Tijuana.— Rashid y Mak- sim miraban el televisor cuando el presidente de Rusia, Vladimir Putin, declaraba en cadena nacional que era necesario limpiar la nación de la . Tomarse de la mano nunca había sido una opción, pero ahora bajo ese discurso, incluso, era una condena de muerte. Ambos dejaron Rusia en mayo y hoy están en Tijuana, en espera de cruzar a Estados Unidos.

En el último mes, El Jardín de las Mariposas, un albergue para migrantes de la comunidad diversa, por primera vez en su historia comenzó a recibir parejas rusas que, ante el discurso de odio y homofobia , decidieron dejar su país y viajar al noroeste de México y pedir asilo.

Rashid tiene más de 30 años. Hasta hoy, nunca había sentido la libertad de tomarse de la mano con su esposo; caminar juntos sin que alguien los interceptara para preguntar por qué. Vivió hasta hace semanas con miedo a ser despedido por ser homosexual o, incluso, asesinado.

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Desde que pisó suelo mexicano, en aguas caribeñas, mantiene una sonrisa imborrable. Su pasado doloroso apenas se asoma como recuerdos que quisiera desvanecer; como cuando a los 17 años, su madre y su hermano intentaron matarlo a puñaladas por considerarlo una vergüenza para su familia, pues ser homosexual en Rusia es considerado una desgracia.

Fue a finales de marzo cuando él y su esposo decidieron escapar de San Petersburgo. Apenas anunciaban los primeros bombardeos del país ruso en Ucrania y, cuando estalló el conflicto bélico, fue la señal que necesitaban.

Primero llegaron a Cancún. Ahí esperaron seis días hasta que consiguieron un vuelo hasta Tijuana, y aun cuando ya estaban fuera del país, jamás pensaron que pudieran tomarse de la mano, abrazarse ni mucho menos besarse. Fue hasta que entraron a un súper y vieron un anuncio con un arcoíris que daba la bienvenida a la comunidad diversa que lo entendieron: quererse era una posibilidad.

“Caminábamos como si fuéramos amigos”, cuenta Rashid desde su nuevo hogar, “ni siquiera lo intentamos porque crecimos con esta idea que normalizó escondernos, esperar a estar en casa, cerrar cortinas, puertas y, solos, podernos abrazar”.

La directora del albergue El Jardín de las Mariposas, Yolanda de Gómez, explica que desde que fue creado este espacio —hace casi 10 años—, han atenido a cientos de migrantes, principalmente mexicanos y centroamericanos, pero desde que Rusia comenzó con su invasión en Ucrania, poco a poco empezaron a llegar rusos.

“En este momento hay tres parejas, dos de hombres y otra más de mujeres, pero han llegado más que ya están en EU, ellos sí están logrando pasar porque hay un tema de persecución por su preferencia sexual”, dijo.

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Justo en el patio trasero del albergue, que en este momento resguarda a unas 45 personas, ondea una bandera de varios colores, como el arcoíris.

Rashid y Maksim se toman fotografías como si tuvieran enfrente un monumento. Uno de ellos señala la tela que se mueve con el viento y le dice a su pareja lo maravillado que está de poder ver algo así en un espacio público. Luego explica que en Rusia existe una ley contra la propaganda gay, bajo la justificación de proteger las infancias y restringir su libre desarrollo a la personalidad.

Maksim se cuestiona por qué la libertad que hoy vive no la pudo encontrar cerca de su familia, en el lugar donde creció, estudió y hasta donde hace unas semanas trabajaba.

“Dejé mi familia, mi trabajo, la casa que rentaba y los pocos amigos que tenía y me aceptaban”, explica mientras suelta un par de lágrimas para luego tomar la mano de Rashid, alzarla y luego besarla, “pero esto, sólo esto, la posibilidad de poderlo tomar de la mano, hacen que cada decisión haya valido la pena”.

Esperan a que avance su proceso de asilo en EU. Quieren llegar a Nueva York en donde tienen la esperanza de iniciar de cero.

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