Con un puño cerrado al aire y en colores morado y rosa, las se han convertido en espacios de denuncia y memoria por las injusticias a las que se enfrentan familiares de víctimas de feminicidio y otros delitos que aquejan a las mujeres, coinciden especialistas y activistas.

En marzo de 2019, la Ciudad de México se convirtió en el primer lugar del país donde se colocó una antimonumenta. Ubicada sobre avenida Juárez, frente al Palacio de Bellas Artes, este punto que se fundó entre la rabia y el dolor de las víctimas es ahora también un sitio de recuerdo y apoyo para mujeres.

Edith Olivares Ferreto, directora general de Amnistía Internacional México, dice a EL UNIVERSAL que en los últimos años se ha creado “una suerte de tradición de exigencia” en la que colectivas, organizaciones y habitantes en general, recuperan espacios públicos como forma de exigencia y denuncia de las violaciones a los derechos humanos, así como a la indolencia de parte del Estado.

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En junio de este año, colectivos feministas y organizaciones lograron que la antimonumenta de la Glorieta de las Mujeres que Luchan se quedara de forma permanente en Reforma. Foto: Abril Angulo
En junio de este año, colectivos feministas y organizaciones lograron que la antimonumenta de la Glorieta de las Mujeres que Luchan se quedara de forma permanente en Reforma. Foto: Abril Angulo

Actualmente, la Ciudad alberga dos espacios que han sido recuperados por la sociedad civil, particularmente por colectivos feministas y familiares de víctimas de desaparición o feminicidios.

En septiembre de 2021, la rotonda en la que se ubicaba el monumento a Cristóbal Colón, en Paseo de la Reforma, fue tomada por colectivos que renombraron este sitio como la Glorieta de las Mujeres que Luchan. Ambos sitios son ahora símbolos para el movimiento feminista de la capital del país y para aquellas visitantes de otros estados de la República que también buscar expresarse o manifestar su inconformidad en la Ciudad.

Para Olivares Ferreto, estos lugares, además de ser espacios de denuncia y memoria, se han convertido en una forma de reparación del daño que las propias víctimas gestionan para sí mismas, y al estar a la vista de todas y todos, ayudan a que la sociedad no se olvide de estos hechos.

La directora de Amnistía Internacional destaca que durante muchos años la capital del país “fue una ciudad de vanguardia”, en la que se lograron las primeras legislaciones y políticas públicas en favor de los derechos de las mujeres.

Sin embargo, advierte que “en los últimos años estamos viendo cómo se están debilitando algunas de las instituciones, y el hecho de que en la Ciudad de México haya mujeres en puestos de toma de decisión no necesariamente está garantizando la vigencia y respeto de sus derechos humanos”.

“Ruta de la memoria”

La figura de la antimonumenta parte de la combinación entre los símbolos de la Diosa Venus (usado como representación de lo femenino) y un puño cerrado, que significa resistencia, solidaridad, orgullo y militancia, según los colectivos.

Tras la colocación de la antimonumenta en avenida Juárez, por donde cada día cientos de personas transitan, en el centro de la Ciudad, este símbolo de colores rosa y morado se ha extendido también a otras plazas y puntos de México.

Actualmente, esta “ruta de la memoria”, como la llaman los colectivos, se ha extendido a 10 entidades de la República, con un total de 14 antimonumentas.

En 2019, el mismo año que se erigió la de la Ciudad de México, también se colocaron otras dos en Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México y en San Luis Potosí. En 2020 se colocaron dos más, una en Guadalajara, Jalisco, y otra en Chetumal, Quintana Roo. En 2021, el movimiento se extendió a las ciudades de Orizaba y el puerto de Veracruz, Morelia, Michoacán, así como a Oaxaca, Playa del Carmen y Mérida Yucatán. Mientras que en 2022 se pusieron otras más en Monterrey, Nuevo León, y en Felipe Carrillo Puerto, Cozumel y Cancún, todas en Quintana Roo.

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Yndira Sandoval Sánchez, activista feminista, considera que la colocación de antimonumentas permite concientizar a la ciudadanía y que no sea indiferente ante los actos violentos que se ejercen contra las mujeres. Sin embargo, señala a esta casa editorial que resulta “indignante” que este tipo de espacios, que actualmente funcionan como foros y puntos de reunión para movilizaciones, como las del 8M y la del 25 de noviembre, se enfrenten a la resistencia de parte de autoridades al momento de su colocación.

“Ha sido una resistencia permanentemente. Claro que es un espacio de aforo para nosotras, nos convoca este lugar para movilizaciones, pero es hasta indignante que el hecho de generar una resistencia, un símbolo como estos, haya tenido que ser bajo conflicto con las propias autoridades, porque un problema que no se reconoce, es un problema que no se puede atender”.

A la espera de justicia

Tras dos años de disputas y polémica, en junio de este año colectivos feministas y organizaciones consiguieron que el antimonumento de la Glorieta de las Mujeres que Luchan, se quedara de forma permanente en Paseo de la Reforma.

En donde antes había una escultura de Cristóbal Colón, ahora luce de pie la silueta de una mujer en color morado, con el puño izquierdo levantado en señal de lucha y, en los alrededores se ha instalado un tendedero con denuncias de víctimas de violación, desaparición, feminicidio. Las exigencias, que no son menores, también se caracterizan por ser casos de personas que se acercaron a las autoridades sin obtener una respuesta.

La directora general de Amnistía Internacional explica que el caso de esta glorieta es “un ejemplo muy claro de cómo las colectivas no solamente exigen y denuncian, sino que también han cuidado ese espacio. Es un espacio que ellas mismas mantienen, que ellas han dignificado, recuperado, al que han ido agregando más y más elementos, incluyendo un jardín de la memoria”.

Por ello, señala que este sitio es un espacio que reúne una gran cantidad de luchas, desde la que encabezan familiares de víctimas de feminicidio, de personas desaparecidas, defensoras de la tierra y el territorio, hasta defensoras de los derechos de las poblaciones indígenas, entre otras causas, de ahí la relevancia de que haya tenido que defenderse de las autoridades para garantizar su permanencia.

Marcela, activista de la Glorieta de las Mujeres que Luchan, comenta en entrevista con este diario que la presencia de cada antimonumento que se coloca en la Ciudad significa un acto que todavía no recibe justicia.

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“Lo que la gente debe entender es que cada (vez) que vea un antimonumento significa años de lucha, años de dolor, años de criminalización, años de victimización contra familias, contra personas que han sufrido violaciones graves a sus derechos humanos. Eso es lo que queremos y eso es lo que, en particular, con la glorieta ha sucedido, que la gente se acerque y diga, ahora entiendo por qué está esto”, explica.

Inaugurar estos sitios, explica Amneris Chaparro, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM, es ofrecer a quienes transitan por las calles de la capital un pedazo de la historia que, de otra manera, no se contaría, por lo que son, a su vez, una forma de reivindicar esa parte de la historia que no se dice.

“Porque los monumentos existen, porque los colocan los gobiernos, pero las antimonumentas existen porque los colocan quienes han sufrido las injusticias”.

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