En unos meses, Elena Poniatowska (París, 19 de mayo de 1932) cumplirá 90 años de dad y aunque reconoce que tiene problemas con la vista para leer letras “muy chiquitas”, confiesa que continúa en su labor como escritora, pues tiene “muchos libros en el tintero”; que no teme a la muerte, sobre todo porque le da fuerzas el amor que puede sentir de sus hijos y nietos, y eso la llevará a participar en la vida política de su país “hasta que no pueda”.
Esa actividad en el ámbito político no es reciente, pues ha externado su apoyo al presidente Andrés Manuel López Obrador; tanto que no le apena repetir la consigna “es un honor estar con Obrador”. Sin embargo, eso --relata en su más reciente libro, El amante Polaco. Libro 2-- también tiene un costo, por ejemplo: miembros del movimiento zapatista amagaron con no llevar a cabo un encuentro si ella permanecía en el sitio, mientras que otros le han cancelado conferencias por expresar su apoyo al actual gobierno. Pero eso no ha sido un impedimento; incluso sostiene que para 2024 apoyará a Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard, “a uno de los dos”, porque les admira.
La escritora recibió a EL UNIVERSAL en su domicilio ubicado en la colonia Chimalistac, a unos días de ser asaltado, para platicar sobre su más reciente libro publicado por Seix Barral, en el que termina de contar la historia de Stanislaw Poniatowski, último rey de Polonia; y en un narrativa paralela hace un recuento de los últimos 50 años de su vida, como madre y periodista, sobre cómo conoció a su esposo, el astrónomo Guillermo Haro; además rememora una Ciudad de México tras sucesos como el movimiento estudiantil de 1968 y sus visitas al Palacio de Lecumberri con estudiantes presos, así como el asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, el terremoto de 1985, periodistas asesinados y la desaparición de la poeta Alaíde Foppa.
En el libro cuenta cómo desde hace varias décadas ya estaba la frase “me asaltaron” o “no he comido”.
—Cuando entré a Excélsior había nota roja, pero no había nota de pobreza y mucho menos en la sección a la que pertenecía, que era Sociales, y siempre decían que las mujeres iban a ser “MMC, Mientras Me Caso”. A mí me pasaron a la sección Política, pero en general no había ni asesinatos. Luego pasé a otro periódico porque tenía a una rival que era “Bambi”, Ana Cecilia Treviño, y ya me fui al Novedades.
Han pasado varias décadas. ¿Ahora cómo ve a la Ciudad de México?
Es una Ciudad que me entusiasma, que me emociona, porque es muy participativa. En el terremoto, por ejemplo, yo vi una enorme solidaridad en las colonias como la Bondojito.
Para mí era muy bonito ver a la gente solidaria. Lo que me marcó muchísimo era que los mismos que habían estado en el movimiento estudiantil de 1968, como Javier González, volví a encontrarlos, los volví a ver en los edificios caídos con casco, pico y pala, ayudando a la gente. Eso me dio la certeza de que los estudiantes obviamente tenían gran consciencia social.
También está la otra ciudad, la de los asaltos, secuestros y asesinatos.
—La Ciudad de México te da muchas lecciones, es admirable. Acabo de tener un asalto, entraron a mi casa hace pocos días y esta es un colonia de ricos donde hay muchísima vigilancia, porque hay un policía, pero yo soy la única que está muy expuesta a la calle, todas las demás casas están cerradas, son muros, y aquí es muy fácil saltarse.
¿Tuvo miedo?
—No. Tengo una capacidad de consciencia, pero ayer estaba triste, me puse como Anita la Huerfanita, a preguntarme por qué me pasó, si yo no le he hecho nada malo a nadie. Todas esas estupideces que uno piensa.
En el libro habla de su pasado como periodista...
¿Esas inseguridades eran por su convivencia con personalidades como Paz, Fuentes u otros?
—No vivía yo con ellos, Octavio Paz y Fuentes siempre fueron grandes amigos, muy cariñosos. Las inseguridades fueron una cosa mía, porque además tuve una educación súper religiosa, en convento de monjas y ahí siempre estás pidiendo perdón por los pecados que aún no cometes.
También habla de los periodistas muertos. Menciona que pensaba que el último iba a ser Manuel Buendía, ¿aún hay muchos muertos?
