El soleado cielo de Ciudad Juárez, el alto muro de Trump , y sus 40 amigos y amigas, fueron los testigos del enlace entre un veterano de guerra deportado en 2003 y una mujer oriunda de Durango que hace cinco años, aceptó el “ride” de un extraño para no llegar tarde a su cita del seguro social. Hoy ese extraño, es su esposo.

José Francisco López y Flor Mercado, se casaron el día de ayer, domingo 22 de septiembre, en el muro que separa a las ciudades de Tijuana y San Diego, al norte de la República Mexicana. Originario de Torreón, José Francisco, de 74 años de edad, vivió prácticamente toda su vida en Estados Unidos.

En entrevista con EL UNIVERSAL José relató que llegó al territorio vecino cuando él tenía escasos 12 años de edad, de la mano de su madre y sus hermanos, exaltando que los primeros años al otro lado de la frontera, fueron realmente duros. “Yo no entendía nada de inglés, no sabía qué pasaba… en la escuela todos se burlaban de mí” lo que de acuerdo con el veterano , lo avergonzaba mucho y lo llevó a tomar la decisión de salirse de la escuela y comenzar a trabajar.

Primero, tomó un trabajo como lava loza y luego en los campos de cultivo, hasta que un día, a la edad de 23 años, llegó una carta del gobierno de Estados Unidos que le daría un giro radical a su vida: “En la carta decía que me querían reclutar para el ejército. Yo no hablaba casi nada de inglés todavía, pero decidí cumplir con el llamado; después de todo Estados Unidos era la nación que adopté y me adoptó”.

Fue así como en 1968, José Francisco llegó a Vietnam a defender a una patria que él ya sentía suya. Después de un año arriesgando su vida en el campo de batalla, José logró volver a Estados Unidos, en donde se casó y tuvo hijos.

No obstante, en 2003, después de 40 años de residir en territorio norteamericano, José Francisco narra que se involucró con la gente incorrecta y éstos le tendieron una trampa en la que terminó siendo acusado de conspirar con grupos que vendían drogas, lo que derivó en la deportación del veterano a un país que aunque lo vio nacer, él desconocía casi en su totalidad.

“Yo ya no conocía México. Me quitaron todos mis beneficios del ejército y todo lo que tenía. Me aventaron en Ciudad Juárez, sin nada”. En cuanto ocurrió el incidente, su esposa tomó la decisión de divorciarlo y sus hijos, aunque lo visitaron el primer año, después dejaron de hacerlo, según cuenta el coahuilense.

Cuando se descubrió solo, José decidió ponerse a buscar trabajo, pero el panorama era difícil debido a su edad, pues no muchas personas se mostraban interesadas en contratar a alguien de casi 60 años de edad. José Francisco narra que para ese momento, ya se sentía derrotado. Sin embargo, al poco tiempo, conoció a Héctor Barajas; otro veterano de guerra que radicaba en México.

“Me dijo que él tenía un albergue en donde había más veteranos deportados, y me dio la noticia de que sí era posible recuperar mi pensión militar… yo no lo podía creer”.

Para José Francisco, saber que podría volver a tener un ingreso mensual fijo como recompensa de la labor que hizo arriesgando su vida por el país que hasta ese entonces había sido su hogar, implicó un parteaguas en su vida.

Después de eso, la vida le siguió sonriendo a José, pues solo unos pocos años después conoció al hoy amor de su vida, Flor. “La vi a lo lejos, corriendo, y me acerqué para preguntarle que a dónde iba. Ella me dijo que tenía cita en el seguro, y que ya iba tarde. Yo me ofrecí a llevarla, ella aceptó; le pedí su número y ahí fue donde empezó todo”, recuerda José Francisco.

Cuando el veterano de guerra le pidió matrimonio a Flor, inmediatamente le propuso que la boda se llevara a cabo en la frontera, frente al muro: “Yo solo pensaba: si me vuelvo a casar, va a ser en el muro de Trump , entre Tijuana y San Diego, porque es ahí donde conocí a Héctor, obtuve mi pensión, y cambió mi vida” afirmó José. Su hoy esposa accedió al saber que ese lugar, era efectivamente, símbolo de una nueva calidad de vida para ambos.

La ceremonia fue celebrada por un sacerdote de San Diego, y en ésta, José Francisco usó su traje de militar después de 50 años de almacenarlo. “Todos mis amigos veteranos y yo, utilizamos nuestros trajes militares. Fue muy bonito. Para mí fue un sueño casarme en el muro ”. El festejo continuó en un restaurante cercano y posteriormente, en el albergue.

Actualmente, José Francisco y Florecita, como él le apoda, viven en Ciudad Juárez, en donde él junto con Iván Ocón, dirige una casa de apoyo para veteranos refugiados y para los “dreamers”; aquellos jóvenes que necesitan un lugar para comer y pernoctar mientras arreglan sus documentos en la embajada de Estados Unidos.

Veterano de guerra deportado se casa en el muro fronterizo
Veterano de guerra deportado se casa en el muro fronterizo

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