Con sus secretarios de Estado y  de Seguridad Interior en nuestro país, Donald Trump no tuvo el menor empacho en enviar ayer el mensaje de que no le importa que la relación con México no sea buena, si es la única forma de conseguir sus objetivos comerciales y migratorios. No faltó la ofensa: “Con México tendremos una buena relación, y si no, no”, perogrullada hilarante si no encubriera su amenazante desprecio. Y más aún: se regocijó de la operación militar en marcha para echar de su país a los malos, que para él y su fanaticada son los indocumentados mexicanos.

Mientras ese mensaje llegaba desde Washington, John Kelly, el halcón que tiene encomendada la seguridad interior estadounidense, juraba y perjuraba aquí que no habría deportaciones masivas ni uso de la fuerza militar, en franca contradicción con lo dicho horas antes por su jefe, lo que obligó a una aclaración del portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer: lo que Trump quiso decir (¿dónde había oído eso?) es que sus órdenes migratorias se están cumpliendo con precisión militar.

La contradicción se agudizaba aquí conforme el otro enviado de Trump, el petrolero Rex Tillerson, ahora encargado de la diplomacia, destacaba la necesidad estratégica de una buena relación con México, mientras que sus contrapartes mexicanas (Videgaray y Osorio Chong) esbozaban algo de lo dicho en el encuentro: el momento es complicado, el diálogo será largo y difícil, hay diferencias claras y públicas, no se aceptará la imposición de medidas migratorias unilaterales.

No hay congruencia entre lo dicho en Washington por Trump y lo dicho aquí por quienes fueron enviados, supuestamente, a limar asperezas. Pero esas contradicciones, ¿son consecuencia de un gobierno estadounidense dominado por la estulticia o expresión de una estrategia deliberada?

Son expresión, sin duda, de una estrategia de desprecio si nos atenemos a los hechos: vino a México el candidato Trump, el presidente Peña Nieto dijo que no hablaron del muro y el estadounidense, ya de regreso a su país, lo desmintió y humilló al decir que ni siquiera sabía que lo iba a pagar; fueron a Washington Videgaray y Guajardo a establecer el primer contacto con el nuevo gobierno estadounidense y, estando ahí, se dio a conocer la orden que marcaba el inicio de la construcción del muro; un día antes de que Tillerson y Kelly vinieran, se publicó la orden que abre la deportación masiva de ilegales y pretende mandar a México también a los de otras nacionalidades; y ayer, ya reunidos aquí los dos secretarios, el mensaje de Trump de lo poco que le importa la relación, acompañado de otra amenaza militar.

Aun así, Peña Nieto recibió en Los Pinos a los enviados de Trump para decirles que “México negociará de manera firme e integral”. Desaprovechó una oportunidad más de mostrar dignidad y fuerza, sustentadas ambas en el Derecho Internacional. Incluso el protocolo le ofrecía la prerrogativa de no recibir a quienes no son sus pares y que, diplomáticamente, ya habían sido adecuadamente correspondidos por sus contrapartes. ¿Qué mejor mensaje de firmeza que ese?

Hay quienes argumentan que es prudencia y paciencia. Pero esas virtudes, frente a tanta ofensa, devienen en debilidad y entreguismo. Que la amenaza es grave, cierto. Que nosotros perderíamos más, tal vez. Pero, ¿qué mejoraría quedándonos de rodillas y humillados?

Nuestro gobierno parece creer que la historia de las relaciones con Estados Unidos empezó cuando aceptaron, graciosamente, que fuéramos parte del bloque comercial norteamericano. Acaso ignora las decenas de agresiones, invasiones e intromisiones que registra la historia. ¿Ignorará también que la razón y el Derecho Internacional están de nuestra parte?

Aceptémoslo de una vez por todas: el gobierno de Trump es abiertamente hostil a México y, como advertía en estas páginas el embajador Enrique Berruga: nuestro país es para él la Austria de la Alemania nazi, el laboratorio donde pondrá a prueba su poderío y proyección internacional.

Solo a partir de ese reconocimiento podremos construir una estrategia sólida y legal para defendernos y enfrentar la nueva agresión.

INSTANTÁNEAS. 1. EMBAJADOR. El Senado aprobó la designación de Gerónimo Gutiérrez como embajador de México en Estados Unidos. El diplomático dijo que la relación entre los dos países no se centrará en Trump, sino en sus actores relevantes. Es cierto, no solo lo es Trump. Son muchos los grupos de poder estadounidenses afines a México.

2. GESTIONES. El senador  panista Juan Carlos Romero Hicks  se reunió ayer con senadores y congresistas de Arizona en la cámara de representantes local. Les transmitió un mensaje directo sobre la relación bilateral: nada arreglaremos culpándonos unos a otros. Romero Hicks se reunió más tarde con el ex candidato presidencial republicano  John McCain,  uno de los políticos más críticos de la gestión del también republicano Trump. Visitó asimismo a la familia de  Guadalupe García, la guanajuatense que fue deportada pese a contar con un indulto de la administración de Obama.

3. GASOLINAS. El gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, quien preside la Comisión de Energía de la Conago, encabezó la instalación de la Comisión Ejecutiva de Energía de la Conferencia de Gobernadores. Al evento asistieron el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, y el subsecretario de Hacienda, Miguel Messmacher. Los temas: la liberación de precios de las gasolinas, los contratos de exploración y extracción de crudo, y los proyectos de energía en las Zonas Económicas Especiales.

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