven repartidor, sus amigos ciclistas organizaron marchas para visibilizar la situación y lograron que la Secretaría de Movilidad (Semovi) dijera que se haría cargo y se comprometía en apoyar a Mario en la atención médica y cancelar por 30 días a la concesionaria.

Su caso detonó las movilizaciones ciclistas que se han dado en la capital para exigir mejores condiciones para este sector.

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En una de las reuniones, la familia entregó a las autoridades un pliego petitorio en el que demandaban, entre otras cosas, que se trasladara a Mario a otro hospital, la reparación del daño, que le quitaran el permiso al conductor, una prótesis y la baja de la empresa, ya que no tenía seguro para cubrir daños a terceros.

“Sabemos que se le había suspendido la concesión, pero eso no es una cancelación. Se trata de una suspensión definitiva que se puede atacar mediante un juicio de amparo”, explica Ameyali Correa, pareja de Mario.

Lo que se cumplió con mayor rapidez fue el traslado de Mario a un hospital privado, donde se le diagnosticó que le habían hecho una mala operación.

El tratamiento empezó de cero, le hicieron una remodelación de muñón y dos meses después de estar hospitalizado, salió a enfrentarse a la vida, pero sin una de sus piernas.

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El dueño de la concesionaria se resistía a hacerse cargo de los gastos después del primer pago, y hasta donde saben, el gobierno de la CDMX fue quien se hizo responsable de los gastos; sin embargo, aseguran que no se ha terminado de pagar la atención al hospital privado.

El pasado 29 de enero, el joven comenzó sus primeras 10 sesiones de rehabilitación en el Instituto Nacional de Rehabilitación, al sur de la Ciudad de México. Su papá, quien es taxista, lo lleva cuando puede, pues tiene que trabajar. Su más reciente valoración se dio el 2 de marzo.

“Ha sido difícil asimilar que de momento mis piernas son las muletas y que me tengo que adaptar a esto. Empezar desde cero como un niño cuando está aprendiendo a caminar”, asegura el joven.

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Hace poco le hicieron tomas para una prótesis, pero éstas cuestan por arriba de los 150 mil pesos dependiendo del material. “Y si quisiera una prótesis para seguir como ciclista, se elevaría más”, lamenta.

Mario se considera un chico alegre, pero acepta que hay días en los que se siente desanimado al ver fotografías que tiene en su teléfono donde está con sus dos piernas y dice que una de sus preguntas más recurrentes es ¿qué pasará con él?, si lo discriminarán al no poder hacer un trabajo al igual que una persona que tiene todos sus miembros.

“Estoy luchando por admitir mi nueva vida. Pareciera una riña vial con los automovilistas en donde yo voy primero y tengo que pasar”.