Se acabó la carrera de Carlos Peña. Cruz Azul, en vez de ayudarlo, lo lanzará al vacío y su problema de adicción al alcohol será uno más en la oscura historia que ha vivido el futbol mexicano con muchos jugadores.

El no tratarse y no reconocer su enfermedad lo han llevado a historias descomunales, muy desagradables, sin que alguien le ponga un freno. Perdió todo.

Muchos casos similares han existido. Hace un par de años, Ignacio Ambriz reconoció —en una entrevista con Félix Fernández— que “es cierto que tuve muchos errores, empecé a beber de más; por ahí, tuve algunos problemas de drogas. Confundí la diversión con el libertinaje”, aunque tuvo la fortaleza e inteligencia para salir adelante, no como Nidelson Silva de Melo, quien fue despedido del Toluca en 1994 por borracho, o el colombiano René Iván Valenciano, quien también tuvo serios problemas de adicción al alcohol y su rendimiento siempre fue a la baja, o qué decir de Jorge Comas, cuya brillante carrera también se fue a la basura por exceso de alcohol.

La lista es larga y, en el plano internacional, los más famosos casos fueron los de Garrincha y George Best.

Todos los ejemplos antes citados no son con el afán de crear un sinsentido amarillista; son casos sabidos públicamente, que pueden demostrar cómo un futbolista es capaz de desviarse, como cualquier otro individuo en cualquier actividad de la vida, pero cobran mucha más repercusión al ser un ejemplo para la juventud y la niñez.

Hace cuatro años, cuando iba a arrancar el Mundial de Brasil, Carlos Peña era la estrella más rimbombante del futbol mexicano, el jugador más deseado y el de mayor categoría en el campo; incluso, por encima de los que jugaban en ligas europeas. Tal vez nunca se ha visto una fotografía públicamente, como la de Giovani dos Santos saliendo de un bar —casi inconsciente— en Inglaterra, pero las historias documentadas de este hombre lo llevan al borde del precipicio, en una carrera que fue extremadamente brillante, y todo por el maldito alcohol.

Pedro Caixinha debe ayudarlo, es una responsabilidad social. Él quiso rescatarlo y no es momento de abandonarlo. Debe entender que esto es una enfermedad, como cualquier otra, pero —a diferencia de las terminales— ésta sí tiene cura.

El perder el piso, sentirse superhéroes, intocables, con esas actitudes de divas, que en ocasiones muestran los futbolistas poco preparados mentalmente para el éxito, los llevan a caer fácilmente en este tipo de adicciones. Rodeados en ocasiones por tipos que sólo quieren su dinero, fiestas y mujeres, si no tienen inteligencia, pero sobre todo una buena preparación y un buen apoyo en su entorno, son proclives a vivir lo que desgraciadamente atraviesa Carlos Peña .

Ojalá lo ayuden. Es una obligación moral de Cruz Azul y Pedro Caixinha. 

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