Todos en México, especialistas, políticos y organizaciones ciudadanas, se unieron en celebración cuando en 2008 se incorporó en la Constitución la presunción de inocencia. Sería el primer paso, se dijo, hacia un cambio de fondo en el sistema de justicia mexicano, en el cual la carga de la prueba sería obligación del Estado, no del acusado. Siete años después, los casos de inocentes arrestados sin evidencia alguna o, peor, deliberadamente incriminados, siguen acumulándose.

Ayer fue liberado Óscar Álvaro Montes de Oca, luego de siete días de permanecer en un penal de máxima seguridad porque le atribuyeron a él la pertenencia de una maleta llena de cocaína que en realidad no era suya.

El joven calificó su tiempo en el penal como “un infierno”. No exagera. De acuerdo con el último Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), el penal de Tepic, Nayarit, donde Óscar estuvo recluido, sale reprobado en los rubros más importantes: saca “cinco” en trato digno y la misma calificación en tortura en una escala del 1 al 10. Lo peor es que tiene “cero” en “procedimiento para la recepción de casos de tortura y/o maltrato”. Es decir, esa cárcel sólo simula que atiende las quejas o de plano las ignora.

El Chapo también estuvo en una cárcel de máxima seguridad (así se le llama). Pero por lo que se puede ver del video de su escape, no parece que haya sido un infierno su estadía, como dijo Óscar, con lágrimas en los ojos, que fue la suya: “Gran parte de mí se quedó allá adentro todavía…”. ¿En qué país estamos que a un joven inocente se le trata como al peor delincuente mientras que al criminal más buscado se le dan las facilidades para escapar como lo hizo?

Dice él mismo: afortunadamente me tocó a mí porque tengo una familia que sé no se daría por vencida. Por fortuna para el resto de la sociedad mexicana, el ánimo del joven le alcanza para hacer el análisis correcto. Hay que ejercer presión contra las aerolíneas, los gobiernos y los sistemas aeroportuarios, para que generen mecanismos de seguridad y protección al pasajero. “No puede ser que por el simple hecho de una etiqueta, que se puede quitar con las manos, sea suficiente para acusar a alguien de tráfico de drogas, es inaceptable”, dijo.

Toca el turno a esos actores de responder por sus actos: procuradurías que acusan a la ligera a cualquiera del peor de los delitos y aerolíneas presumiblemente infiltradas por el narcotráfico. ¿Qué van a hacer para impedir que un caso como el de Óscar vuelva a ocurrir?

A los demás nos toca recordar que hay miles de inocentes más sin la ventaja de una campaña en redes sociales.

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