Desde hace muchos años, grandes empresas e instituciones deportivas organizan eventos para fortalecer la imagen de una ciudad, de un patrocinador o meramente como negocio, lo cual —con el tiempo y el dinero que se genera— han transformado al deporte, con diversidad de formatos, en un negocio rentable.

Las diversas firmas comerciales invierten dinero en patrocinios para hacer más atractivo al evento y, por lo regular, los gobiernos de las ciudades participan otorgando toda clase de recursos y ofreciendo servicios y facilidades para que exista una derrama económica en la sede, además de una enorme promoción de turismo. Los diversos medios de comunicación hablan del evento en la ciudad donde se celebra y pagan fuertes sumas de dinero por los derechos televisivos.

Pero ahora vamos a lo que deseamos llegar. Primero, distingamos lo que es un espectáculo y una competencia deportiva. El espectáculo es una representación o función pública de cualquier actividad que se presenta ante un público, con el objetivo de entretener. La competencia deportiva se entiende como la disputa o pugna entre dos individuos o dos equipos sobre determinado tema, asunto, copa, campeonato, etc. Al querer distinguir espectáculo o competencia deportiva, inicia la confusión y se empiezan a fusionar las dos palabras: espectáculo y competencia (deportiva).

A lo que voy es que existen ahora eventos deportivos que se han convertido en espectáculos “Fifí”, por utilizar un término que está en boga. Los boletos para entrar al tenis, al golf, a la Fórmula Uno , a un partido de la NFL o de la NBA, se vuelven prohibitivos y el evento deportivo se convierte en un evento social. Los aficionados a esos deportes tienen dos opciones: pagar un precio alto por la entrada al espectáculo y/o competencia deportiva o verlo por la televisión y seguirlo a través de los medios.

Un ejemplo reciente es el torneo de tenis Miami Open, en el que solamente se llenó el estadio en dos ocasiones, de las 18 o 20 sesiones. Federer lo llenó el día de su presentación y en la final, en la que venció fácilmente a John Isner, obteniendo su título 101. El escenario que se construyó en el estadio Hard Rock y que se adaptó, con un costo de 84 millones de dólares, hizo que los boletos se fueran a unos precios muy altos y que los niños, quienes son el futuro del deporte, o muchos aficionados —en este caso, al tenis— no pudieran estar cerca de sus ídolos.

Sucede lo mismo con otros eventos deportivos que son competencia y espectáculo a la vez, en los que —en muchas ocasiones— las tribunas lucen medio vacías, porque muchas corporaciones patrocinadoras obtienen los boletos y no los utilizan.

Mientras los premios a los deportistas continúen aumentando, seguirán surgiendo estos problemas y los únicos asistentes serán las personas con dinero o con la suerte de obtener boletos de las corporaciones, dejando fuera a los verdaderos aficionados. Ojalá esto se pueda corregir, pues —de no pasar algo— no puedo pronosticar lo que sucederá con el deporte en general.

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