Inmersos en la inercia del ritmo veloz de la Ciudad de México provoca que pasen desapercibidos los detalles de la capital. Pero, si se pone atención, en el se podrá ver a Don Gonzalo Laurelillo , un encino ubicado dentro de la Torre de los Vientos , escultura de , que forma parte de la .

Esta instalación, titulada “ Árbol suspendido ”, es un llamado a la preservación de los entornos urbanos verdes, explica Luis Javier de la Torre González, presidente del patronato de la Ruta de la Amistad a , quien señala que además de preocuparse por preservar los mares y bosques, hay que dedicar esfuerzos para el cuidado de las áreas verdes en las ciudades.

Con esta idea en mente, hasta el 30 de abril, la Ruta de la Amistad albergará dos instalaciones de arte contemporáneo, “Árbol suspendido” y “Bajo ruta”, que muestran la naturaleza que precedió al Periférico Sur, con la intención de crear reflexión por no sólo el mantenimiento de la naturaleza, sino su recuperación a como era originalmente la zona, en medida de lo posible.

Volver a la naturaleza de hace mil años, para salvar el futuro: la nueva instalación de arte en la Ruta de la Amistad
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“Creemos que el arte es un impulsor de conciencias y de acciones concretas contra el cambio climático urbano”, explica el también curador sobre el objetivo de las instalaciones de arte, cuya planeación se alargó aproximadamente tres años por la pandemia, y contó con el financiamiento del Fideicomiso F/54 del Sistema de Transferencia de potencialidades de Desarrollo Urbano de la Secretaría de Desarrollo y Vivienda de la Ciudad de México ( Seduvi ) y la Secretarías de Medio Ambiente de la capital ( Sedema) .

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“Árbol suspendido” consiste en un encino laurelillo colocado en la parte superior de la Torre de los Vientos, de forma que se “asoma” por el orificio de la escultura. El árbol es sostenido por un grupo de arneses y una red, tiene sus raíces dentro de una especie de costal y éstas están conectadas a una larga manguera que atraviesa el interior de la Torre hasta llegar a una toma de agua.

La selección de la especie no fue al azar, como el proyecto del Patronato busca aludir a la naturaleza que se encontraba en la zona hace mil 800 años, se requería un árbol relacionado con Cuicuilco, pues esta especie abundaba antes de la erupción del volcán Xitle.

La torre fue diseñada con el objetivo de que fuera un albergue para los capitalinos, sin embargo ante los descuidos de las personas que entraban a este espacio, se tuvo que abandonar la idea “utópica” de su autor el artista uruguayo Gonzalo Fonseca, explica de la Torre González, quien ahora recupera la construcción como un albergue para la naturaleza.

Con el árbol asomado, el curador no sólo espera que los automovilistas recuerden la importancia de la naturaleza en las grandes ciudades, sino también espera que de una perspectiva al humano sobre la inmensidad de la madre naturaleza: “Cuando te paras aquí dentro de la Torre y miras hacia arriba es como si fueras una lombriz, parece que estamos en el subsuelo y al levantar la vista tenemos esta imagen muy linda del árbol, el cielo y las nubes”.

Don Gonzalo Laurelillo, como fue bautizado el encino en honor al autor de la Torre de los Vientos, es regado durante 10 minutos exactos cada tres días. El sonido del caer del agua, así como el del viento rozando las hojas del árbol, hace que la instalación cobre vida y que, en combinación con la acústica de la escultura, se convierta también en una obra sonora, en medio del tránsito del periférico.

El encino será retirado el 30 de abril, el último día de exhibición y se espera que sea replantado en el cerro de Zacatepetl, sin embargo existe la posibilidad de que no sea así, pues la zona fue repoblada con eucaliptos, especie que no sería compatible con el encino, por lo que ya se analiza un plan B.

