Autor: Mauricio Mejía Castillo
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Dos días después, EL UNIVERSAL dio a conocer la noticia. En la nota se anunció que los padres Fernando Bohigas y Ana María Lomelí ofrecían cinco mil pesos a la persona que diera información sobre el paradero de su hijo; o bien, lo entregara “sano y salvo”.

La investigación quedó a cargo del comandante del Servicio Secreto, J. Jesús Galindo Vázquez, quien también trabajaba en los casos de Elena González de 17 meses de edad y Arturo Riveroll de cuatro años, secuestrados por las mismas fechas. Y aunque Galindo fue clave en la historia de Fernando Bohigas, se desconoce lo que ocurrió con estos otros dos niños.

El secuestro infantil que conmovió a México
El secuestro infantil que conmovió a México

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se desató en México una ola de secuestros de niños. El Gran Diario de México publicó el 12 de octubre de 1945 —siete días después de la desaparición de Fernandito— una nota en la que presentaba dos hipótesis para explicar el fenómeno. Primera: los niños eran raptados por gitanos, quienes los empleaban para mendigar; segunda: eran enviados a Estados Unidos para ser vendidos a las viudas de los soldados para cobrar una mayor pensión. Varios casos de niños rescatados confirmaron ambas teorías.

El caso de Fernandito fue distinto. Además, contó con un lujo que los hijos de obreros y lavanderas en su misma situación no se podían regalar. Su padre,  el señor Bohigas, ferretero de desahogada posición económica, pudo pagar inserciones en los periódicos. La primera se publicó dos días después de la desaparición.

El secuestro infantil que conmovió a México
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Preocupada la sociedad por los plagios, el mismo 12 de octubre en entrevista con esta casa editorial, la señora Carmen Vasconcelos de Ahumada, esposa del diputado Herminio Ahumada, anunció la creación de la Asociación Contra el Plagio Infantil.

La eficacia de las autoridades mexicanas estaba en tela de juicio. Una falla que el PRI no podía tener en plena campaña presidencial del candidato Miguel Alemán Valdez.

Tal era la difusión del caso de desaparición de Fernandito que el locutor Héctor Martínez Serrano, quien vivía en Celaya, Guanajuato cuando todo el país buscaba al niño Bohigas, dijo en entrevista con EL UNIVERSAL: “Yo era niño y lo que veía eran anuncios con su fotografía. Cartelones puestos en las paredes diciendo que se buscaba. Nos llamaba la atención, a pesar de ser niños, el apellido Bohigas, raro para nosotros. Después seguimos por medio de los periódicos el hecho”.

El archivo de Bohigas

En el expediente número 444.93 del fondo documental del presidente Manuel Ávila Camacho del Archivo General de la Nación, se documentó el caso de Fernando Bohigas Lomelí. Dos documentos lo constituyen.

El primero, un oficio fechado el 29 de abril de 1946, firmado por el Jefe de la Policía del Distrito Federal, Ramón Jiménez Delgado, donde notifica al presidente Ávila Camacho el rescate del menor. El segundo es la contestación del licenciado J. Jesús González Gallo, secretario de la Presidencia, felicitando a nombre del Ejecutivo a Galindo y a Jiménez por el éxito obtenido.

No existe en Lecumberri una carpeta con el nombre de J. Jesús Galindo Vázquez, ni de los otros niños buscados por él.

El desenlace

La noche del sábado 27 de abril de 1946, una mujer llamó a la oficina de los Agentes del Servicio Secreto. Pidió hablar con el Comandante Galindo. Le informó que el niño Bohigas estaba sano y salvo en una casa de la colonia Moctezuma en el Distrito Federal y le recomendó que en el acto se dirigiera al lugar. Colgó sin decir su nombre.

Acompañado de los agentes Guillermo Bas, Carlos Filio, Vicente Nagar, Jesús Oyerbide y Urbán González, Galindo se dirigió al sitio referido. El escuadrón rondó las calles durante toda la noche.

En la mañana del domingo, una mujer hizo sospechar a Guillermo Bas. Baja de estatura y todavía joven, salía y entraba con cautela de su casa, número 5 de la calle 12. El agente dio aviso a su superior. Éste, disfrazado de cartero, vigiló el resto del día.

Por la tarde, una carta llegó a sus manos; el domicilio sospechoso en el remitente. En ella, la firmante, María Elena Rivera Quiroga, avisaba a sus parientes de Teziutlán, Puebla (a quien iba dirigida la misiva) que llevaría allá al niño “a pasar una temporada para que estuviera seguro”. Galindo no vaciló. El niño a quien se hacía referencia en la carta era el pequeño Bohigas.

A las ocho de la noche, un coche de alquiler se paró frente a la casa vigilada. Rivera Quiroga salió acompañada por un hombre. Cargaban a un niño. El auto avanzó, seguido a prudente distancia por la patrulla en cubierto del Servicio Secreto. El primer vehículo se detuvo delante de una tienda, en la calle Mariana del Toro Azorín número 31, de la misma colonia. Cuando los tres pasajeros entraron, la puerta se cerró.

