Chivas estaba tan mal, que todo lo que se hiciera resultaba ganancia. Estaba tan deprimido futbolísticamente, que alejarse del descenso significaba un gran paso hacia delante.

Con el Guadalajara no se sabía: un día jugaba de manera aceptable y el otro de forma abominable. Los precios en las contrataciones iban al alza y el nivel de los refuerzos a la baja. En Chivas pocas cosas cuadraban, y a fuerza de ser sinceros, incluso la llegada de Matías Almeyda tampoco parecía tener sentido: un técnico extranjero que poco o nada conocía de nuestro medio y con cartas credenciales reducidas, no digo malas, pero de afuera, parecía una apuesta perdedora, sin embargo, el tiempo nos hizo ver que estábamos equivocados.

Almeyda fue convenciéndonos poco a poco; lo hizo con su manera de jugar al futbol, de transmitir sus ideas. Nos convenció, porque era real eso de la confianza hacia el futbolista mexicano, porque lo demostró con hechos y no sólo con frases que se acercaran a valores de identidad nacional. Siempre honesto y sensato: sus lecturas de partido iban muy acorde a lo sucedido, sin importar si su equipo había sido ampliamente superado o viceversa.

Ecuanimidad, eso le distingue en entre muchas otras cosas. Hoy le acompaña un título que tiene mucho valor, pero no sólo por el trofeo en sí y lo que representa, sino porque estableció perfectamente el proceso de madurez de tantísimos futbolistas de la que es hoy una de las mejores canteras de nuestro país.

Nunca aceleró procesos ni los dio por terminados antes de tiempo. No basó sus decisiones en las jerarquías o en los salarios, sino en la actualidad de cada futbolista.

Puede tener sus opiniones respecto al arbitraje y ciego el que no quiere ver, hoy los de negro están más preparados para una huelga que para impartir justicia, y nada tiene que ver con la gestión actual de Arturo Brizio, ya que esto viene arrastrándose de años atrás.

El plantel de Chivas me sigue pareciendo justo en relación a muchos otros del futbol mexicano, y si a eso le sumamos lesiones, bajas de juego individual en algunos casos producto de una mala pretemporada causada por la cesión de algunos jugadores a la Selección Nacional, y sí, quizá algo de desequilibrio emocional producido por el título, entonces entenderemos la situación actual de Chivas que, a juzgar por el pasado reciente, no será un estado permanente.

No sé usted, pero yo, si de extranjeros se trata, pediría más como Matías Almeyda cada semana.

futbol@eluniversal.com.mx

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