El archivo personal de conformado por 58 cajas con papeles que van de alrededor de 1940 (casi desde su nacimiento en 1939) a 2010 (año de su muerte) es resguardado, desde hace cinco años, por la Universidad de Princeton, en EU, junto a los papeles de otros escritores como Carlos Fuentes, Miguel Ángel Asturias, Guillermo Cabrera Infante, Julio Cortázar, José Donoso y Elena Garro. No así su biblioteca, que se mantiene en su casa —aún con documentos personales— y que para la escritora Laura Emilia Pacheco sería un sueño convertir en un centro de poesía; sí, la casa en la que vivieron sus padres por más de 60 años.

El acervo del autor que justo hoy cumple su décimo aniversario luctuoso, reposa en la Biblioteca de Firestone, de Princeton, donde ha sido organizado en seis categorías: “Cuadernos, años 1950-2010” (13 cajas); “Diarios y revistas, 1955-2009” (8 cajas); “Escritos, 1940-2010” (22 cajas); “Correspondencia, 1940-2010” (10 cajas); “Materiales impresos, 1940-2011” (3 cajas); y “Otros materiales, 1950 a 2010” (84 cajas), que quedarán abiertas este 2024, como lo estipuló , quien en 2018 vio en la propuesta de la Universidad de Princeton laposibilidad de preservar para la posteridad los papeles de su compañero literario y de vida.

“Del archivo personal se encargó. Pasó 10 años durísimos, porque revisar papeles yo creo que es de las cosas más difíciles, porque son también textos muy íntimos, es entrar mucho a la intimidad de una persona. Ella se encargó de ordenarlos, de ver más o menos cómo era el archivo porque mi papá nunca tuvo esa idea de ‘voy a tener un archivo para que después la posteridad se encargue…’, para nada. Él nunca pensó en esas cosas, no le interesaba, él tenía tanto trabajo que iba al día y mi mamá se encargó de ver sus diarios, porque mi papá sí tenía un diario muy puntual desde muy joven. Entonces ella se encargó de más o menos organizar eso”, dice Laura Emilia Pacheco, hija del autor, en entrevista con EL UNIVERSAL.

Laura Emilia Pacheco. Foto: Archivo, EL UNIVERSAL.
Laura Emilia Pacheco. Foto: Archivo, EL UNIVERSAL.

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La escritora, periodista y traductora cuenta que Princeton se acercó a ellas —su madre, la escritora y periodista Cristina Pacheco, fallecida el pasado 21 de diciembre, a ella y a su hermana Cecilia, quien es historiadora—: “Mi mamá tomó esa decisión porque pensó que era la mejor manera de conservar el archivo, puesto que no había alguna otra forma visible a la vista o inmediata de conservarlo”.

Aunque ella no lo ordenó, recuerda que los diarios eran tomos gigantes y eran varios, “no creo que hayan sido diarios como los de Alejandro Rossi, que eran muy personales, creo que eran más como para saber qué pasó qué día, según él me contó, pero nunca los he leído y a estas alturas de mi vida no creo leerlos. Yo no tengo mayor interés en hurgar en su vida, porque respeto mucho su intimidad y él era una persona muy muy privada y eso yo lo respeto”.

Sin embargo, ahora sin Cristina Pacheco serán las hijas quienes tomen las decisiones sobre la obra del autor de "Los elementos de la noche" y "Las batallas en el desierto", y además, también sobre la obra literaria y periodística de la conductora de WAquí nos tocó vivirW y autora de libros de relatos como WEl eterno viajeroW. Esa responsabilidad es complejidad. Por fortuna, dice, tras la muerte de su padre, la Agencia Literaria Carmen Balcells les lleva la gestión editorial, y llevará la de su madre.

“Tuvimos la enorme fortuna de que justo cuando falleció mi papá, la agencia Balcells nos ayudó. La ayuda de ellos ha sido invaluable porque para uno es muy difícil, además en este medio, en este país, todos nos conocemos, es muy difícil decirle a este sí y a este no, y para eso afortunadamente está una agencia que yo creo que es la mejor agencia del mundo en castellano y ellos nos han ayudado mucho a llevar este camino que ha sido muy complejo”, afirma Pacheco.

