Guadalajara.— Alfredo Ezequiel Campos Ayala, de 25 años, desapareció el 26 de septiembre de 2019.

Eran las 07:40 horas, cuando cuatro sujetos con armas largas irrumpieron en su casa en el fraccionamiento Chulavista, en , para sacarlo por la fuerza y llevárselo en ropa interior a bordo de una camioneta Cherokee; desde ese día, su madre, María Guadalupe Ayala, comenzó a buscarlo y, en febrero de 2020, localizó una de sus manos en el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses.

Desde entonces ha ido encontrando una a una las mismas partes del cuerpo que alguna vez se formó en su vientre.

El cadáver de Alfredo fue localizado en una de las 64 fosas clandestinas que la Fiscalía del Estado de Jalisco ha encontrado entre enero de 2019 y diciembre de 2020; específicamente, en la fosa conocida como Lomas del Mirador II, descubierta el 18 de diciembre de 2019 en el municipio de Tlajomulco y de donde se rescataron un cuerpo completo y 112 restos humanos. Hasta ahora, han sido identificadas 61 personas desmembradas y sepultadas en ese sitio.

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Como parte de la búsqueda de su hijo, María Guadalupe, junto con otras integrantes del colectivo Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos Jalisco (Fundej), estuvo al pie de la fosa donde localizaron a su hijo, y aunque en ese momento no tenía ninguna certeza, algo presintió en aquel llano que muchas veces divisó desde la puerta de su casa, ubicada a unas 10 puertas de donde vivía Alfredo.

“Cuando llegué, vi que [la fosa] estaba a un costado de donde yo vivía, empecé a llorar y vi un portón de fierro, uno como el que Ana María [una vidente a la que consultó] me decía [que estaba mi hijo]; de ahí salieron tantos, era mi primera vez, pero ahí sentía algo, mi corazón me decía que mi hijo estaba ahí”, relató.

Los datos de la fiscalía de Jalisco indican que, entre enero de 2019 y diciembre de 2020, en lo que va de la presente administración encabezada por el emecista Enrique Alfaro, se han localizado los cuerpos de 445 personas, nueve osamentas y 397 “secciones anatómicas”.

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La información proporcionada por la dependencia estatal indica que, hasta el momento, se ha logrado la identificación o preidentificación de 377 personas, pues algunas son parciales, puesto que se han logrado a través de una o varias secciones anatómicas y aún se trabaja en localizar todas las partes de esos cuerpos.

“Cabe resaltar que los restos exhumados en las fosas clandestinas procesadas por esta fiscalía corresponden a víctimas que fueron localizadas segmentadas, quedando aún a la espera de la emisión de los dictámenes correspondientes por parte del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses, con la finalidad de que se relacionen o asocien a más víctimas; por lo tanto, la cifra puede variar de un momento a otro”, indica el documento entregado por la fiscalía estatal.

Sin embargo, debido a que no todas las áreas de la dependencia utilizan la misma metodología de registro, no se puede precisar cuántas de las personas identificadas son mujeres, cuántas son hombres y si contaban con carpetas de investigación.

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Sólo la Fiscalía Especializada en Personas Desaparecidas y la Dirección General de Delitos contra las Mujeres, Delitos en Razón de Género y Trata de Personas indicaron que de las personas que han logrado identificar (330 entre ambas), 26 son hombres, 303 son mujeres y de una no se tiene dato.

De este número de personas identificadas, la mayoría (147) tenían entre 20 y 29 años.

En febrero de 2020, en los descansos del Servicio Médico Forense, María Guadalupe logró reconocer una de las manos de su hijo por el tatuaje de un lobo que tenía, y desde entonces, ha tenido que aprender a buscar entre los restos de otras personas, viendo cientos de fotografías de cadáveres.

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Después de la mano, reconoció un pie y la confronta de ADN corroboró su corazonada: llevaba meses de búsqueda y aunque ésta la había llevado a las fosas clandestinas y al anfiteatro, permanecía en ella la esperanza de encontrar a Alfredo con vida.

“Con la mano y el pie yo pensaba: le cortaron la mano y por ahí me lo dejaron, pero a lo mejor porque está mutilado no se quiere acercar a nosotros, a lo mejor era eso, que le daba pena, y pensé que, hasta no comprobar que estuviera su cabeza y torso iba a decir que está muerto... y pues desgraciadamente después hallé el torso de mi hijo y es totalmente una prueba que ya pasó a mejor vida; me da tanta tristeza esta situación”, relata.

En septiembre pasado, casi un año después de la desaparición de Alfredo, María Guadalupe recibió una llamada de las autoridades en la que le decían que habían logrado identificar la cabeza de su hijo mediante confrontas odontológicas, pero se trató de un error, por lo que su búsqueda continúa.

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Alfredo trabajaba comprando y vendiendo chatarra y hasta ahora su madre no se explica lo que pudo ocurrir para que se lo llevaran y lo asesinaran con tal saña, pero tampoco comprende por qué las autoridades contribuyen a que todo el proceso de búsqueda de quienes quieren encontrar a sus desaparecidos sea tan tortuoso.

Es por eso que, aunque ella está a punto de cerrar su búsqueda, asegura que continuará en su colectivo para ayudar a otras personas.