A primera hora del lunes, el comandante Galindo telefoneó a la oficina del señor Fernando Bohigas: “Hemos triunfado (…) es necesario que venga a la jefatura para que nos acompañe a recoger al niño”, dijo Galindo, refirió el periódico El Nacional.

El secuestro infantil que conmovió a México
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Padre y detective llegaron al “estanquillo” a las once de la mañana. Fernandito jugaba en una pieza interior. Don Fernando lo había acostumbrado desde los primeros meses de vida a responder a un silbido específico. Al emitirlo aquella mañana el niño corrió al encuentro de su padre. Con ese abrazo y la inmediata aprehensión de María Elena Rivera y su esposo Carlos Martínez Maldonado, se cerró el “caso más sensacional de la historia policial mexicana”, como lo llamó la prensa.

Según palabras del padre, el único indicio de que el niño había estado secuestrado casi siete meses fue lo largo de su cabellera. El martes 30 de abril todos los diarios de la capital anunciaban a ocho columnas el rescate. Era día del niño. Día del niño Bohigas, quien cumplía tres años.

El secuestro infantil que conmovió a México
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Los padres “adoptivos”

En la Sexta Delegación de Policía, el matrimonio Martínez-Rivera rindió su declaración. Ella dijo ser originaria de Teziutlán, tener 29 años de edad y llevar cinco de casada; que inútilmente inició varias veces el proceso de adopción en la Casa de Cuna dado que estaba imposibilitada para tener hijos.

Sostuvo María Elena que la última vez que visitó la Secretaria de la Asistencia Pública, un hombre se le acercó. El extraño le ofreció que a cambio de mil pesos él podía conseguirle un niño ya crecidito, que supiera caminar y comer, que ya no estuviera en riesgo de morir. La mujer accedió y al otro día el extraño regresó con el niño Bohigas en brazos.

Al llegar a su casa, Rivera le dijo a su marido que por fin había podido realizar una adopción. Meses después, Martínez le enseñó el anuncio de “se busca” con el retrato de su “hijo” que publicó una revista ilustrada. Sin dudar que se trataba del mismo niño, en enero de 1946 lo registraron con el nombre de Eugenio Augusto.

La señora agregó a su declaración ministerial que, puesto que la madre de Fernandito tenía más hijos, “acabaría por conformarse con perder uno y olvidarlo”.

Carlos Martínez Maldonado dijo tener 36 años, ser trabajador de una fábrica de camas metálicas y confirmó en su declaración lo dicho por su mujer.

Hasta el año en que ocurrieron los hechos, el artículo 366 del Código Penal ordenaba que a quien privara ilegalmente de la libertad a un menor era acreedor a una pena de entre cinco y quince años en prisión. A partir de ese año, se amplió la condena de diez a veinte años.

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Al cine

La historia del niño Bohigas no podía menos que inspirar un argumento cinematográfico. Tres meses después del recate se estrenó, en los cines Insurgentes, Savoy y Lindavista, la película Ya tengo a mi hijo, dirigida por Ismael Rodríguez. Blanca de Castejón e Isabela Corona interpretaron a la madre autentica y a la falsa, respectivamente. El actor principal fue Fernandito Bohigas, en el papel de Fernandito Bohigas. La imagen del cartel era la misma fotografía que apareció en los carteles de “se busca”, con un dibujo de la Virgen de Guadalupe, a quien la madre del niño le atribuyó el milagro de encontrarlo.

El secuestro infantil que conmovió a México
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70 años después

En 1946 los secuestros de infantes causaban la conmoción colectiva de la sociedad mexicana. Hoy en día cuando la Alerta Amber —creada en1996 para facilitar la búsqueda de niños desaparecidos— suena en las pantallas del metro, pocas personas levantan la vista para conocer el rostro, o el nombre, del niño extraviado.

El escritor Tomás Mojarro reflexiona sobre esto: “Estamos perdiendo la capacidad de asombro. No únicamente en esa situación, sino en todas. En aquellas épocas un crimen, un asesinato, tenía una repercusión tremenda en la gente. Todavía mucho antes está el crimen de Chindasnar; tiempo después el “Cura Tabernero”, muerto por un luchador famoso y sus cómplices. Cimbraban a la comunidad. Ahora solamente como dato complementario de una situación dada se dice: veinte muertos aquí, nueve muertos allá, en fosas clandestinas tantos cadáveres. Así es que la capacidad de asombro se va perdiendo, igualmente para la tragedia de los niños”.

El secuestro infantil que conmovió a México
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Fotos antiguas: Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL
Fuentes: El Nacional, abril y mayo de 1946; acervo hemerográfico de EL UNIVERSAL.

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