La se ha interpretado como consecuencia de una crisis moral, es decir, una ruptura del “tejido social”; sin embargo, el escritor, antropólogo e historiador nacido en Chile, en 1957, y naturalizado mexicano, asegura en entrevista que la rasgadura responde a que el Estado mexicano ha “tirado la toalla” y ha perdido la capacidad de regular la economía informal y la economía ilícita y se la ha entregado al crimen organizado, lo que ha llevado a la conformación de un nuevo Estado mexicano, que cuenta con un alto grado de soberanía pero poca capacidad para regular su aparato de policía y justicia criminal.

“En el sistema actual, la reacción ha sido la misma que ya venía del pasado, que es concentrar más poder en el Presidente, cada vez más, concentrar más poder en las Fuerzas Armadas, e ir perdiendo la capacidad de regular administrativamente lo que sucede en todo el sistema de justicia, incluido el de la policía”, señala el investigador y profesor de la Universidad de Columbia, quien además es miembro de El Colegio Nacional desde el 5 de marzo de 2021.

Lomnitz habla en entrevista, desde Nueva York, a propósito de la publicación de su libro El tejido social rasgado (Ediciones Era) que reúne las primeras seis conferencias que dictó como miembro de El Colegio Nacional, en las que hace un análisis para explicar desde la antropología social los orígenes y la naturaleza de los cambios económicos, sociales y políticos que están en la raíz de la violencia actual y el uso de las Fuerzas Armadas como defensoras de la seguridad nacional.

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Habla de un nuevo Estado mexicano ¿dónde lo cambiamos, dónde nos perdimos?

El origen de la cosa y lo que va pasando es por la reacción de los diferentes gobiernos. Donde hay continuidad en el sistema actual es en la reacción que ha sido la misma, que es concentrar más poder en el Presidente, cada vez más, concentrar más poder en las Fuerzas Armadas, e ir perdiendo la capacidad de regular administrativamente lo que sucede en todo el sistema de justicia incluido en el de la policía.

Lo que vemos con López Obrador es más de los mismo, pero más exagerado; entonces ya estamos realmente al borde de un regreso, o un intento de regreso, porque no creo que sea exitoso; es un intento de regreso a un sistema más parecido a lo que llamaban los viejos priistas “carro completo”; tratar de que un solo partido, Morena, realmente vuelva a controlar todo el territorio con un presidente fuerte y así volver a reconstituir cierto control sobre lo público. Eso ha sido lo que han estado tratando de hacer un presidente y otro y otro y otro, y éste ha tenido quizás un poco más éxito que los anteriores, pero con un enorme costo para muchas cosas, incluidos costos económicos, costos políticos, costos para la democracia, en fin, muchos costos.

En el libro asegura que el Estado mexicano ha tirado la toalla, ¿claudicó de sus obligaciones de impartición de justicia?

En ese sentido el libro apunta hacia entender que el gobierno de López Obrador contrasta con los anteriores, en muchos sentidos, para bien y para mal, las dos cosas, no sólo para bien y no sólo para mal; pero hay un sentido en que está básicamente montado sobre el mismo problema y aprovechándolo para concentrar todavía más poder en el Presidente y todavía más poder en las Fuerzas Armadas. En ese sentido pues sí es muy preocupante lo que ha pasado en este último año porque se sigue profundizando y a un ritmo muy acelerado, eso es lo que me parece también bastante notable.

¿Y la sociedad cómo queda cuando hablamos de que se ha rasgado el tejido social?

Los costos para la sociedad, para el país, para la economía, la política, la democracia como bien, son altísimos, y la violencia sigue imperando y creciendo, hay un abandono total no sólo del bienestar social en todos sus ámbitos. La capacidad de regular el tema de la violencia sigue en el fondo, en el terreno mismo que estaba en la época de Calderón, que es tratar de regularlo a través de diferentes estrategias, pero son permutaciones del mismo planteamiento; en la época de Calderón se trataba de hacer, siguiendo un tipo de receta como de la DEA.

¿Pero y eso de que “no somos iguales”?

Aunque hay cambios muy importantes entre la estrategia de López Obrador de “abrazos, no balazos” versus los sistemas anteriores, hay cambios muy importantes, al final de cuentas sigue habiendo un intento, como quien dice, de modular la violencia, o regularla a través de cederle algún terreno a un grupo, impedir el crecimiento del otro; es decir, hay un intento como de regular manejando un poco la correlación de fuerzas entre los grupos criminales, están en eso y eso no les ha funcionado y la razón por la que no les ha funcionado y ni les va a funcionar es porque primero que nada las economías ilícitas son sumamente flexibles, es decir, no es una sola fuente de riqueza.

