Para —ganador del Premio Nacional de Narrativa Ramón López Velarde en 2018— su libro más reciente, "", publicado a mediados de este año en la colección Hilo de Aracne de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), puede describirse como un conjunto de historias brevísimas que abren el universo de un personaje desahuciado cuya única motivación es la escritura: "Por lo general, lo que se entiende como impulso de escritura parte de un momento estético, considerado como bello por ciertas personas. Yo pienso que la escritura puede surgir de momentos oscuros y es el caso de este personaje, a quien la enfermedad terminal empuja a escribir un crucigrama. Los crucigramas no se escriben, se llenan, pero ese es el sentido del libro: darle a las cosas una nueva naturaleza, un significado diferente. El personaje propone otra posibilidad del crucigrama: dejarlo vacío. Quizá el crucigrama y las casillas tienen un mayor significado en ese silencio, lo cual es paradójico y engloba el libro. Es la posibilidad de llenarlo y ser un jugador correcto, pero también la de rebelarse a la provocación y aceptar el vacío", abunda Abad sobre el crucigrama incluido en el libro y que se va llenando con el título de los textos en prosa que lo conforman; un crucigrama atípico, elaborado para que el lector no tenga trabas en la lectura al no descifrar un título. Pero, repite, está la paradoja de enfrentarse a la posibilidad de completar un juego y no hacerlo.

Sobre el sentido de que la escritura surja durante la enfermedad, explica que se trata de "aceptar el vacío. El crucigrama, que es un artefacto, una máquina del lenguaje, figura como una parte de la vida del personaje; de tal manera que él comienza a considerar las palabras, en lugar del tiempo y las horas. El título alude a la fusión entre la máquina-artefacto y el hombre".

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Pasaron seis años desde el momento en que Abad escribió el primero de los textos hasta la publicación de "El hombre crucigrama", que presentan el propio narrador y la poeta y pintora Kenia Cano, autora de las ilustraciones del libro, el 1º de diciembre, a las 19:00 horas, en el Foro del Stand de Libros UNAM, en Expo Guadalajara, dentro del programa de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

No fue un libro, continúa el también autor de "Orquesta primitiva" y "Cuando las luces aparezcan", planeado como en otras ocasiones: "Más bien, fue azaroso, estaba escribiendo cuentos misceláneos, de temáticas que me interesaban y algunos tuvieron muchas versiones".

Justo la evasión de la codependencia entre el título y el texto, que facilita al lector el llenado del crucigrama, es un guiño a ciertas influencias de Abad a la hora de escribir "El hombre crucigrama": el movimiento Oulipo, principalmente, que reunió a un grupo de autores franceses para explorar las posibilidades de una literatura supeditada por reglas, y los lectores hipotéticas planteados por Julio Cortázar en sus instrucciones.

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"Es un libro que tiene un espíritu oulipiano, en el sentido de que genera sus propias formas de contar y sus propias constricciones. Mi punto de partida fue empezar a jugar con la estructura, el acomodo de las piezas, digamos, con las limitaciones del juego". Dos libros lo inspiraron: "Ejercicios de estilo", de Raymond Queneau, en el que una misma escena es contada de maneras distintas decenas de veces y "que, me parece, tiene ese principio: buscar todo el tiempo nuevos caminos para contar una historia y descolocar al lector de su centro", y "Las ciudades invisibles", de Italo Calvino, "en el que va describiendo ciudades de una naturaleza insólita (la ciudad de los espejos, las ciudad sutiles). Me gusta que no se reconoce si es una novela, un poema en prosa, un libro de cuentos. Se encuentra en una frontera borrosa que lleva al lector a preguntarse de dónde provienen estos cuentos".

"La ficción breve, el microrrelato, la estampa, el aforismo me permiten acercarme un poco a esa frontera ambigua".

Por último, Abad cita sus influencias mayores: Franz Kafka, "que sintetiza el absurdo"; Julio Torri, "que ha estado presente desde siempre con la reescritura de tópicos clásicos. Yo intenté dialogar con el canon, por eso hay presentes reescrituras de autores considerados intocables en la ficción breve como Borges, Piñera y Monterroso, aunque con esto último no quiero caer en lo mismo que otros, versiones y versiones de El dinosaurio"; el polaco Sławomir Mrożek, y dos autoras contemporáneas: Ana María Shúa y Lydia Davis.

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melc

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