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Quienes dijeron que no cumpliría sus promesas de campaña se equivocaron. Con respecto a México hemos de estar preparados para que todas las amenazas ocurran. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca será recordada como un episodio dramático en la historia mexicana.
La conferencia que el presidente electo de Estados Unidos dio el día de ayer permite despejar dudas sobre el daño que viene. Mencionó a México y su gobierno varias veces y sólo en una de ellas ofreció adjetivos positivos. Vale la pena recuperar y reflexionar sobre los siete mensajes que nos envió a los mexicanos:
Primero, la administración Trump seguirá en su empeño para que las empresas estadounidenses con intenciones de expandir su actividad industrial a nuestro país cambien de decisión. No está dispuesto a aceptar que compañías proveedoras de bienes para la economía estadounidense —generadoras potenciales de empleo— continúen mudándose a México.
En concreto combatirá, como ya lo hizo con Ford y Fiat-Chrysler, a cualquier otra empresa automotriz que maquile partes de su producción en nuestro territorio. Ayer mismo dijo que la siguiente en su mira es GM. Advirtió que seguirá una política similar con respecto a las empresas farmacéuticas localizadas en México.
Segundo, buscará penalizar a las empresas no estadounidenses radicadas en tierras mexicanas que quieran vender sus productos en Estados Unidos. Para ellas habrá también aranceles elevados. No queda claro cómo impactaría esta medida en las decisiones de compañías como Nissan, BMW, Bombardier, Alstom, Bayer, Samsung y otras que, en efecto, invirtieron en territorio nacional porque obtenían costos bajos de producción, pero sobre todo por los aranceles preferentes.
Tercero, para poder cumplir con las amenazas uno y dos no se necesita reformar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), sino de plano derrumbarlo. Ayer anunció que le tomará entre un año y un año y medio para cumplir con este propósito. Poco quedará vivo de este acuerdo; casi nada, pues, que vaya a servir a México tras esa demolición.
Cuarto, dará comienzo a la construcción del muro fronterizo apenas arranque su administración. No esperará a cobrarle a México antes de empezar. Ya buscará más adelante la manera de asegurar el reembolso. Con maña, primero quiere “renegociar” el TLCAN para luego hablar con el gobierno mexicano sobre este adeudo por generarse. Cabe suponer que está pensando cobrarlo imponiendo más aranceles sobre nuestras exportaciones. Sabe que otra opción, como retener las remesas o castigarlas con impuestos arbitrarios, sería una decisión jurídicamente combatible en las cortes de su país.
Quinto, varias veces colocó a México en posición de enemigo potencial, al mismo nivel de China, Japón y Rusia. No está mal para la vanidad nacional que el líder de esa nación nos coloque en sillas similares con esas otras superpotencias. Tomemos nota.
Sexto, afirmó con énfasis que respeta al gobierno de Enrique Peña Nieto. Fue incluso más lejos al decir que los líderes políticos mexicanos eran más inteligentes que los líderes políticos estadounidenses. Al parecer Trump práctica el adagio de tener a los enemigos más cerca que a los amigos. Con Vladimir Putin parece estar haciendo algo parecido
Séptimo, ayer dejó fuera el tema de la política antimigrante. Llama la atención que no fuera destacado. Acaso este olvido tiene que ver con la oposición de los gobiernos estatales cuya economía depende en mucho de la mano de obra ilegal mexicana, como por ejemplo California, Texas, Nevada, Carolina del Sur o Nuevo México. Pero el silencio de ayer no tendría que implicar la inacción de mañana.
ZOOM: Sobre aviso no hay engaño. Va por todo. Sin medida. Más vale prepararse con inteligencia para el pleito porque negociación, al parecer, no habrá.
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