Sobre qué ha sido lo más difícil al negociar reediciones o nuevas obras, Laura Emilia dice que en realidad no hay nuevas obras porque su papá dejó dicho que nada que él no hubiera revisado se publicaría, “lo más difícil ha sido el hecho de que él no está, porque él era tan puntual con sus trabajos, con sus libros, con su obra, con sus prólogos, él dejó todo tan absolutamente claro que ha sido muy poco lo que hemos tenido que hacer”.

Además de algunas definiciones sobre la edición de sus libros y una antología que ya trabaja sobre los cuentos de Cristina Pacheco, el gran pendiente es la biblioteca conjunta del poeta, traductor, narrador y periodista cultural que falleciera la tarde del 26 de enero de 2014, y de la escritora y periodista.

“Es una biblioteca conjunta, no hay una separación en absoluto. Es amplísima amplísima amplísima, tiene tomada la casa, sólo quedaban los espacios para escribir, la recámara, el baño y la cocina, todo lo demás está tomado por los libros, pero a un grado que no te imaginas. El reto es cómo salvar esa biblioteca y que no se vuelvan un montón de libros viejos y empolvados”, apunta Pacheco, quien reconoce que quedan también muchos papeles porque su padre se dedicó por entero a trabajar, al igual que su madre. “Fueron vidas de mucho trabajo”.

Ha pasado apenas un mes de la muerte de su madre, pero tienen la certeza de que la casa se queda. No han explorado la posibilidad de una asociación o fundación, sabe que los tiempos actuales no son precisamente benignos para la cultura. Eso no evita que imagine lo mejor: “Mi sueño dorado sería que la casa, con la biblioteca, se convirtiera en un centro dedicado a la poesía, a la literatura o al pensamiento. Ese es un sueño, no he explorado nada, ni sé cuáles son las probabilidades. Vender la casa sencillamente no es una opción, a pesar del acecho inmobiliario que es durísimo. Pero entre lo que yo quiera y la realidad, no sé qué va a pasar. E insisto, la situación no es benigna para la cultura”.

A la pregunta de si su padre dejó obra terminada, Laura Emilia dice que hay muchos amigos, entre ellos Álvaro Uribe —que también ya no está—, que le contaba que él había visto parte de una novela. “Yo no la he visto, no sé si está en los papeles en Princeton, no lo sé, todavía hay papeles por revisar que yo no he revisado, papeles que no se fueron a Princeton”. Su reto real es seguir difundiendo la obra de su padre. “Me asombra y me da muchísimo gusto ver que en estos 10 años su obra no se ha diluido, está presente siempre, pero tengo muy claro que la posteridad no se hace sola. Un libro en un estante no garantiza que la obra se siga leyendo, hay que buscar que la obra siga viva, que la obra llegue a nuevos lectores”.

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Van a trabajar en dos vertientes, la obra de José Emilio, enorme; y la de Cristina, “tengo la firme intención de recuperar su obra literaria, que yo creo que sufrió de menosprecio por su trabajo periodístico. Escribió un cuento cada semana durante más de 40 años. Son carreras muy largas de dos personas muy comprometidas. El trabajo de mi mamá en la tele fue de 40 años, el trabajo de mi papá en el periodismo fue de 60 años. Y creo que mi mamá sí merece ese reconocimiento”.

A un mes de la muerte de su madre, Laura Emilia dice que de ella aprendió “su absoluto e increíble amor por la vida. Nunca he conocido a alguien más generoso más solidario y con un amor absoluto por la vida... que no hay que juzgar a las personas y el honor es de quien lo da”. En tanto, a 10 años de la muerte de su padre, afirma que celebra su honestidad y su sentido del honor, que es algo que se ha diluido mucho. “Él se alejó de la política, se alejó de los puestos. No fue embajador en ninguna parte, no fue director de nada, y pudo haberlo sido, era muy sencillo, pero él sabía que de haber escogido el otro camino, quizás su periodismo no hubiera sufrido tanto, pero sí la poesía, porque la poesía sí requiere otra manera de ser completamente distinto”, dice.

Laura Emilia Pacheco es categórica cuando afirma que no tiene ninguna duda de que su padre, ante todo, fue poeta: “Su vida era de poeta y su muerte fue de poeta también”. Y cita como su gran testamento literario la traducción que trabajó mucho y concluyó, Cuatro cuartetos de T.S. Eliot. “Al ver el resultado final, que es una traducción completamente magra, no tiene nada extra, siento yo que es un testamento literario”, dice Laura Emilia Pacheco de esa obra magna de su padre, cuya evolución y la de otras de sus obras, las resguarda Princeton.

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