6 METROS mide la pieza escultórica Bajo ruta, del artista inglés Simon Linington.

Historia terrestre de Perisur

La segunda instalación de la Ruta de la Amistad se encuentra a un lado del “Muro articulado”, de Herbert Bayer, y se trata de una obra del artista inglés Simon Linington. “Bajo ruta”, como se titula la obra, consiste en una torre de vidrio, con soporte metálico, que almacena distintos tipos de tierra y materiales rocosos, que fueron extraídos de la misma área donde se encuentra la obra.

“La idea es que la escultura te muestre los cambios que han habido en esta zona a lo largo del tiempo”, explica Linington a EL UNIVERSAL.

Linington trabaja este estilo que hace referencia a los souvenirs de arena enfrascada en vidrio que se vendían en las playas de Inglaterra, en la época victoriana. Su escultura alude a esta idea del "recuerdito" sobre la naturaleza y cambios en el suelo, que ahora se encuentran debajo de la gran masa urbana.

Esta obra llevó nueve días en ser montada y es la más grande que ha realizado el artista hasta ahora en su carrera, pues mide 6 metros y es 27 veces mayor en volumen de lo que acostumbra trabajar. La torre de vidrio almacena aproximadamente seis toneladas de distintos tipos de tierra: piedra volcánica, tierra similar a la arcilla, asfalto, ladrillo y roca.

“Excavamos, recolecté el material y después de ver qué tipo de materiales habíamos obtenido y cuánto, tracé un diagrama de cómo quería que fuera distribuida la tierra dentro de la estructura y, dependiendo de la cantidad de material que tenía, fui decidiendo el orden en el que sería colocado”, explica el artista sobre el proceso.

Cada tipo de material y tierra fue dividido y limpiado con semanas de anticipación por Linington y su equipo, con la ayuda de redes, pues explica que entre las capas de tierra encontró restos de basura y plástico.

“Encontrar restos de basura en las profundidades de la tierra es un problema que he visto en todas las ciudades en las que he trabajado”, señala Linington sobre la contaminación.

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Deconstruyendo la Ruta de la Amistad

Como proyecto alterno, la Ruta de la Amistad trabaja en “De-construcción”, que consiste en retirar la tierra que rodea las esculturas para rescatar los pedregales. El patronato se asesora con el Instituto de Biología de la UNAM. Además trabaja en mejorar el entorno de la Ruta, cuidando

Además de procurar las esculturas desde hace 27 años, Luis Javier de la Torre González tiene el objetivo de recuperar los pedregales como estaban hace mil 300 años.

El curador explica que la construcción de Ciudad Universitaria, zonas habitacionales y el Periférico Sur afectaron los pedregales como eran originalmente y que la construcción de las esculturas de la Ruta de la Amistad -realizada como parte del proyecto cultural que acompañó a los Juegos Olímpicos de 1968- pasó a ocupar los últimos espacios de los pedregales. Ahora, 54 años después, las esculturas pasan a ser protectoras de estas porciones de terreno.

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Sobre la actual situación de la Ruta de la Amistad, el presidente del patronato explica que el grupo de monumentos creado por artistas de todo el mundo -como Alexander Calder, Jacques Moeschal y Mathías Goeritz- entre sus problemas se encuentra la falta de recursos para su mantenimiento y recuperación del entorno, pero sobre todo la educación de las personas: “es una lucha permanente”.

“Como en todas las administraciones, hay gente que ha ayudado mucho a la Ruta de la Amistad. Marina Robles, de la Secretaría de Medio Ambiente, se ha esforzado mucho por el proyecto. Hay algo que es increíble: solamente cuando uno viene a la Ruta la puedes entender, por eso una de nuestras grandes metas es hacer que la gente venga”.

“Dinero”, contesta Luis Javier de la Torre González cuando se le pregunta qué necesita la Ruta de la Amistad para seguir en perfecto estado, pero también preservar el espacio, pues destaca que no basta con darle una nueva capa de pintura a las esculturas, sino preservar sus alrededores con pintar nuevos pasos peatonales, preservar el alumbrado público original con el que se concibieron las esculturas, entre otros aspectos.

“Creemos que el arte es un impulsor de consciencias y de acciones concretas contra el cambio climático urbano”: Luis Javier de la Torre González, Patronato Ruta de la Amistad.

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