1.
Hoy fue tal vez el fin del fin de la carrera criminal de Joaquín El Chapo Guzmán. Podría haber un epílogo, una apelación, un acuerdo con la Fiscalía, algún arreglo que reduzca la severidad del encarcelamiento. Pero de lo que probablemente ya no se pueda salvar Guzmán es de pasar el resto de su vida (o casi todo lo que le queda) en una prisión estadounidense.
2.
Pero, en sentido estricto, su vida criminal terminó en el momento en que fue entregado a las autoridades del país vecino hace dos años. Una vez en manos de los fiscales, no había duda del resultado. Este caso fue armado por la DEA, el Departamento de Justicia y buena parte de la comunidad de inteligencia y procuración de justicia de Estados Unidos, desde hace 25 años. La evidencia acabó siendo abrumadora. No había otro desenlace posible que una sentencia condenatoria.
3.
¿Reveló mucho el juicio? En términos de detalle, por supuesto. El testimonio de su especialista colombiano de comunicación y cómputo resultó de película. El narco colombiano Juan Carlos Ramírez Abadia, alias Chupeta, dio mucha información sobre el alcance internacional de Guzmán y su banda. La revelación de las presuntas tendencias pedófilas del capo resultó demoledor para su imagen futura. Pero en términos del arco biográfico del personaje, no aprendimos mucho: confirmamos que es un tipo astuto, que tenía una amplia red de protección política-policial en muchos países, y que envió toneladas y toneladas de drogas a Estados Unidos durante más de 30 años.
4.
¿Cambia algo en México? No: el tráfico de drogas sigue. La violencia asociada a la prohibición de algunas sustancias sigue. Los muertos siguen en Sinaloa y en Chihuahua y en Baja California y en Jalisco y en Nayarit ¿Eso significa que no sirve de nada capturar a estos personajes? No estoy seguro: creo que hay razones éticas y estratégicas para mantener (al menos en parte y con matices). Pero algo si debe quedar claro: pacificar el país no pasa o no pasa solo por la captura y enjuiciamiento de un Chapo o mil Chapos