Realizada en 1964, en un periodo en el que su autor poseía un estilo definido y sólido , el mural “Los Danzantes” , del artista guatemalteco Carlos Mérida (1891-1984), exhibe su esplendor en el lobby de un enorme corporativo situado en la avenida Insurgentes Sur y Río Mixcoac , en esta ciudad.

La monumental obra integrada por 12 paneles de 11 metros de alto por tres de ancho, realizada exprofeso para el entonces Cine Manacar, regresó al edificio proyectado por el arquitecto Teodoro González de León (1926-2016) y quien antes de morir, propuso que este mural regresara a la hoy Torre Manacar.

La noticia de este telón-biombo que formó parte de la cultura y la memoria capitalinas décadas atrás, es de suma importancia, si se considera que la mayor parte de la obra monumental de este artista nacido en Guatemala, pero que vivió prácticamente toda su vida en México, ha desaparecido.

La obra que se exhibía en el complejo cinematográfico fue rescatada y restaurada por un equipo de nueve expertos del Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Inmueble (Cencropam) del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), comandados por su responsable, José Luis Ortiz Castro.

La obra que presenta a seis personajes de aspecto geométrico desapareció a mediados de la década de los 90, cuando el Cine Manacar fue desmantelado para poner en su lugar varias salas de la cadena Cinemex.

Lo ocurrido fue que el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) no informó sino hasta mediados del año pasado, ya en curso su restauración, que la obra le fue donada en 1999.

"Si bien, no sabemos cuándo se desmontó la obra, hay un periodo de varios años que nos hizo suponer que se encontraba en el interior del mismo edificio y que fue en 2002 cuando físicamente pasa a manos del INBA”, dijo Ortiz Castro, quien recuerda que hubo varios intentos de colocar esta monumental obra en algún espacio grande de esta ciudad.

“Se tenía la idea de llevarlo al Auditorio Nacional, pero si consideramos que la pieza es muy grande, no se puede colocar en cualquier lado. No teníamos un espacio y por lo tanto, la obra quedó almacenada en bodegas del INBA en el norte de la ciudad”, dijo.

Dio a conocer que fue en 2005 cuando se hizo un dictamen sobre el estado de la obra y enseguida, una propuesta de restauración, misma que se actualizó en 2008 "esperando el momento propicio para ser restaurada".

Asimismo, detalló que fue en 2008 cuando esta monumental pieza ingresó al catálogo de pintura mural del Cencropam, y no fue sino hasta marzo de 2016 cuando arrancó su restauración concluyendo sus trabajos en agosto de ese mismo año, con una inversión de más de un millón de pesos.

Más reconocido por su pintura abstracta, Carlos Mérida no sólo realizó murales y obras de caballete, sino que también fue crítico de arte e hizo viñetas para libros, tapices y coreografías para ballet.

De ahí, la temática de su telón del complejo cinematográfico, donde plasmó figuras dinámicas de unos bailarines , pintadas con colores armoniosos en pintura acrílica que rompían con la monotonía de la sala de cine.

Su ubicación original era el restaurante Versailles del Hotel del Prado hasta que este fue dañado por el terremoto de México de 1985, posteriormente fue restaurado y trasladado en 1987 al Museo Mural Diego Rivera , especialmente creado para albergar esta obra.

Sobre el proceso de restauración de “Los Danzantes” a decir de Ortiz Castro resultó una tarea titánica de seis meses.

“Encontramos mucha mugre y polvo acumulado, el cual venía del mecanismo de los rieles del telón de cine, tenía daños el moverse de un lado a otro, también presentó el crecimiento de microorganismos debido al almacenaje por el que estuvo mucho tiempo, como hongos e insectos.

“Lo primero que se hizo al iniciar la restauración, fue tomar una serie de muestras del biodeterioro que tenía en algunas zonas locales; se hicieron muestras de laboratorio, se fumigó la obra, y quedo lista para intervenirla”, señaló.

El restaurador cuenta que el mural de Mérida estaba degradado y para limpiarlo fue cuidadoso, para que la propia mugre no se filtrará en las microfisuras de la tela.

“Empleamos además solventes y compresas para el retiro de grasa; al reverso de la pieza, presentó mugre y se eliminó con brocha, aspiradora y compresas; también se le cambiaron los bastidores y se aplicó protección anticorrosiva.

“Se consolidó la capa pictórica y que implicó volver a sujetar las escamas de pintura que pudieran estarse desprendiendo por diversas razones. También se tuvo que estabilizar la tela y colocar un par de refuerzos o parches al reverso y zonas que requirieran”, detalló.

“Fue una labor pesada considerando las dimensiones de la pieza, pues cada panel mide 11 metros de largo por tres de ancho , con una superficie de 265 metros cuadrados; fue complejo porque si bien la limpieza se hizo en zonas muy pequeñas, todo fue de mucho control y cuidado”, agregó.

Ortiz Castro dio a conocer que tras los trabajos al que fue sometido esta emblemática obra, pasará mucho tiempo para volverla a intervenir; por lo pronto, el mural puede ser apreciado por cualquier persona que se acerque a la entrada de la torre, que alberga oficinas, tiendas, restaurantes y nuevas salas cinematográficas.

akc

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