Gerardo Esquivel

Ni perdón ni olvido

La gran pregunta es si los ciudadanos estarán dispuestos a concederle al Presidente el perdón solicitado

29/07/2016 |01:14
Redacción El Universal
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A Carmen Aristegui

Hace unos días el presidente Peña Nieto se disculpó y pidió perdón (“con toda humildad”) a los mexicanos por el caso de la llamada Casa Blanca. La disculpa del Presidente fue tardía e insuficiente. Lo hizo más de un año y medio después de que se diera a conocer la investigación periodística de parte del equipo de Carmen Aristegui que reveló la compra, por parte de la esposa del Presidente, de una casa valuada en siete millones de dólares a una empresa proveedora del gobierno (Grupo Higa). La empresa, por cierto, ya antes le había “prestado” a Enrique Peña Nieto otra casa cercana que había sido utilizada como oficina del entonces presidente electo y fue también la empresa que le vendió una casa en Malinalco, con una tasa de interés por debajo de la del mercado y aceptando pagos en especie, al secretario de Hacienda, Luis Videgaray. Esa empresa también le rentaba al secretario un terreno anexo que servía como jardín de la casa de Malinalco (no se sabe si esta relación comercial aún continúa).

En su discurso, el Presidente reconoció que cometió un error, que afectó a su familia, que lastimó la investidura presidencial y que sintió en carne propia la irritación de los mexicanos. Y, a pesar de todo ello, el Presidente insistió en que no cometió un delito. En casi cualquier otro lugar, un funcionario público que reconociera todo esto se sentiría moralmente obligado a renunciar. En México esto es impensable. Aquí, en cambio, el Presidente insistió en que todo se trató de un tema de percepción (los servidores públicos, dijo el Presidente, “también somos responsables de la percepción que generamos con lo que hacemos”). Cabe señalar que el Presidente insiste en que no cometió un delito a partir del resultado de una investigación de la Secretaría de la Función Pública. Esta investigación, realizada por Virgilio Andrade, un subordinado del Presidente y un amigo cercano del secretario de Hacienda, determinó de forma expedita que en ninguno de los casos anteriores se había incurrido en un conflicto de interés, a pesar de que la investigación misma estaba afectada por otros conflictos de interés (la subordinación en un caso, la amistad en el otro).

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La solicitud de perdón del Presidente tuvo un recibimiento mixto. Para algunos observadores fue una señal de genuino arrepentimiento y un acto de contrición necesario para poder echar a andar el recientemente aprobado Sistema Nacional Anticorrupción. Para otros, fue un acto más de cinismo y de desprecio por las instituciones de parte de la máxima autoridad del Poder Ejecutivo. Finalmente, todo lo relacionado al caso de la Casa Blanca y el Grupo Higa simboliza el ambiente de corrupción y de conflicto de interés que mucha gente le atribuye a esta administración. A la fecha, podemos señalar que no ha habido ninguna consecuencia de dicho acto excepto, muy probablemente, por el despido del aire de los periodistas que en su momento revelaron la existencia de la llamada Casa Blanca.

Y no se trata sólo de que la solicitud de perdón del Presidente no haya venido acompañada de ningún tipo de sanción o consecuencia, es también el hecho de que el hostigamiento contra los periodistas continúa. La empresa MVS, en la que entonces laboraban los periodistas que revelaron el caso, ahora ha demandado a la periodista Carmen Aristegui y a la editorial que publicó un libro sobre el tema (La Casa Blanca de Peña Nieto, de Random House) y les piden una indemnización económica y el retiro del prólogo de dicho libro. Esto de alguna manera revela que la solicitud del perdón del Presidente no viene acompañada del olvido. Al parecer, los amigos e intereses aliados de Peña Nieto no están dispuestos a conceder el perdón que el propio Presidente solicita para sí. La gran pregunta es si los ciudadanos estarán dispuestos a concederle al Presidente el perdón solicitado. En las elecciones pasadas, por lo pronto, aún no parecían haberlo perdonado. Ahora, a juzgar por su comportamiento y por el de sus aliados económicos, el Presidente no parece hacerse merecedor ni al perdón ni mucho menos el olvido.

Economista

@esquivelgerardo

gesquive@colmex.mx