Desde el cerro Cuahuilama, hace más de 550 años, los mexicas podían vigilar cualquier movimiento que amenazara su poderío en sus territorios conquistados, en la extensión del lago o en las mismas chinampas donde los xochimilcas hacían florecer los productos que enviaban en canoas hasta Tenochtitlan.
La presencia de esos grabados es muy bien conocida por los habitantes de la zona, pero en los últimos años, el crecimiento exponencial de asentamientos irregulares los ha puesto en peligro.