Ciudad Madero.— Desde el desplome de la , una imagen persigue a cada instante a Mónica Segura Ocaña: “Ver a mi hija salir de entre los escombros, con su cuerpo ensangrentado. La sacó mi hermano. No la encontrábamos y gracias a Dios mi niña está respondiendo”.

La tarde de ayer, la joven madre de 30 años de edad acudió al lugar para preguntar por su bolsa, ahí recordó la forma en que vivió el derrumbe.

A las 11:30 horas, en la parroquia se realizó la última misa dominical completa que ofició el padre Pablo Galván, con un estilo directo para transmitir la palabra de Dios, y al final bromeó con los feligreses antes de dar la bendición.

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Posteriormente seguía la celebración de los bautizos comunitarios con el padre Ángel Vargas.

“Ya estaba empezando la misa de bautismo. La misa dominical ya había sido, estábamos empezando con los santos de los niños, con el rito del bautizo”, relata Mónica Segura.

Ella se encontraba en la parte cercana a la oficina de la parroquia. Eran 11 integrantes de su familia quienes acudieron a bautizar a su sobrino Noah, de un año de edad. Los integrantes de la familia son oriundos de Pánuco, Veracruz, y algunos de Uruguay.

“Se cayó una varilla, una viga, no estoy muy segura qué era y cinco segundos después todo el techo se desplomó. Los que tuvieron oportunidad, pues corrieron hacia una orilla, otros no corrieron con la misma suerte, porque estoy segura que les cayó todo el escombro encima. Todo fue cuestión de segundos. No hubo tiempo de nada, los que reaccionamos corrimos hacia la orilla, no todos tuvieron la misma oportunidad”, dice.

¿Usted salió de inmediato o quedó atrapada?, se le pregunta.

“Quedé atrapada, yo traía otra bebé de dos años en brazos, alguien me ayudó a sacarla y pude salir yo por la ventana”, narra.

La mujer detalla que toda su familia está bien, “a excepción de mi niña, que fue la que sufrió más daños, pero estamos esperando, rezándole a Dios para que salga adelante. Tiene 10 años”.

La niña ha sido intervenida quirúrgicamente en dos ocasiones y se mantiene internada en terapia intensiva en el Seguro Social: “Es un milagro de Dios, y afortunadamente responde bien”. Su pequeño sobrino que se iba a bautizar también tuvo una fractura de brazo, “pero gracias a Dios solamente requirió yeso”.

Otra persona que sufre pesadillas es la señora Dulce Hernández, quien perdió a cuatro familiares en el desplome. Recordó que, al enterarse, acudió desesperada al lugar, pero fue en la agencia del Ministerio Público donde le notificaron del fallecimiento de sus familiares.

“Solo de repente cayó el techo, simplemente fue en un momento, algunas personas alcanzaron a correr hacia el altar y en segundos ya todo era polvo y escombros”, cuenta a un medio local.

Uno de los testimonios desgarradores es el del fotógrafo Isaac Fernando Rincón, quien estuvo haciendo su trabajo desde antes de los bautizos, colocándose cerca del altar.

“En la primera foto al primer bebé fue donde levanté la mirada a la loza y me di cuenta que se estaba desquebrajando”, señala.

Corrió gritando por el pasillo y se aventó debajo de un minisplit (aire acondicionado): “Me cayeron los escombros y el minisplit, pero no sufrí lesiones graves, sólo raspones”, describe y asegura que después, con ayuda de otras personas comenzaron a sacar a unos niños por un ventanal grande.

Un testigo principal fue el padre Ángel Vargas, quien según sacerdotes de la Diócesis de Tampico ha estado profundamente afectado por la tragedia.

El domingo pasado compartió un mensaje conmovedor a los feligreses y en especial a las familias afectadas: “Mi bendición en el amor de Cristo, que sepan que por lo que me resta de vida siempre estarán en mis oraciones y que a partir de hoy somos hermanos en el dolor, pero también en la fe que nos une”.

Trabajo sin parar

Durante toda la noche del domingo y todo el día de ayer no hubo descanso en el sitio, toneladas de escombro fueron sacadas con maquinaria pesada. Ayer lunes por la mañana cientos de personas continuaron en las labores para liberar los restos de cemento desquebrajado.

Decenas de hombres hicieron los trabajos rudos, de partir el concreto, retirar en cadena de manos o de maniobrar la maquinaria. Otro numeroso grupo de marinos, guardias estatales, ministeriales y militares resguardaron el sitio y más a la distancia, los ciudadanos voluntarios repartieron lonches.

“Retírenme ya a todos”; “Ya no quiero a nadie aquí”, con ademanes, la que daba indicaciones era la agente del Ministerio Público en Ciudad Madero, Claudia Gámez, encargada de la coordinación con la Sedena, Protección Civil, la Guardia Estatal y la Marina.

Al caer la noche, al lugar llegó el padre Ángel Vargas. Pidió permiso a la autoridad y caminó hasta el sitio donde alguna vez estuvo el altar de la iglesia de la Santa Cruz. Ante el silencio de los militares y visiblemente abatido, con lágrimas en los ojos, se arrodilló para orar por las víctimas, por los sobrevivientes, por los heridos, por su parroquia.

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