El cuerpo del estudiante Julio César Mondragón fue el único que los autores de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, en septiembre de 2014, no ocultaron.
Por el contrario, el cadáver de Mondragón, apodado El Chilango, apareció varias horas más tarde, con señales de tortura, en las inmediaciones de la zona industrial de la ciudad de Iguala.
Al estudiante le habían arrancado la piel del rostro. Y mientras nadie volvió a ver los cuerpos de sus compañeros, a Mondragón, sus asesinos decidieron exponerlo. ¿Por qué?
Julio César Mondragón es una pregunta central en el crucigrama del caso Iguala.
Aquella noche viajaba en el primer autobús. Sus compañeros dicen que se encontraba muy afectado por lo sucedido: el ataque contra los autobuses “tomados” por los normalistas, en Juan N. Álvarez y Periférico Norte. Julio César estuvo en la conferencia de prensa que los alumnos dieron a las 00:30 horas, cuando sobrevino un segundo ataque. Julio César huyó al escuchar los primeros disparos. Varios testigos señalaron que lo habían visto correr por la calle Juan N. Álvarez, cerca de un grupo de alumnos que también huían y se ocultaban detrás de autos estacionados en una de las calles transversales.
Alguien dijo que lo oyó gritar “cuando aparentemente habría sido detenido”. No se supo más de él. A las seis de la mañana del día siguiente llegó un reporte al C-4: “se encontraba el cuerpo sin vida de una persona de sexo masculino, el cual estaba tirado por donde se ubican las instalaciones de Pemex”.
La autopsia reveló “visibles muestras de tortura”. Según el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, GIEI, antes de que ocurriera el arrancamiento de piel, Julio César sufrió “lesiones previas en un cuadro de policontusión en diversas partes del cuerpo, con fracturas costales en ambos hemitórax y hematoma retroperitoneal como consecuencia de golpes en abdomen o espalda. Y posteriormente, en un segundo momento, las fracturas craneales se dieron todavía en vida, aunque no está claro el mecanismo de producción”.
El GIEI señaló que las lesiones en la cara habrían ocurrido post mortem, y que “no pudo definirse si son por maniobras intencionales o por fauna”.
Gildardo López Astudillo, El Gil, líder del grupo criminal que tomó parte activa en el ataque y desaparición de los normalistas, Guerreros Unidos, relató que “el muchacho se había separado del grupo y que lo habían acorralado”. Dijo que “lo empezaron a apedrear y enseguida lo desollaron”. “Lo fueron a tirar a un camino de terracería con la ayuda de David Hernández, El Chino, de Protección Civil, a bordo de una camioneta roja”, relató.
Según El Gil, quien “agarró al estudiante que apareció desollado” fue Víctor Hugo Benítez Palacios, alias El Tilo, jefe del brazo armado de Guerreros Unidos. El Tilo asesinó al muchacho, dijo El Gil, con ayuda de su compadre El Molero.
El Tilo fue uno de los últimos miembros de Guerreros Unidos en caer en poder de las autoridades. La Policía Federal y el Ejército lo detuvieron apenas el pasado 30 de junio. Se trata de una de las detenciones más relevantes del caso Iguala: El Tilo es el hombre que incitó a uno de los jefes de la organización, Juan Salgado, alias El Indio Salgado, a ordenar la agresión contra los alumnos.
El Tilo puede ser el misterioso personaje que aquella noche coordinó por teléfono el operativo contra los normalistas, y apareció en las agendas telefónicas de varios policías municipales e incluso de varios miembros de su propia célula (entre ellas, en la de Ramiro Ocampo Pineda, alias El Chango) bajo el nombre de Caminante.
El Tilo puede dar información insustituible sobre el móvil de la agresión a los alumnos, que a casi dos años de distancia se mantiene en la penumbra. Y sobre todo, Benítez Palacios puede aclarar el misterio que representa el estudiante Julio César Mondragón.
El Tilo es la clave del enigma Ayotzinapa. Sólo él puede decir por qué y para qué torturó a Julio César. Sólo él puede explicar por qué el cuerpo del alumno no fue ocultado, como el de los demás, sino expuesto en una calle, para que fuera fácilmente encontrado.
Benítez Palacios ha sido señalado por sus cómplices, una y otra vez, de manera repetida, como el hombre que accionó el botón de pánico que culminó con la desaparición de los estudiantes.
Ya lo tienen. ¿Cuánto falta para tener respuestas?
@hdemauleon
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