Los ataques con explosivos, por su origen generalmente clandestino, por su intención de causar daño material o a civiles, y por el mensaje que dejan (odio y temor), son actos reprobables que merecen la condena general. Son, también, señales de la presencia de grupos inconformes e intolerantes que deben reencauzar sus demandas para plantearlas por la vía democrática.
Este martes un estallido a las puertas de la sede de la Conferencia del Episcopado Mexicano dejó daños materiales y preguntas a las cuales se debe dar pronta respuesta. ¿Fue ataque de un grupo que sólo busca llamar la atención? ¿O fue sólo la acción de una persona? ¿Llevaba la intención precisa de agredir al clero católico? Una investigación a fondo podría dar más datos sobre las causas.
Para la Secretaría de Gobernación, el hecho es atribuible al odio. Sin duda es una de las hipótesis más lógicas, pero lo que se requiere es una indagatoria de la autoridad que no deje cabo sueltos para descartar cualquier otra acción similar y conocer los verdaderos motivos del autor o de los autores.
La explosión no es el primer acto de violencia contra la Iglesia católica. El Centro Católico Multimedial reportó que en el actual sexenio 18 sacerdotes han sido asesinados (tres este año), que se suman a los 17 registrados en la administración previa y a la agresión con arma blanca contra un sacerdote en la Catedral Metropolitana, hace dos meses. Para el organismo, México es el país más peligroso para ejercer el sacerdocio.
En los últimos años se ha impulsado en el país la cultura de la tolerancia, de aceptación del otro y de respetar las diferencias. Las acciones se han enfocado en el respeto a la diversidad sexual, aunque quizá es tiempo de enfatizar el respeto a quien profesa un credo diferente al nuestro, a quien decide renunciar a creencias religiosas y a quien tiene una ideología diferente. Los conflictos más sangrientos de la historia son aquellos producidos por las diferencias de fe.
Cualquier indicio de grupo de odio debe ser contenido y sus puntos de vista canalizados por vías legales, además de identificar el tejido social que habría ocasionado el surgimiento de grupos con ese enfoque, para evitar que aparezcan otros.
La consolidación del respeto y la tolerancia hace de cualquier país un lugar más seguro y libre para emprender un desarrollo armónico. La ruta hacia ese puerto parece un poco lejana.