En días pasados se llevó a cabo la IV Feria Nacional de Pueblos Mágicos, en esta ocasión teniendo como sede la ciudad de Monterrey. Notas periodísticas dan cuenta del éxito del evento, destacando la asistencia de más de 100 mil personas que buscaban encontrar información sobre estas localidades, en previsión de un posible viaje futuro; también acudieron a este encuentro representantes gubernamentales y de organizaciones asentadas en estos destinos turístico. En este contexto, la Secretaría de Turismo dio a conocer una nueva convocatoria para ampliar el número de poblaciones que forman parte de esta categoría, y se sabe que de las 111 localidades que hoy lo integran, el número podría ampliarse hasta llegar a 120.

En varias ocasiones he abordado en este espacio diversos aspectos relacionados con la marcha de este Programa gubernamental y uno de los argumentos recurrentes en esta tarea ha sido, precisamente, el cuestionamiento sobre lo que considero son sus limitadas barreras de entrada y permanencia, de forma tal que el insistir en tener cada vez más Pueblos Mágicos, sin asegurar que las localidades incluidas cumplan cabalmente con las promesas asociadas a esta poderosa marca, supone un deterioro en la credibilidad de la iniciativa y en consecuencia, es factible que los viajeros desistan de su interés por visitar estos sitios.

Sin duda, es de reconocer que este gobierno federal tuvo la prudencia y sensatez de desacelerar el ritmo de los nombramientos, luego de que el final de la administración calderonista “abaratara” las designaciones —en los últimos 60 días de ese periodo se pasó de 57 a 83 Pueblos Mágicos—; de la misma manera, se dieron pasos importantes en la formalidad de los requisitos de incorporación y pertenencia, mismos que por vez primera, fueron dados a conocer en un acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación. De esta forma, si se llegara a la cifra de 120, en realidad no sonaría como un despropósito el haber otorgado un promedio de seis nuevos nombramientos anuales.

No obstante lo anterior, el programa enfrenta en la actualidad grandes retos que deben ser revisados cuidadosamente, a fin de garantizar la trascendencia de la iniciativa; dentro de ellos habría que destacar cuatro: presupuestales, gestión local, credibilidad de la marca y sobredemanda. Por lo que hace a los primeros, parece claro imaginar que uno de los incentivos que tiene una localidad para acceder al programa es asumir que recibirá recursos para las tareas de mejoramiento de la imagen urbana y para obras de infraestructura; sin embargo, el presupuesto de la Secretaría de Turismo es muy limitado (la mitad en términos reales para 2018 en relación a 2015) ante un trato injusto por parte de la Secretaría de Hacienda, con lo que el escenario es poco alentador; por otro lado, no es ningún secreto que las capacidades de municipios pequeños son más bien limitadas lo que dificulta la gestión de un programa que si bien puede generar desarrollo, también supone presiones importantes sobre la convivencia social, la especulación inmobiliaria y el adecuado crecimiento; de igual forma, es evidente que muchas de las localidades incluidas en el programa son auténticamente Pueblos Mágicos, pero también la lista actual considera algunos que ni son pueblos, ni son mágicos, ni cumplen con los lineamientos establecidos ante la falta de aplicación de los mecanismos de exclusión, lo que necesariamente conduce a un detrimento de la marca; finalmente, se debe señalar que ya ha señales de saturación en algunos de estos destinos, lo que debe alertar ante el fenómeno de ‘overtourism’ observado en el mundo, en el que los locales se fastidian del turismo y son capaces de boicotearse a sí mismos.

Un libro sobre Pueblos Mágicos. A propósito de todo lo anterior, vale la pena señalar que la resonancia del programa no ha pasado desapercibida al sector académico; como muestra de ello este próximo martes 28 de noviembre se presentará en la FIL de Guadalajara el libro Pueblos Mágicos: aciertos y retos de una iniciativa de política pública, una coedición de Editorial Limusa y la Universidad Anáhuac México que tuve el privilegio de coordinar, y que incluye los trabajos de 25 académicos y expertos.

Director de la Facultad de Turismo y Gastronomía.
Universidad Anáhuac México.
Twitter: @fcomadrid

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