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Cuauhtémoc Medina, curador en jefe del MUAC, es el curador de la décima segunda edición de la Bienal de Shanghai, que tiene entre sus énfasis la ambivalencia entre paz y guerra, y la crisis entre civilización y naturaleza. Medina, primer latinoamericano en ser curador del evento, ha propuesto una mayor presencia de artistas de la región; todavía no da a conocer la lista de los creadores invitados —es probable que este mismo abril se conozca—. La bienal se llevará a cabo del 10 de noviembre de este año hasta el 10 de marzo de 2019, en el Power Station of Art, y participarán alrededor de 60 artistas.

¿Cuál será el perfil, el énfasis que tendrá la Bienal de Shanghai en esta ocasión?

El argumento que plantee parte de una palabra perdida en un poema de E. E. Cummings, “Proregress” (Prorregresión), palabra que aparece, hasta donde he podido ver, una sola vez en su obra. Al leerlo me saltó, me pareció que era una palabra extraordinariamente perceptiva de una situación que hoy es muy palpable: la dificultad para entender la dirección de la historia, la ambivalencia de las condiciones en que el proceso cultural se está presentando. Ese concepto lo dirigí en cuatro grandes apartados que espero que sean los apartados de la exposición: la exploración de la ambivalencia entre paz y guerra; el modo cómo emancipación y dominación son difíciles de identificar; el complejo modo en que la barrera de naturaleza y civilización está en crisis, cuando el sujeto de derecho no sólo es el ser humano; y la cuarta sección, quizás la más oscura, es la de hablar de una especie de ambigüedad entre cultura y barbarie, qué es cultura, qué es arte.

Todo parece arropado por esa palabra de Cummings, por lo que va y que regresa...

De hecho uno de los principales retos, muy complejo, fue encontrarle un equivalente en chino a este palabra. Ha sido una tarea de traducción densísima. No la hay. Y hemos acabado por tomar un equivalente, que es el nombre que recibe un paso de la tradición del Dào Dé Jing, algo que no está claro si avanza o retrocede. He tenido la oportunidad de formar un equipo curatorial que incluye a Yukie Kamiya, curadora japonesa encargada de la Japan Society Gallery en Manhattan; María Belén Sáez de Ibarra, de la Universidad Nacional, en Bogotá, que ha hecho en su trabajo una línea muy coherente sobre naturaleza y sociedad; y una colega de Shanghai, Wang Weiwei.

¿Qué viene ahora?

Estamos en la selección de obras y artistas. Habrá una proporción importante de latinoamericanos. También es un requisito del evento que 30% de los artistas, aproximadamente, vengan de China. He estado viajando mucho, conociendo estudios y viendo posibilidades. Como en todas las bienales, hay una combinación de obras nuevas, obras ex profeso, y preexistentes.

¿Quiénes de México?

Todavía no puedo decir. La Bienal de Shanghai tenía una baja representación de latinoamericanos y en los últimos años ha habido dos, a los que no puedo invitar porque no pueden estar artistas durante un periodo tan continuo, Regina José Galindo y Carlos Amorales.

¿Qué distingue a esta bienal?

Tiene una larga historia. Ha sido la plataforma de lanzamiento ideal para el arte chino, con un rol muy importante alrededor del mundo. El Museo Power Station of Art es la única institución de arte contemporáneo financiada por el gobierno chino, las demás son de origen privado. La bienal encarna esta interacción compleja entre las instituciones políticas y el mundo artístico local. El museo es en una antigua estación de electricidad, tiene 15 mil metros cuadrados y la bienal ocupa aproximadamente la mitad.

¿Has recibido lineamientos, limitaciones, prohibiciones?

En todos los lugares hay límites de discurso, aquí los hay, en Estados Unidos censuran, pero en China hay un filtro oficial, el mundo del arte chino negocia con él y nosotros tenemos que negociar con él.

¿Cómo enfrentarás eso?

Estoy trabajando sobre la base de que sí tenemos que cumplir con pasar una revisión, que es algo característico del modo en que en China la información se controla. Como no he tenido que trabajar con eso antes, solamente podré hablarlo en retrospectiva. No es algo que me angustie en lo más mínimo, pero ciertamente hace explícito algo que en otros lugares es implícito, que hay un punto de flexión. Aquí en México, dos o tres veces he encontrado esos puntos, pero, por otra parte, el arte en China tiene una complejidad que implica tratar de abrir espacios.

¿Un artista como Ai Weiwei no puede participar?

Ya ha participado en esa bienal.

¿No podría porque estuvo o por el momento que se vive hoy?

Yo sé que en este momento no podría. Su trabajo está localizado en una posición diferenciada. Trabaja y vive fuera de China precisamente por los límites y la relación con el Estado chino.

El MUAC... ¿cómo manejarás la curaduría en jefe? ¿qué puedes o no hacer? ¿te vas?

Cuando pasé a la segunda ronda exploramos el problema. Y creo que va a funcionar, ha estado en práctica desde diciembre. Mis colegas curadoras van a ser las encargadas de la curaduría en jefe en periodos temporales, es algo muy bueno; además va a permitirle al público ver que hay una dinámica muy colectiva donde todos tenemos responsabilidades. Creo que varias de mis colegas están listas para tomar posiciones como las que yo he tenido.

¿Esta bienal, en el circuito de las bienales, cómo la evalúas?

La Bienal de Shanghai, después de la Bienal de la Habana, en el periodo de la reinvención del sistema global del arte, cambió la geografía del arte contemporáneo. De origen, es una bienal que nació por la presión de los artistas, de tener en China un evento internacional de gran calibre. Es contemporánea a Johannesburgo, Manifesta, Sidney y Yokohama. Es un punto clave en el circuito Asia Pacífico.

¿Cómo presentar a América Latina?

Para hacer mi proyecto, lo plantee específicamente: está subrepresentada la región, y eso le importó al comité que decide. Esta es una región donde la ambivalencia del momento histórico es una experiencia particularmente sensible.

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