Chilpancingo.— El equipo de futbol Los Avispones de Chilpancingo está muy cerca de convertirse en campeón por primera vez en sus 34 años de historia. Hoy juega la final contra Venados de Yucatán. Llegar hasta ahí no ha sido nada fácil. Han recorrido un camino sinuoso dentro y fuera de la cancha. Lo más complicado ha estado fuera del campo de juego: en las últimas 36 semanas, el rival más letal al que se enfrentaron fue la incertidumbre.

“¿Por qué hasta ahora?, ¿por qué tuvieron que pasar 36 semanas para que nos voltearan a ver?, ¿acaso necesita hacer uno algo extraordinario para que lo volteen a ver?”, reclamó el director técnico de Los Avispones, Arturo Juárez Molina, a los diputados locales que este jueves les ofrecieron un desayuno como despedida hacia la final que se juega en Yucatán.

La asistencia de Los Avispones a la final estuvo en riesgo: hace unos días no tenían el dinero suficiente para los boletos de avión, el hospedaje y los alimentos de los jugadores, el equipo técnico y los directivos.

Al final se logró. Los diputados les entregaron 100 mil pesos para los boletos de avión y a través de colectas y donativos juntaron el resto.

El juego de hoy es el de vuelta. El de ida se jugó el miércoles en Chilpancingo. Fue un partido cerrado. Al final quedaron 1-1. Quien gane ascenderá a la segunda división profesional.

Hace tres años, Los Avispones estuvieron a punto de quedar fuera de la liga por falta de dinero para pagar la inscripción y el registro de los jugadores.

Esa vez el equipo salió a las calles de Chilpancingo a botear para recaudar fondos para completar los casi 200 mil pesos que le exige la Federación Mexicana de Futbol (FMF) como inscripción en esa categoría.

Violencia

La falta de dinero del equipo está relacionado con los hechos de violencia que los marcó desde hace casi ocho años.

El primero, ocurrió la noche del 26 de septiembre de 2014, en Iguala, cuando policías municipales y delincuentes atacaron el autobús donde viajaban de regreso a Chilpancingo, más de 100 tiros quedaron en la carrocería.

Esa noche, Los Avispones ganaron 3 a 1 al equipo de Iguala, los chicos regresaban contentos por su victoria. Sin embargo, en Iguala había una persecución armada contra los normalistas de Ayotzinapa.

Cuando iban por el cruce de Santa Teresa, grupos armados y policías municipales los atacaron. Ahí murió David Josué García Evangelista, de 15 años, quien viajó por primera vez con el equipo. Esa noche no jugó, estaba todo planeado para que debutara el siguiente fin de semana. También murió el chofer del autobús, Víctor Manuel Lugo Ortiz.

Después de esa noche, la FMF dictaminó que un ayuntamiento no podía ser el dueño de una franquicia de un equipo de futbol de Tercera División, entonces se constituyó una organización civil para que lo administrara.

El otro hecho de violencia ocurrió apenas hace tres años. El 22 de mayo 2019, el presidente del equipo, Marco Iván Rodríguez Navarrete, fue hallado muerto con señas de tortura sobre la carretera Tixtla-Chilpancingo, después de haber estado desaparecido dos días.

Sin apoyo

Los Avispones desde hace tiempo funcionan en los límites. Desde hace unos años, por ejemplo, un jugador que vive en Chilpancingo gana 500 pesos quincenales; mientras que los foráneos, los que vienen de otros municipios, cobran mil pesos, que incluye su pago, más su hospedaje y su alimentación.

“Muchas veces no tenemos que ofrecerle a los chavos, muchos nos cuestionan que el equipo tiene 30 años y sube de categoría, pero la razón es que mientras no se le invierta no habrá posibilidad de crecer”, explican los integrantes de la asociación civil.

La incertidumbre económica se traduce en incertidumbre deportiva. Muchas veces por la falta de condiciones, los jugadores, sobre todo los foráneos, se ven obligados a desertar. Los Avispones no tienen estadio; juegan en el Polideportivo de Chilpancingo, propiedad del gobierno del estado, pero de todo lo que ingresa cuando juega el equipo cada 15 días, nada es para ellos.

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