En mi libro “El tejido social rasgado” comparo el papel de la cocaína en los 80 y en los 90 con el descubrimiento que tuvo el papel del oro y la plata en América, el nacimiento de una burguesía en Europa. La economía de la droga, al principio, detonó el crecimiento de cierta forma de organización empresarial de las economías ilícitas y ayudó a transformar la distribución de la capacidad de ejercer la violencia en el territorio. La droga, estrictamente el narco, tuvo un papel histórico fundamental, pero una vez que ya tienes eso, la economía ilícita es sumamente flexible.

El tipo de Estado en el que estamos es de un tipo que usa al Ejército y usa las Fuerzas Armadas para que puedan funcionar un poco como el fiel de la balanza, en un momento dado, limitar un poco el avance de un grupo contra otro, pero no realmente meterse a regular la economía, y para poder terminar con eso necesitas un Estado que pueda regular la economía.

¿Estamos ante un futuro más incierto y quizás más violento?

Creo que necesitamos ir construyendo realmente un análisis, una conciencia y luego un movimiento social y político que realmente dé cuenta de todo lo que pasó. Decir “todo lo malo fue antes y el neoliberalismo es todo lo malo” es falso por varias razones, porque en parte el neoliberalismo entró en un contexto de quiebra del modelo anterior, entonces quiere decir que el modelo anterior también tiene culpa en lo que estamos viviendo, no sólo el neoliberalismo. No es “el neoliberalismo fue malo y hay que recuperar lo anterior”, no, el neoliberalismo surgió como solución a la quiebra del sistema anterior. Una verdadera crítica tiene que tomar en cuenta no sólo los errores y las distorsiones generadas por el neoliberalismo, que son muchas, sino también las del sistema anterior.

Pero cada mañana y en todo momento se insiste en que el neoliberalismo es culpable.

No todo lo que sucedió en la época neoliberal fue malo, hay muchas cosas que sucedieron que son reclamos populares, muchos tipos de derechos como la demanda de los derechos humanos, los feminismos que están ligados a movimientos globales, pero el gobierno actual quiere básicamente una reacción nacionalista, cerrada, un cierto regreso; hay una retórica, por lo menos, favorable a la autarquía, volver al mercado nacional, a las empresas nacionales, todo nacional, como antes. Pero México ya no puede estar metido nada más en un mercado nacional”.

¿Para dónde vamos, qué tanto daño nos hace que las Fuerzas Armadas tengan cada vez más poder, que el Presidente tenga más poder?, y usted insiste que el Estado tiró la toalla.

Es muy alarmante porque no pienso que las Fuerzas Armadas tengan realmente la capacidad de regular las economías informales, las economías ilícitas ni tampoco en general todo el sistema económico, de propiedad, de seguridad pública; entonces el problema es que, por ejemplo, la policía es una función de regulación de la sociedad, de regulación del orden público; o metes cárcel preventiva a todos, pues eso significa que renunciaste a construir un sistema judicial confiable, como ya no lo puede hacer, pues metes a la cárcel a todos los sospechosos y eso le da al gobierno la capacidad de meter a la cárcel a quien quiera, realmente; hay que tenerlo claro. Lo que están alegando en el gobierno es que así pueden meter a la cárcel a un periodista porque les fue incómodo, pueden meter a la cárcel a un empresario, pueden meter a la cárcel a un opositor, pueden meter a la cárcel a quien se les pegue la gana.

Entonces es un sistema que se presta para el autoritarismo, pero el problema es que los militares no tienen la capacidad realmente de regular la economía. Hay lecciones de la historia de México en ese sentido; por ejemplo, el gobierno de Victoriano Huerta fue un gobierno desde el Ejército, el Ejército creció enormemente durante el tiempo que estuvo en el poder Huerta, le dieron todo tipo de puestos en el gabinete a miembros del Ejército y el Ejército no pudo controlar el país. Ojalá las mismas Fuerzas Armadas recapaciten un poco porque les están entregando realmente un paquete con el que no van a poder.