—Yo creo que sí, en El amante polaco también hablo de Ayotzinapa. Yo creo que hay menos muertos que antes, pero no lo sé bien. Hay muchísima pobreza, a medida que crece nuestro país no desciende la pobreza. Hay muchos que se quedan y no le quedan ni las migajas del banquete y eso se debe finalmente a la mala política.
¿Actualmente hay una mala política?
Se debe al olvido de la gente más necesitada. No es posible que en nuestro país hay un mezquital o que haya zonas en las que la gente tenga que ir a acarrear el agua. Aquí donde vivimos es una zona privilegiada.
Ha mostrado su apoyo al Presidente y por lo mismo le han cancelado conferencias o le han pedido que se retire. ¿Ese es un costo a pagar?
Apoyar a Andrés Manuel ha sido como dice: “Es un honor estar con Obrador”, que me parece bonito. Para mí fue una participación en la vida política de mi país. Él me llamó para que lo acompañara (a través) de un hombre que murió, José María Pérez Gay. Él empezó a pedirme que hablara en los mítines, cosa que me costaba mucho trabajo, una vez hasta me desmayé. Me costaba muchísimo trabajo preparar, hablar, pero ahí la gente a lo que iba era a oír a Andrés Manuel, a ningún otro.
Se van a cumplir tres años de este gobierno, ¿percibe realmente un cambio?
Acompañé a López Obrador durante mucho tiempo y fui a muchas de sus giras, y sí vi que la gente cree que va a encontrar a un salvador, casi le reza al político creyendo que va a resolver sus problemas, pero son problemas sociales de una profundidad y una gravedad infinita.
También narra sobre sus problemas con la vista
Ahorita estoy muy bien. Lo malo es cuando tengo que leer y peor si las letras son muy chiquitas. Bueno, ya me fijo para no caerme. Ya soy una mujer de 90 años. No temo tanto a la muerte, porque vi morir a mi madre y ella era muy religiosa. Mi madre a partir del momento en que murió mi hermano, en 1968, fue muchísimo a la iglesia, aquí le gustaba porque hay una capilla de un cristo crucificado. Lo que más amo es a mis hijos, a mis 10 nietos, amo muchísimo a mi país y eso me da fuerza, el amor que todavía puedo sentir. Pero también tengo muchos libros en el tintero y participaré en la vida de mi país hasta que no pueda.
¿Participará apoyando a la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, en 2024?
Apoyaré a Claudia Sheinbaum o al secretario Marcelo Ebrard, a uno de los dos. Claudia es una gran amiga, fue la primera que me habló a las 8 de la mañana cuando supo del robo a mi casa y puso a un policía aquí afuera durante dos días. De Marcelo admiro mucho lo que hizo en el encuentro de López Obrador con Biden, lo bien que salió, eso creo que tiene que ver con dos personajes importantes, con Marcelo Ebrard y Juan Ramón de la Fuente, embajador en la ONU.
¿Son los únicos candidatos que ve por parte de Morena?
También a Ricardo Monreal, él también quiere serlo. Y luego no sabemos si a último momento sale alguien. Puede surgir alguien que nos asombre a todos. No falta mucho tiempo, porque ya lo adelantaron. El propio López Obrador fue el que habló de eso y ni siquiera a la mitad de su sexenio. También me interesa ver lo que sucederá con la revocación del mandato.
¿Ve al INE con la capacidad para llevar a cabo ese procedimiento?
No soy especialista en eso, pero es un paso político difícil y sin recursos, más. Lo mejor para nuestro país sería que tuviérmos más recursos y menos desigualdad entre una clase social y otra.
El libro
Vida y obra
Nació el 19 de mayo de 1932, en París, Francia.
Es hija del polaco Jean E. Poniatowski y la mexi-cana Paula Amor.
Llegó a México a los nueve años de edad.
Ha escrito diferentes libros, entre ellos, Lilus Kikus (1954), Hasta no verte Jesús mío (1969), La noche de Tlatelolco (1971), Querido Diego, te abraza Quiela (1978), La flor de Lis (1988), La piel del cielo (2001) y El tren pasa primero (2007).
Ha sido galardonada con el Premio Nacional de Lingüística y Literatura, el Premio Mazatlán, el Premio Rómulo Gallego, el Premio Alfaguara y, en 2003, el Premio Cervantes.
En 2001 creó junto con su hijo Felipe Haro, la Fundación Elena Ponia-towska Amor A.C.
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