En la galería abierta de las Rejas de Chapultepec, la exposición LA mirada, LA cámara, LA fotografía desde nosotras reúne obra de 59 autoras de tres generaciones. Y pienso en las pioneras que desde hace cuatro décadas “lucharon, nos abrieron una estrecha vereda, nos mostraron el camino hacia la fotografía, que no sería fácil…”, como dicen en un texto.

Y no, no es fácil. La frase no es una consigna, es historia que nos invita a viajar a la raíz y a mirar cada fotografía haciendo uso de la imaginación, para ponerse en otro lado y pensar quién tomó esa foto, su lucha, su esfuerzo, su gozo, su dolor, la conciencia, el aprendizaje, el sacrificio, la solidaridad, la lucha cotidiana de cada una de estas mujeres y el contexto en el que se dio ese instante capturado por su cámara.

Comparto un par de estampas que guardo en la memoria:

Ella ya colaboraba en el Magazine dominical y en Revista de Revistas, del Excélsior de Julio Scherer cuando no había una sola mujer en el departamento de Fotografía. Un día, Hero Rodríguez Neuman quiere presentársela al subdirector Manuel Becerra Acosta quien abre la sala de juntas y pregunta: “Ella ¿quién es?”. Christa Cowrie responde: “Yo soy la que ve y se acabó”. Poco después, se convertiría en la directora de Fotografía del nuevo periódico unomásuno para recorrer las regiones más miserables y los rincones más alejados del país y recoger la realidad de los indígenas, de los campesinos, de los desamparados... Y plasmarla en fotos como aquella de una refugiada guatemalteca con una nueva vida en brazos, llena de incertidumbre, que abre la exposición en Chapultepec.

Otra:

Una mujer amamanta a su bebé desde una curul en la cámara de diputados. La niña aprende a caminar en la redacción del unomásuno y a compartir, con una cámara fotográfica, los brazos de su madre que se llama Martha Zarak, la primera mujer enviada a cubrir los movimientos armados centroamericanos. Un día me contó que durante la revolución en Nicaragua: “Me tocó fotografiar combates, cuerpos en las calles, población civil saqueando las ciudades abandonadas al caos, soldados (…) quería destacar en mis imágenes la lucha del pueblo, el sacrificio de los jóvenes combatientes (…) La experiencia marcó mi vida”.

Muchas cosas sucedieron por primera vez en el unomásuno de Becerra Acosta: la foto deja de ser mera ilustración de la nota para valorarse como género autónomo y alcanzar la primera plana como editorial; los reporteros gráficos encuentran en la vida cotidiana y en la calle, una fuente inagotable de material periodístico; los políticos son retratados con irreverencia inédita; la realidad social, la pobreza, los sindicatos, los movimientos revolucionarios en Centroamérica, los refugiados y la oposición, tienen voz en las imágenes. La poesía visual, el sentido del humor, la imaginación, el señalamiento oportuno o la denuncia, tienen el espacio a sus pies cuando hay calidad.

Por primera vez, el jefe de Fotografía participa con voz y voto en la junta de evaluación diaria. Por primera vez una mujer, se convierte en jefe de Fotografía. Por primera vez una mujer es enviada como corresponsal de guerra. Por primera vez la fotografía periodística ocupa lugar en museos y galerías de arte donde brilla María García. Por primera vez el “autor” de la foto comienza a demandar su derecho a los negativos y a trabajar con equipo propio.

Nace un nuevo fotoperiodismo que sigue su desarrollo en La Jornada y Cuartoscuro con autoras como Frida Hartz, Elsa Medina, Ángeles Torrejón y Maritza López y luego, Mónica González, Yasmín Ortega… y esa pléyade de mujeres detrás de la lente que hoy ejercen el oficio en situaciones laborales precarias, peligrosas, en riesgo constante. Y que, en ese entorno, nos entregan su mirada al México actual donde la violencia, el narco, los feminicidios y el drama de las caravanas migrantes se abren paso, pero también la belleza, la cultura popular, el sentido del humor, la alegría de vivir.



adriana.neneka@gmail.com

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