Dice en el libro que “el Estado actual mexicano tiene mucha soberanía, pero poca capacidad administrativa”, ¿caminamos hacia un Estado autoritario?

Sí, y eso no es solamente de este gobierno. Desde el momento en que se declaró la guerra contra el narco en 2006 se renunció a la capacidad de regular las economías ilícitas desde el aparato de justicia, lo que significa ya una concentración de poder en el gobierno federal, en las Fuerzas Armadas, en la Presidencia de la República, eso empezó ahí, y eso le ha servido mucho a este gobierno que tiene una ideología que considera que todo esto al final es para bien porque ellos “son buenos”. Pero no son buenos ni malos, son gobiernos. Se trata de cómo le pones ciertos frenos al Poder Ejecutivo, al poder militar, dado este camino en que se ha ido perdiendo la capacidad reguladora del gobierno y que no han querido invertir lo que tienen que invertir para poder reconstituir esto. Y desgraciadamente sí es una cosa muy delicada en la que estamos ahorita, de eso hay que estar muy conscientes.

¿Cómo es este Estado mexicano de este septiembre del 2022 que tiene como contexto la violencia y mayor poder de las Fuerzas Armadas?

La tesis central del libro, el punto de arranque, el precepto, es que estamos ante un nuevo Estado en México, ese nuevo estado no corresponde a la ideología de los gobernantes, porque hay una cierta continuidad entre los gobiernos neoliberales y el gobierno actual; es decir, así como hay un quiebre muy claro entre ellos, que sí lo hay, hay también un proceso de continuidad en el que estamos viviendo ahora, y es en parte una rebelión en contra de lo anterior, y en parte una consecuencia, una continuidad y una profundización de lo anterior; entonces es contraria tanto a la idea neoliberal como a la idea de la 4T.

Entonces, ¿qué sucede desde el punto de vista de la seguridad?

A partir de finales de los 80 y principios de los 90 hasta la fecha, tenemos un Estado que heredó del régimen antiguo, del régimen del viejo PRI una falta de inversión. El sistema anterior al neoliberalismo se caracterizó por casi no invertir nada en el aparato de justicia, al gobierno mexicano le salía baratísimo todo su aparato de policía y también su aparato judicial porque permitía que básicamente ese sistema se pagara a través del uso de la extorsión, y usaba el autoritarismo del régimen para ponerle límites, entonces la policía extorsionaba, pedía mordidas, pero lo hacía con ciertos límites porque al final había una estructura política que decía: “hasta acá”, “aquí no”.

Esa estructura política se desbarata con el neoliberalismo porque ya no hay un sistema autoritario que cubra todo el territorio y entonces la policía empieza a estar vulnerable, por un lado, a ampliar sus márgenes de extorsión sin mucho control político, y por otro lado vulnerable a ser controlada por el mejor postor. Así empieza a descomponerse el panorama de seguridad y a transformarse el uso de la violencia para controlar calles, para controlar vías públicas, para tener acceso a bienes públicos, por ejemplo, como vemos hoy, el crimen organizado metido en tala de bosques, o el crimen organizado metido en pesca ilegal, o el crimen organizado metido en la operación de una mina o cobrando derecho de piso.

¿La violencia como negocio?

Tú puedes usar esa violencia para muchas cosas: Nazario Moreno de Los Caballeros Templarios, en Apatzingán, controlaba el precio de la tortilla, el precio de la carne, decidían cuándo se podía cortar o no el limón en los ranchos o metiéndose con las empacadoras de aguacate. La economía ilícita es sumamente flexible y como es tan flexible y en ese sentido tienen un horizonte de crecimiento muy grande, la idea de que se va a poder regular todo diciendo: “bueno, pues vamos a acotar un poco al cártel de Jalisco Nueva Generación porque creció demasiado y vamos a usar al cártel de Jalisco como cuña para disminuir su crecimiento acá o allá” y así como usar uno contra el otro, eso tiene un impacto muy limitado y muy provisional, como lo vimos con los Zetas, por cierto; en algún momento los Zetas parecían absolutamente invencibles y realmente eran una fuente de terror, pánico, miedo y además de extorsión, raptos, desapariciones en muchas partes del país, y de repente ocurrió que no eran invencibles, fueron vencibles y pudieron desbaratar a los Zetas en muy gran medida, pero el desbaratamiento de los Zetas, aunque haya sido algo importante, no terminó con todo este problema, porque no está atacando la raíz.