Entre 2010 y 2012, el Estado mexicano adquirió, creó y abrió a todo público, las bibliotecas personales que pertenecieron a José Luis Martínez, Antonio Castro Leal, Jaime García Terrés, Alí Chumacero y Carlos Monsiváis. Todas están ubicadas en el edificio de La Ciudadela, en el proyecto llamado “La ciudad de los libros” y cuya obra aún está inconclusa. FOTO: GERMÁN ESPINOSA / EL UNIVERSAL
Esas cinco bibliotecas que implicaron, en conjunto, una inversión de más 88 millones de pesos, resguardan hoy acervos repetidos y poseen un orden poco funcional para los usuarios. FOTO: GERMÁN ESPINOSA / EL UNIVERSAL
De los 140 mil 764 títulos totales que suman las cinco bibliotecas personales, 18 mil 543 son títulos que se repiten entre uno y otro de los espacios que resguarda la Biblioteca de México José Vasconcelos. FOTO: GERMÁN ESPINOSA / EL UNIVERSAL
Es reiterativa la presencia de la obra de autores como Octavio Paz, Alfonso Reyes, Guillermo Prieto, Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Payno, Juan José Arreola, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Martín Luis Guzmán, Rodolfo Usigli; así como libros de distintas colecciones del Fondo de Cultura Económica.FOTO: GERMÁN ESPINOSA / EL UNIVERSAL
Aunque la meta del proyecto, según se afirmó en ese entonces, era contener la cultura mexicana del siglo XX, lo que se edificó fueron cinco espacios, diseñados exprofeso por igual número de arquitectos, para congregar las colecciones bibliográficas de cinco escritores que fueron muy cercanos al Fondo de Cultura Económica y conformaron parte de sus colecciones con libros proporcionados por la misma casa editorial para la cual trabajaban y que pasados los años les fueron adquiridos en cifras millonarias. FOTO: GERMÁN ESPINOSA / EL UNIVERSAL
Su instalación en la Biblioteca de México, en crujías especialmente diseñadas por arquitectos muy renombrados, y regidas por la idea de que se mantengan con el orden que cada escritor las tenía en su casa, ha convertido esas cinco bibliotecas en espacios muy visitados por su atractiva arquitectura y componentes artísticos, pero con una catalogación que hace muy complicada su consulta hasta para los propios bibliotecarios. FOTO: GERMÁN ESPINOSA / EL UNIVERSAL