Nezahualcóyotl, Méx.— seca el sudor de su rostro con su antebrazo izquierdo, resalta un tatuaje de la Santa Muerte, con la mano derecha, en donde tiene tatuada la imagen de San Judas Tadeo, carga los guantes y el casco de “astronauta” que utiliza todos los días en su trabajo como cremador en el Panteón Municipal de Nezahualcóyotl.

Desde que inició la pandemia por la vida del hombre de 30 años cambió de manera radical, en el olvido quedaron los días en que entraba a trabajar a las 9:00 horas y salía a las 18:00 horas, conforme aumentó el número de defunciones llegó a tener jornadas laborales de más de 20 horas, también aprendió a cargar cuerpos “frescos” y cremarlos lo más rápido posible, porque como hornero se enfrentaba a un enemigo desconocido: el coronavirus.

“Con la pandemia dimos un giro radical, porque tuvimos que hacer cosas que antes no hacíamos, como usar cubrebocas, la sanitización, usar equipo especial para poder cremar, la gente debe traer sus cubrebocas, no se puede despedir como antes, ha sido muy diferente y vimos que esto se prolongó un poco y que todavía no acaba”, comenta Víctor a

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“Todo era desconocido, había un miedo enorme porque nos tocó cremar a familias enteras, antes venían y enterraban a un difunto y pasaban dos o tres años para volver a ver a esa familia, en mayo me acuerdo que un día vinieron los hijos de una pareja, primero enterraron a la mamá, a los dos días al papá, luego a unos tíos y a una hermana, fue muy difícil y muy impactante ver situaciones así y lo más increíble era que no creyeran en la enfermedad del Covid”.

La labor de Víctor Manuel es “darle la última morada a un ser querido de alguien”, debido a que por la pandemia los familiares no pueden despedirse como antes, “no ven ni el cuerpo de su pariente porque viene en una bolsa negra, entonces lo único que podemos ofrecer es tratar bien el cuerpo, cargarlo con cuidado, dejarlos que se despidan de lejos, luego empezamos la cremación”.

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A pesar de trabajar por varios años en el Panteón Municipal de Nezahualcóyotl y estar acostumbrado a la muerte, el hornero asegura que con la emergencia sanitaria recobró su capacidad de asombro.

“Imagina el dolor para una familia que pierde a varios integrantes, estamos en un panteón y sabemos que es nuestro trabajo, pero antes no era tanto, acostumbrarte es un impacto, antes hacíamos puros cuerpos áridos, cuerpos que se exhuman y ahora la mayoría son frescos”.

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En los momentos más complicados durante los picos de la pandemia, Víctor se animaba pensando en su familia, en su hijo dándole la bendición antes de salir de casa, en su esposa o en su mamá, ambas se encargan de sanitizarlo cuando llega a casa.

“Mi hijo me pregunta si me gusta mi trabajo y le digo que sí, me pregunta si la gente no llora y le cuento cómo es mi trabajo, que a la gente le duele la muerte de sus familiares, entonces me abraza y me persigna, me dice que me cuide, eso me motiva a seguir, me gusta mi trabajo, pero a veces es difícil y pensar en la familia lo hace más pasable, menos triste”, concluye.